¿Por qué hemos fracasado en nuestros intentos de alcanzar el desarrollo?
En los últimos 58 años Chile ha sido un laboratorio para la experimentación económica a través de modelos que se arman y desarman conforme cambian los gobiernos de turno.
En la década de los 60-70 del pasado siglo prevaleció el modelo desarrollista, impulsado por economistas de la CEPAL que buscaban revertir el subdesarrollo chileno a través de reformas estructurales como la industrialización, la modernización agraria y la planificación del desarrollo en un entorno de cooperación internacional para el progreso.
Durante los tres años de la Unidad Popular predominó un modelo económico planificado estatalmente, con foco en la nacionalización de la gran minería del cobre y un Estado popular que controlaba ciertas áreas estratégicas de la economía, como la industria y la banca, todo esto acompañado de una política de expropiaciones para redistribuir la propiedad de la tierra.
Bajo la dictadura, particularmente a partir de 1979, se impone un nuevo modelo que pregona un capitalismo popular y un plan de privatización de empresas bajo control del Estado, que pretendía llevar a Chile al tan esquivo desarrollo. La propuesta era conformar un mercado de capitales competitivo y atractivo para los inversionistas, recortar el gasto público bajo una rigurosa disciplina económica y liberalizar el comercio con incentivos tributarios.
A partir de 1990, con el retorno a la democracia, un nuevo modelo híbrido, que mantuvo lo fundamental del capitalismo, combinado con políticas sociales focalizadas en la reducción de la pobreza e incremento del salario mínimo, permitió que la economía creciera en promedio de un 7% anual entre 1990 y 1998. Sin embargo, la promesa de crecimiento y mayor equidad se ralentizó durante la década de los 2000, profundizándose la discusión sobre las desigualdades generadas por el modelo neoliberal.
Han sido 58 años de caminos que se bifurcan y aún no conseguimos construir una ruta estratégica y un proyecto de país que nos permita, por fin, alcanzar el desarrollo.
Chile no resiste otro ciclo de experimentos y modelos que se arman y desarman. Es momento de construir: con acuerdos, realismo y proyección.