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Propuesta de Nueva Constitución
La vorágine del Pleno LA CRÓNICA CONSTITUYENTE

La vorágine del Pleno

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Patricio Fernández
Por : Patricio Fernández Periodista y escritor. Ex Convencional Constituyente por el Distrito 11.
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Si el sistema político es el cerebro de una Constitución, aquí se halla confundido, alocado. Abundan las recriminaciones. Los comunistas y el FA culpan a los socialistas. Cunden las declaraciones ante los medios. Los particularismos se impusieron por sobre lo colectivo. Aquí la necesidad de soluciones sistémicas es evidente y la incapacidad de construirlas viene a mostrar la debilidad esencial de la Convención: la construcción de acuerdo no como una suma de voluntades, sino como la confección de una voluntad común. No se trata de neutralizar las diferencias, sino de encontrar ese punto en el que convergen.


La Convención sigue a un ritmo frenético. Los indicios inquietantes se entrelazan con los esperanzadores en cosa de horas. Hay sesiones en la Comisión de Derechos Fundamentales en las que el tono hostil y la cerrazón de los debates abruman. Acusaciones que atraviesan el hemiciclo de un lado al otro, presentaciones de normas en las que los argumentos son reemplazados por descalificaciones –“como ustedes lo quieren todo del Estado…”, “les vendría bien estudiar un poco antes de hablar ridiculeces…”, “¿ustedes no se cansan de victimizarse?”, “ustedes que defienden los privilegios…”, “ustedes que solo buscan boicotear este proceso…”, “ustedes…”, “ustedes…”–, mientras en medio quedan los asuntos por resolver.

Según Teresa Marinovic, sus adversarias se victimizan y simplifican las cosas imaginando que ellos, los de la derecha, tienen vidas glamorosas y ajenas a toda carencia. “¡Vístima!” ”¡Vístima!”, le responde a Janis Meneses, a Elsa Labraña y a cualquiera que ose representar dolores o deudas.  El lunes pasado, junto a Rocío Cantuarias, llegaron con unos carteles negros y letras blancas. Los con números que iban de 10 a 1000 eran exhibidos por la convencional Marinovic, y el otro, con la leyenda “VISTI/PUNTOS”, lo levantaba la Cantuarias. Dependiendo del dramatismo del argumento y tras una breve deliberación con su compañera, la Tere levantaba el número 10, el 100 o el 1000 y, a su lado, Rocío el final de la burla: VISTI/PUNTOS. Así respondieron durante esta jornada cada una de las presentaciones reivindicativas.

Desde la izquierda, el desprecio por las normas o indicaciones presentadas por la derecha ha sido constante. A lo lejos, entre los colectivos que hasta ayer se llamaban “de oposición” y que ahora vendrían siendo “de gobierno” (en el caso de algunos, difícil saber hasta cuándo), se propone hacerles un gesto, dándole la pasada a una propuesta menor.

Es evidente que falta diálogo político. La razón ya no es solo su obvia necesidad para el buen funcionamiento de cualquier proceso democrático, sino la urgencia mucho más concreta por conseguir el apoyo mínimo acordado para que un artículo entre en la nueva Constitución. El Pleno ha sabido acallar las propuestas de normas que gritan, las autorreferentes, todas aquellas incapaces de atender más allá de los pareceres de sus autores y cómplices. Ninguna de esas ideas que sirvieron para titulares ruidosos y despampanantes consiguió superar el escollo de los 2/3. Se han filtrado errores y redacciones poco felices, pero no desmesuras empujadas por más de 103 convencionales.

Pero el Pleno rechaza sin dar argumentos. Su mensaje se limita a un número, y como no emite razones, de buenas a primeras, cuesta entender cómo en aquellas comisiones a las que una norma es devuelta se la podría corregir para dar en el gusto a sus objetores. Los motivos del rechazo pueden ser de muy distinta naturaleza, cuando no directamente contraria. A unos les pareció que el derecho de propiedad estaba poco protegido, a otros que demasiado, y la rechazaron por igual.

Y, no obstante, las propuestas de reemplazo que hasta aquí hemos conocido, han regresado al Pleno muy mejoradas y ampliando significativamente su base de apoyo. Así sucedió con Forma de Estado, con Sistemas de Justicia y con Sistemas de Conocimiento. En sus segundas presentaciones ante la asamblea completa consiguieron el visto bueno, si no de todas, de un porcentaje significativo de las propuestas antes rechazadas. En gran parte de ellas, sucedió gracias al aprendizaje legislativo. Las formulaciones largas y adjetivadas han ido sufriendo ediciones crecientemente rigurosas, de modo que cuando el problema radicó en el exceso, una vez sintetizadas, alcanzaron los 103 votos. Si el problema estaba en sus conceptos, volvieron a caer.

Como sea, urge generar un espacio en el que las distintas fuerzas confluyan para concordar formulaciones coherentes. Muchos esperan que ese trabajo lo lleve a cabo la Comisión de Armonización, pero lo cierto es que tal como se definieron sus funciones, no tiene las atribuciones para conseguirlo. Cuando sus facultades fueron discutidas, se optó por que sus miembros no pudieran disponer de goma de borrar ni de lápiz, sino solo de destacador. Es decir, poner en votación una vez más aquello que apareciera textualmente repetido o explícitamente incoherente, pero no fusionar ni reconstruir bajo nuevas formulaciones. Si no aparece una mejor solución, tal vez necesitemos volver a discutir sus potestades. El Pleno descarta y aprueba, pero no cohesiona; está atento a las impertinencias y despropósitos de cada parte por separado, resultándole muy difícil la visión de conjunto. Los árboles le impiden ver el bosque.

El miércoles 16 votamos las propuestas de la Comisión de Principios. Cuando se puso en votación su primer artículo –“Estado. Chile es un Estado social y democrático de derecho. Su carácter es plurinacional e intercultural y ecológico”– hubo golpeteos, sobadas de mano, ruidos intraducibles. Ahí estaban concentrados los conceptos fundantes del nuevo ciclo político que llegábamos a inaugurar. “Para esto vinimos acá, para pasar de un Estado subsidiario a uno Social de Derecho”, “esta es la gran razón de ser de la nueva Constitución”, “con aprobar este artículo me doy por pagado” y otras declaraciones por el estilo corrieron entre los socialistas, los frenteamplistas, los independientes no neutrales, los del Apruebo…, seguros de que una amplia mayoría de convencionales consideraba lo mismo, tal vez incluso los más moderados de la derecha, “quién sabe”, comentábamos.

“Han votado las señoras y señores convencionales?”, repitió John Smok. “Resultado de la votación: 100 votos a favor, 47 en contra y 4 abstenciones”. “¡Ohhhhhh!”, gritaron varios. A continuación pudimos constatar, tapándonos la boca o agarrándonos la cabeza, que junto a la casi totalidad de la derecha –Celis y Monckeberg se abstuvieron– también habían rechazado esta iniciativa “los Pluri”, es decir, la Coordinadora Constituyente Plurinacional y Popular, compuesta por exmiembros de la Lista del Pueblo y algunos escaños reservados como Isabel Godoy, Natividad Llanquileo y Eric Chinga. Nadie entendía de buenas a primeras por qué, y solo con el pasar de los minutos dieron a entender que les parecía insuficiente la fórmula escogida. Su opción era hablar de un Estado “garante de derechos”.

Un twitter del constitucionalista Flavio Quezada explicó sintéticamente el error conceptual en que habían caído “los Pluri”. Escribió: “Los sectores democráticos llevan muchas décadas defendiendo la consagración de un Estado Social en Chile. Aprobarlo sería una conquista histórica. ¡Qué significa un Estado Social y Democrático de Derecho? En breve, tres ideas: 1- El Estado se somete a la Constitución y la ley, creándose controles para que así sea. Actúa a través del Derecho… Es un Estado ‘de Derecho’. 2- Ese Derecho no se crea de cualquier forma, sino democráticamente… Es un Estado ‘democrático’. 3- Se asume que existen desigualdades que impiden, en los hechos, la igual participación democrática. Entonces el Estado no será neutral, debe asegurar progresivamente condiciones sociales que la permitan realmente. Somos titulares de derechos sociales… el Estado es ‘social’”. Después explicó cómo la fórmula “garante” se ha usado en otras latitudes justamente para desarrollar políticas subsidiarias, porque así el Estado no provee servicios que concretan los derechos sociales, sino que solo garantiza que se provean.

Como sea, es de suponer que para su regreso al Pleno, “los Pluri”, reconociendo su error, aprobarán esta norma. Y vaya uno a saber si algunos más en la derecha se allanan también a participar de su construcción.

El jueves 17, siendo las 21:30 hrs., y tras 12 horas de discursos y votaciones, comenzó a discutirse si correspondía o no votar ahora los artículos transitorios que aparecían en el informe de Justicia, dado que al final del proceso se abriría un período para presentar este tipo de normas. “¿Acaso podríamos rechazar estas transitorias y después volver a presentarse iguales?”, preguntó uno, no recuerdo quién, tal vez Bernardo de la Maza. La mesa dio a entender que sí, y de inmediato otros pidieron la palabra para declarar que lo consideraban un absurdo, otros defendieron que hallándose ahora en votación solo quedaba votarlas, que no alargáramos la fruncia, otro le echó la culpa a la derecha por no objetar antes lo que sabía de antemano. Responsabilizar al de enfrente es una práctica reiterada. Cierto convencional mensajeó que esto parecía una obra de Ionesco. El vicepresidente Domínguez, poco antes, había advertido que nos esperaban aproximadamente 6 horas más de votaciones. “Esto no puede seguir así”, escribió alguien en el WhatsApp del Colectivo Socialista. “Es inhumano”, agregó el siguiente. “Nos vamos a morir”, concluyó otro.

[cita tipo=»destaque»]No se trata de neutralizar las diferencias, sino de encontrar ese punto en el que convergen.[/cita]

Minutos más tarde, John Smok puso en votación una de las normas transitorias. Perdió. Al ver la cara del secretario, alguien dijo: “En cualquier minuto Smok saca una metralleta y fulmina a los presentes”. La convencional Cantuarias tomó la palabra: “Me perdonarán el castellano, pero esto es de un chanterío espantoso”. Hernán Larraín, a continuación, propuso que acordáramos con buena voluntad, de buena fe, para no gastar “las pocas energías que nos quedan. Mañana, como si fuera poco, tenemos un día largo”, suplicó. Nos esperaba, ni más ni menos, decidir respecto del primer bloque de Sistema Político. “Ahora faltan 116 normas –dijo Nicolás Núñez– y hemos estado todos estos días votando hasta la hora del ajo…”. Viera, coordinador de la Comisión de Justicia, pidió establecer una enmienda amistosa que nos permita salir del incordio. La convencional Hope solicitó que, de existir, la apoye el Pleno por unanimidad. “Todo esto es porque estamos agotados”/ “Qué chacreado todo”/ “Concuerdo” y otros mensajes por el estilo se sucedían en los teléfonos. “Suspenderemos 5 minutos para tomar una decisión”, concluye la presidenta Quinteros.

Mientras la mesa delibera, unos están en el hemiciclo, otros por zoom. Los telemáticos permanecen casi todos con las cámaras apagadas. Bernardo de la Maza no. De pronto se acerca a la pantalla con los anteojos equilibrándose en la punta de la nariz. Jorge Arancibia también tiene la pantalla encendida. Está semirreclinado en un escritorio de buque. A continuación se echa más para atrás y habla por teléfono, ahora teclea en su computador buscando las letras con un dedo, después golpetea la mesa como si fuera un piano. Luciano Silva ríe solo. La Rosa Catrileo se agarra la cabeza. Harboe se la rasca. De pronto tengo la impresión de que Rodrigo Logan se está lavando los dientes, pero en realidad muerde un lápiz. Fuad Chahin cierra los ojos. Ya son las 22:15 hrs. y no se retoma la votación. Los miembros de la mesa dejan la testera y se retiran a una oficina para resolver. Sigue faltando votar las mismas ciento y tantas normas. Nadie dice nada. Se caldean los ánimos en el hemiciclo y en la pantalla reina el silencio. Ya son las 22:35 hrs y no hay respuesta. La noche amenaza con ser eterna y las furias empiezan a ceder ante las tallas. En el chat del colectivo uno filtra: “Parece que vamos a suspender”. A las 22:47 hrs., la mesa comunica a través de John Smok que, siendo el Pleno soberano en este baile, se someterá a su voluntad la idea de suspender esta votación para retomarla el martes. “En votación”, dice Smok. Bernardo de la Maza, Isabel Godoy y Natividad Llanquileo fueron los únicos que votaron en contra.

El viernes se votó la propuesta de Sistema Político. Allí debe construirse el cerebro de la Constitución, su “sala de máquinas”, como la llamó el argentino Gargarella y a estas alturas lo repiten todos. Es la comisión con menos conflictos ideológicos y con más choque de vanidades. Ahí están buena parte de los constitucionalistas. Vendría siendo el Club de la Unión de la Convención. Ya hablaremos más de eso. El asunto es que, tironeando cada uno para su lado, incapaces de conciliar, terminaron por cocinar un guiso intragable. “Un arroz con mango”, como dicen los cubanos cuando se refieren a algo “sin pies ni cabeza”. “Un árbol de Pascua en el cada cual colgó sus bolas y guirnaldas”. En las exposiciones previas a la votación, pocos osaron negarlo.

A eso de las 18:30 empezamos a votar. Luego de aprobarse un par de artículos que establecían la paridad en los cargos públicos, todo el resto fueron rechazados. El artículo 24 –“ Es atribución de la Cámara Territorial prestar o negar su consentimiento a los actos del Presidente de la República, en los casos en que la Constitución o la ley lo requieran…”– solo lo aprobó Alvin Saldaña. El 25 –“Es atribución de la Cámara Territorial otorgar su acuerdo para que el Presidente de la República pueda ausentarse del país por más de treinta días…”– solo Fuad Chahin. El 26 no lo votó nadie a favor. Tampoco el 27.

Si el sistema político es el cerebro de una Constitución, aquí se halla confundido, alocado. Abundan las recriminaciones. Los comunistas y el FA culpan a los socialistas. Cunden las declaraciones ante los medios. Los particularismos se impusieron por sobre lo colectivo. Aquí la necesidad de soluciones sistémicas es evidente y la incapacidad de construirlas viene a mostrar la debilidad esencial de la Convención: la construcción de acuerdo no como una suma de voluntades, sino como la confección de una voluntad común. No se trata de neutralizar las diferencias, sino de encontrar ese punto en el que convergen.

No estaba John Smok. Lo reemplazó el secretario Leo Jorquera. John Smok debe haber estado exhausto. De pronto comenzó a circular un meme que mostraba a un hombre de lentes, boca delgada y recta, frente  perfectamente cuadriculada por el peinado y las patillas en una calle de Washington DC. Me costó reconocerlo. El meme decía: “ME VOY UN DÍA Y DEJAN LA CAGÁ”. ¡Era John Smok! Recién entonces me di cuenta de que jamás lo había visto sin mascarilla. Que su voz severa y reverencial del hemiciclo, juguetona y repentinamente irreverente en los pasillos, no se condecía en nada con ese rostro de profesor escolar al que por primera vez le veía el mentón. Comencé a recorrer con la mirada los distintos sectores del hemiciclo. En los más de ocho meses que llevamos juntos, compartiendo de la mañana a la madrugada, son muchas las “señoras y señores convencionales” a quienes nunca he visto la cara descubierta. Probablemente no los reconocería en la calle sin mascarilla. No deja de ser extraño.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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