Sería algo muy notable que el Presidente Boric pudiese llegar a la próxima Asamblea General de la ONU, en septiembre, con el mensaje de “misión cumplida”, sobre todo en momentos en que las noticias lo que muestran a diario son las graves crisis sociales y guerras que están afectando a diversas regiones y países alrededor del planeta. Y los próximos años no muestran un cuadro alentador.
A medida que se acerca el plebiscito del 4 de septiembre, hay un creciente interés en el exterior por el proceso constitucional que vive nuestro país. Múltiples son los análisis y columnas que ya se han escrito afuera sobre este proceso, varias con un sesgo interpretativo que revela la orientación del medio o persona que escribe. Así, mientras algunas muestran dudas y aprensiones sobre el nuevo texto constitucional, otras lo valoran y ponen de relieve cómo este nuevo texto refleja –por primera vez– la diversidad social y cultural existente en Chile, y en cuanto a contenidos, incluir diversas temáticas que constituyen preocupaciones centrales en este siglo XXI, como son la materialización de un Estado Social y Democrático de Derecho, la protección del medio ambiente, de los derechos humanos, el acceso a la cultura, o el reconocimiento a las naciones originarias, a través de la plurinacionalidad.
Pero más allá de los juicios críticos o positivos, en el exterior se valora particularmente que la crisis social que vivió Chile el 2019 se esté abordando de una manera institucional, a través de un proceso constituyente, con una participación inédita en nuestra historia. Porque basta mirar el mundo de hoy, para ver que no son muchos los países que logran resolver de manera pacífica y negociada una crisis de la magnitud que experimentamos hace ya dos años. Y esto puede ser un gran activo para la proyección de nuestro país en el exterior, porque la primera carta de presentación de un país en el mundo es qué tipo de sociedad ha logrado construir.
[cita tipo=»destaque»]Una prolongación del proceso generaría no solo un clima de incertidumbre interna, sino también una mirada preocupante desde el exterior, respecto de hacia dónde se orientará nuestro país en los próximos años.[/cita]
Países que han logrado una alta cohesión social, con bajos índices de violencia, respeto a los derechos humanos, instituciones sólidas, que protegen el medio ambiente y tienen economías innovativas, son siempre vistos como socios atractivos en el mundo, tanto por otros países como por organismos internacionales e inversionistas extranjeros. Ahí está siempre el ejemplo de los países nórdicos de Europa, que no necesitan de mucha promoción publicitaria en medios internacionales, porque sus logros en los ámbitos antes descritos hablan ya por sí mismos.
Tenemos, entonces, una gran oportunidad hoy, de reposicionar a nuestro país en el mundo, si este proceso constituyente concluye exitosamente, y que seguramente va a ser tomado como referencia por otros países que buscan redactar o reformar sus propias constituciones. Porque lo cierto es que en el mundo generó gran perplejidad el estallido social del 2019 y la imagen de Chile como un país “exitoso y estable” se resquebrajó, agravado, además, por las masivas violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la crisis. La pregunta en todas partes fue la misma: Qué le paso a Chile ?, porque la verdad nadie en el exterior, y muy pocos acá, anticiparon el malestar e indignación que estaban instalados en amplios segmentos de nuestra sociedad.
Chile en democracia siempre ha tenido una presencia por sobre sus capacidades y peso real en el sistema internacional, y esto gracias no solo a una política exterior proactiva en el mundo, sino también por la manera en que ha procesado y resuelto sus conflictos domésticos, generando una estabilidad social y política que ha sido altamente valorada en el exterior. Esta imagen se vio dañada en años recientes. Pero la nueva Constitución permite retomar esta senda, y la aprobación del nuevo texto sería sin duda un activo para reafirmar nuestra presencia en el ámbito internacional. Por otra parte, una prolongación del proceso generaría no solo un clima de incertidumbre interna, sino también una mirada preocupante desde el exterior, respecto de hacia dónde se orientará nuestro país en los próximos años.
Por ello, sería algo muy notable que el Presidente Boric pudiese llegar a la próxima Asamblea General de la ONU, en septiembre, con el mensaje de “misión cumplida”, sobre todo en momentos en que las noticias lo que muestran a diario son las graves crisis sociales y guerras que están afectando a diversas regiones y países alrededor del planeta. Y los próximos años no muestran un cuadro alentador. La creciente rivalidad geopolítica entre grandes potencias, el retroceso global de la democracia, la crisis climática y el deterioro en las condiciones de vida de cientos de millones, auguran un escenario internacional muy complejo en el tiempo que viene. En este escenario, tener una país más cohesionado, permitirá capear mejor lo que viene, a la vez que también pararnos mejor en el mundo. Y la nueva Constitución, con todo lo que haya que perfeccionar, es, sin duda, una primer paso para ello.