Publicidad
Propuesta de Nueva Constitución
La inclemencia del Pleno LA CRÓNICA CONSTITUYENTE

La inclemencia del Pleno

Publicidad
Patricio Fernández
Por : Patricio Fernández Periodista y escritor. Ex Convencional Constituyente por el Distrito 11.
Ver Más

Es curioso, pero, al parecer, las comisiones deben sufrir en carne propia los juicios del Pleno para darse cuenta de que, sin abrirse a escuchar las opiniones diversas e incorporarlas, sus propuestas no llegan a puerto. Ya habían sufrido la rigurosidad de su juicio la de Forma de Estado, la de Justicia y la de Conocimientos cuando se presentó la de Medio Ambiente, de una parte la llamada a proponer un nuevo e ineludible contrato con la naturaleza y, de otra, la más desatenta a sensibilidades ausentes en su interior.


No es fácil entender detalladamente lo que va sucediendo en la Convención. Las normas propuestas en cada una de las comisiones primero deben ser aprobadas ahí, por simple mayoría. Luego cada una de ellas recibe indicaciones que vuelven a votarse por mayoría en esa instancia. En Derechos Fundamentales, la semana pasada terminamos de sancionar cerca de ochocientas indicaciones solo para las normas de los bloques 1 y 2, que representan apenas la tercera parte de las propuestas.

Una vez aprobadas por la respectiva comisión, pasan al Pleno, donde hasta ayer debían exponerse a dos rondas de votaciones (esto cambiará en lo sucesivo, limitándose a solo una), una general y otra en particular, ahora con la exigencia de conseguir 2/3 de las voluntades para seguir adelante. Las normas que primeramente no consiguen 103 votos, vuelven muertas a su comisión de origen, con la posibilidad de que allí resucite su idea una nueva formulación, aunque al haber sido rechazadas “en general” no les sea cosa fácil. Las aprobadas en general (por 103 o más convencionales) a continuación fueron votadas en particular, a veces junto a indicaciones añadidas entre una votación y otra. Si aquí consiguieron los 2/3 del pleno, pasaron a formar parte del nuevo texto constitucional. Si obtuvieron menos de la mitad, murieron para siempre; si más de 77 y menos de 103, regresan a la comisión de origen para que sus miembros, en atención a los motivos de su resistencia, las corrijan, simplifiquen o replanteen, con miras a ganarles un apoyo mayor en su siguiente paso por el Pleno.

Nada fácil de seguir, como puede verse. Sin ir más lejos, columnistas y opinólogos con frecuencia comentan a partir de situaciones superadas y, como aquí hemos insistido más de una vez, el Proceso Constituyente, si bien tiene marcas de nacimiento, es un organismo que experimenta constantes mutaciones. No es raro, por lo mismo, que quienes lo vivimos desde adentro suframos permanentes oscilaciones de ánimo: jornadas que comienzan grises, que oscurecen al arrancar la tarde y se iluminan durante la noche.

Lo que sí ha quedado claro es que el Pleno y la necesidad de 2/3 que impone para aprobar, cuya contracara es el 1/3 para objetar, han sabido morigerar los ímpetus. Aquello que al interior de una comisión determinada se concluye con entusiasmo, a la hora de presentarse ante la asamblea completa sufre un escrutinio inclemente y muchas veces inesperado. “El Pleno es como el monstruo de Viña”, comentaron algunos, tras votaciones que parecían pifiaderas.

[cita tipo=»destaque»]Si alguien quiere saber realmente hacia dónde va la Convención, ante tanta norma en distinta etapa de evolución y tanto ruido desorientador, le recomendaría concentrarse en las votaciones del Pleno. Ahí está la verdad de la milanesa.[/cita]

El miércoles votamos las normas repuestas por la Comisión de Sistema de Justicia que una semana antes habían sido rechazadas en particular. Ruggero Cozzi reconoció que esta vez había sido escuchado su sector y le alegraba la corrección hecha al artículo 1 (Función Jurisdiccional) siguiendo sus consejos, aunque se quejó de que no sucediera lo mismo con el 2 (Pluralismo Jurídico). «Este nuevo informe –dijo Andrés Cruz– viene a perfeccionar la propuesta original. Ha aumentado el diálogo, pero sigue habiendo sectores vetados”. Agustín Squella dedicó su tiempo de intervención para celebrar lo eficiente que estaba resultando la exigencia de los 2/3. Tras días viéndolo decaído, parecía haberle vuelto el alma al cuerpo tras revisar los cambios efectuados a normas que en su primera versión le tenían los nervios de punta.

Es curioso, pero, al parecer, las comisiones deben sufrir en carne propia los juicios del Pleno para darse cuenta de que, sin abrirse a escuchar las opiniones diversas e incorporarlas, sus propuestas no llegan a puerto. Ya habían sufrido la rigurosidad de su juicio la de Forma de Estado, la de Justicia y la de Conocimientos cuando se presentó la de Medio Ambiente, de una parte la llamada a proponer un nuevo e ineludible contrato con la naturaleza y, de otra, la más desatenta a sensibilidades ausentes en su interior.

Ese jueves, Rodrigo Logan tomó la palabra a eso de las 16:15 hrs (cada una de estas votaciones en el Pleno las anteceden cinco horas de discursos, con tres minutos para cada expositor) y con esa personalidad que lo caracteriza llamó a los convencionales a estudiar más, a no dejarse llevar. En suma, retó a la Convención. A continuación le correspondió hablar a Loreto Vidal, y lo primero que hizo fue responderle: «Sería bueno –dijo– que venga alguna vez en persona para que nos enseñe de cuerpo presente”. Después defendió que los animales eran seres sintientes.

Poco más tarde, llegó mi turno y leí lo siguiente:

“Estamos ante un tema crucial.

“El planeta se haya amenazado no solo por bombas nucleares que podrían arrasarlo en cosa de horas –Putin tiene gran cantidad de ellas y no descarta usarlas, devolviéndonos a otra Guerra Fría– sino también por nuestros modos de producción y nuestros modos de vivir. Ningún proceso constituyente atento a la realidad que vivimos hoy podría ignorar esta preocupación y soslayar la obligación de dar un giro. No hay riqueza momentánea que justifique arrasar con el mayor tesoro que podemos heredar a nuestros hijos: la vida misma.

“Suscribo –como escribió Nicanor Parra parafraseando la carta que el jefe Swamish envió al presidente de los EE.UU. Franklin Pierce el año 1854–, que ‘el error consistió en creer que la tierra era nuestra, cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la tierra’.

“Y creyéndolo, rechazaré muchas de estas normas con cuyas ideas estoy esencialmente de acuerdo. Varias de ellas quedarían bien sintetizadas en unos pocos artículos bien escritos. Otras debieran ser mejor resueltas en otros espacios constitucionales. Otras se adentran, como ya han dicho varios, en el terreno de la ley.

“La Constitución, en su ámbito dogmático, no está para cerrar temas, sino para abrirlos. No está para detallar cómo solucionar, sino qué solucionar. Qué buscar, hacia dónde ir. Si nosotros creyéramos saber las respuestas definitivas y detalladas, y no solo acordar los grandes principios cuyas soluciones concretas encontraremos junto a otros muchos en el devenir, querría decir que la soberbia se apoderó de nosotros.

“La Constitución reconoce derechos y, al menos yo, he terminado por convencerme, gracias a los diálogos y las deliberaciones tenidas aquí, de que al reconocérselos a la naturaleza, como titular en los casos que le corresponda, estaremos abriendo un camino nuevo, complejo pero necesario, para esta nueva relación entre nosotros, los seres humanos, y el entorno al que pertenecemos y del que dependemos todos.

“Como esto no es un concurso donde la comisión que aprueba más normas gana, sino una búsqueda conjunta de las mejores y más precisas, normas que dialoguen con todas las otras, con los derechos sociales que requieren financiamiento, el desarrollo científico, libertades individuales, los empujes democratizadores y las técnicas legislativas que hemos ido aprendiendo, espero que la mirada múltiple y diversa que el Pleno pueda aportarle a este bloque proveniente de un grupo especialmente atento a uno de los ámbitos fundamentales de nuestro nuevo acuerdo constitucional, pero no único ni aislable, lo mejoren de tal modo que los valores eco constituyentes encuentren una realización más efectiva y llevadera, que declarativa y ensimismada”.

A este punto se me acabaron los tres minutos dispuestos y me quedé gesticulando como un loco. “Qué cruel es esto de los tiempos”, le dije a Roberto Celedón, que más de una vez había sufrido lo mismo. “Es una total falta de delicadeza”, me respondió. “Si por lo menos nos dejaran terminar la frase”, comentamos entre risas. Pero ley pareja no es dura.

El párrafo que no pude leer decía lo siguiente:

“Es de esperar que los mensajes de este Pleno, donde los 2/3 han sabido hasta aquí ecualizar los entusiasmos y aportar nuevas perspectivas, vuelva a hacerlo en lo que respecta a nuestra relación política con la naturaleza, reconociendo la necesidad de un cambio profundo y al mismo tiempo volviéndolo llevadero. En este tema, como en todos los demás, necesitamos luces que iluminen nuestro devenir conjunto, en lugar de encandilarnos apuntando solo a las propias ideas”.

La tanda de votaciones en torno a las normas propuestas por esta comisión, la que más titulares escandaleros había generado en los medios de comunicación y más comentarios destemplados, terminó frustrando amargamente a sus miembros. De las 40 normas presentadas, el Pleno solo aprobó el titular de una de ellas (Crisis Climática) y el inciso segundo de solo uno de sus artículos, donde dice: «El Estado promoverá el diálogo, cooperación y solidaridad internacional para adaptarse, mitigar y afrontar la crisis climática y ecológica y proteger la Naturaleza».

Si alguien quiere saber realmente hacia dónde va la Convención, ante tanta norma en distinta etapa de evolución y tanto ruido desorientador, le recomendaría concentrarse en las votaciones del Pleno. Ahí está la verdad de la milanesa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias