Los blancos moderados en cualquiera de sus expresiones temporales o geográficas, sea en la lucha por los derechos civiles en la época de Martin Luther King en EE.UU. o en los años de los gobiernos de la Concertación, definen un perfil de liderazgos políticos y empresariales que algunos denominan “el partido del orden” en su versión chilena transicional. En estos casos, se puede presumir que están a favor de los cambios sociales, políticos y culturales, declarando que su misión es moderar la velocidad y la orientación de los cambios, pero lo que con mayor frecuencia hacen es poner en neutro la caja de cambios de la democracia.
El proceso constituyente surge en el contexto de una crisis de legitimidad institucional sistémica, cuya válvula de escape fue un estallido social y no una revuelta como plantea una parte de la izquierda que pretende dar forma a una expresión ciudadana que deformó los moldes y modelos clásicos de análisis de las luchas sociales. El estallido social no fue revuelta social ni tampoco una rebelión popular. En lo personal, me tocó ver una multitud pacífica desbordada al tener que bajar desde Providencia hacia Plaza Dignidad, escuchando pausadas conversaciones de personas provenientes de la zona oriente de la capital con destino a la marcha del millón del 25 de octubre del 2019. La observación determina lo observado.
De regreso al pasado estadounidense, Martin Luther King escribió una carta desde la cárcel de Birmingham el 16 de agosto de 1963, en respuesta a la carta elaborada por ocho religiosos de Alabama que calificaban las acciones del movimiento por los derechos civiles como “poco inteligentes y extemporáneas”. Declaraciones muy similares a las que hemos leído o visto por parte de una minoría de convencionales y también por ministros del gobierno de Piñera, empresarios y dirigentes de la ex Concertación sobre las votaciones de las comisiones en torno a las materias de norma constitucional que son parte del diálogo constituyente, cuyas declaraciones y publicaciones aglutinan desde socialistas liberales, un autoproclamado líder de las bases amarillistas y variopintos neoliberales centristas y exaltados, similar perfil a los que menciona el Dr. King en su carta a los obispos de Alabama sobre los blancos moderados.
La Birmingham de la carta de Luther King son nuestras zonas de sacrificio, son las comunas sin acceso garantizado al agua potable, son los barrios sin servicios básicos disponibles y las poblaciones atrapadas por el narcotráfico y la delincuencia. En síntesis, nuestras pobrezas materiales, ambientales, sociales y culturales, las podemos visualizar en otra clave histórica y geográfica como una caja de cambios en neutro o en marcha unidireccional lenta respecto de lo que ha sido la evolución de la Constitución de EE. UU y sus enmiendas, tal cual se escenifica en los documentales “Enmienda” y “Enmienda XIII” que son producciones audiovisuales recientes.
Martin Luther King plantea en su carta que, en cualquier campaña civil no violenta, existen cuatro fases: recopilación de información para determinar si existen injusticias; negociación; autopurificación (proceso de evaluación de las capacidades para ejercer la no violencia activa) y la acción directa. Advierte además que Birmingham es la ciudad más segregada y en extremo violenta contra la población negra, indicando que, en esas condiciones, sus líderes trataron de negociar con la autoridad, pero esta rehusó sistemáticamente a entablar negociaciones.
Para el Dr. King, la acción directa no violenta trata de provocar tal crisis y de inducir tal tensión, que una clase dirigente renuente sistemáticamente a negociar, se vea obligada a enfrentarse al problema. La acción directa busca dramatizar el problema de tal modo que ya no pueda ser ignorado. La pregunta para el Chile actual es ¿qué otra cosa fue el estallido social y las manifestaciones pacíficas masivas, sino una acción directa en las calles y plazas del país? Ya sabemos que por incapacidad e ineptitud del gobernó de Piñera se abrió el espacio para una negociación política desde el Congreso Nacional, teniendo como resultante el acuerdo político del 15 de noviembre del 2019, inaugurando un proceso constituyente inclusivo, participativo y transparente. Pues bien, en esto estamos ahora, en plena redacción de una nueva carta magna.
El diálogo constituyente de cara a la ciudadanía, con casi un millón de personas que participaron en la presentación de iniciativas populares de norma constitucional, aprobándose 77 propuestas, para ser incluidas dentro del diálogo, deliberación y decisión por parte de los convencionales en la redacción de la nueva constitución, favorece el espacio necesario para las negociaciones políticas pertinentes, capítulo por capítulo y párrafo por párrafo del texto constitucional que, en la suma y resta del proceso de creatividad dialógica e innovación colaborativa, irán aplicando criterios SMART (específico, medible, alcanzable, realista, en tiempo justo), para viabilizar cada aspecto de la nueva constitución que se va a proponer a la ciudadanía en el plebiscito de salida como un cuerpo de soluciones de diseño sostenible.
Este clima de participación ciudadana, complementario al trabajo efectivo que se encuentran desarrollando en las comisiones los convencionales electos, adicional a las votaciones preparatorias para la presentación del trabajo de las comisiones al pleno de la Convención, es lo que ha puesto nerviosos a representantes del poder constituido, algunos medios de comunicación y a convencionales que no ven con buenos ojos que, ahora sí, el trabajo de la Convención salga del neutro y la inercia, caliente motores y comience a salir de la zona exclusiva de estacionamiento o comodidad de quienes han detentado el poder desde la promulgación y puesta en régimen de la Constitución de 1980, incluyendo las enmiendas concertacionistas.
En tal sentido, recordar la carta que escribió Martin Luther King desde la cárcel de Birmingham sobre el rol de los blancos moderados, cuya misión es frenar o volver insignificantes los cambios, resulta imperioso y necesario porque, en esta escena de la historia, Chile intenta salir del inmovilismo social, político y económico sin violencias. La Convención y la diversidad que alberga está avanzando entre lo operativo, táctico y estratégico, para producir un texto constitucional inteligente, que permita situar a país en otro estadio de evolución como Estado plurinacional e intercultural, propio de un espaciotiempo basto como el alcance visual que permite la claridad de sus cielos o la navegación por el ingente océano que baña nuestras costas.
MLK señala en su carta que es un hecho histórico incontrovertible que los grupos privilegiados prescinden muy rara vez espontáneamente de sus privilegios. De forma individual, como le ocurrió a la primera dama de turno, ella podrá haber visto la luz de la moral en la noche del estallido social y abandonar voluntariamente una postura de privilegios, a juzgar por el audio que se filtró; pero los grupos tienden a comportarse más inmoralmente que los individuos, así como “una justicia demorada durante demasiado tiempo equivale a una justicia denegada”.
El Dr. King llega a la triste conclusión de que ha sido el blanco moderado quien antepone el orden a la justicia, ya que este tipo de liderazgo prefiere una paz negativa, que supone ausencia de tensión, a una paz positiva que entraña presencia de la justicia. MLK agrega además que, la comprensión superficial de los hombres de buena voluntad es más demoledora que la absoluta incomprensión de los hombres de mala voluntad, resultando mucho más desconcertante la aceptación tibia que el rechazo sin matices.
El estallido social y el actual proceso constituyente abierto a la participación ciudadana, mediante los mecanismos que ha propuesto la Convención Constitucional, ponen en la superficie la tensión oculta que se hallaba en estado latente desde hace años. Lo que está ocurriendo con la redacción de propuestas en la Convención es lo que el Dr. King llamaría una tensión constructiva, fundada en el diálogo y la negociación de quienes ganaron la elección para representarnos desde los diversos grupos que componen el órgano constituyente.
No faltarán quienes se crean con el derecho de subsidiar desde tribunas mediáticas o partidistas la incapacidad de diálogo y negociación de quienes, habiendo sido electos, representan a los sectores más privilegiados del país, no por años ni décadas, sino que por siglos en este joven e intenso país. Chile ha demostrado madurez y civismo, para escuchar las voces de los postergados de siempre, de una inmensa mayoría ciudadana que quiso hacerse representar, esta vez, por personas comunes y corrientes, algunos del mundo de las artes y las culturas, otros de los espacios de la academia y el mundo científico y de diversas profesiones y oficios. Ahí están trabajando afanosamente personas diversas para redactar una nueva constitución.
En la nave de combate de los blancos moderados, que ya anuncian su voto de rechazo en el plebiscito de salida, encontramos a aquellos que otrora levantaban el puño y banderas rojas en alto, conversos del pacto concertacionista y a los guardianes mórbidos del legado neoliberal. A ellos, a los agoreros del caos, a los impulsores y legitimadores de las violencias, se les invita a leer, a escuchar y a ver cómo se entretejen las paces entre los diversos y las diversas por un Chile, que al menos en el papel, en la letra de la nueva carta magna, se quiere vestir de dignidad.