La destacada académica inglesa Mary Beard, experta en la Roma antigua y ganadora del premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2016, ha entrado con ímpetu a aportar al debate global sobre la “causa del género femenino” tan vigente actualmente. Destaco aquí su libro Mujeres y Poder. Un manifiesto (Ed. Crítica), fruto de dos conferencias suyas convertidas a ensayos.
El primero de estos ensayos –“La voz pública de las mujeres”– aborda el tema de la represión a las voces femeninas en las tribunas ciudadanas. Mary Beard nos informa que en el principio mismo de la tradición literaria occidental ya encontramos un ejemplo de mandar callar a una mujer en público. En la Odisea de Homero, hace casi tres mil años, hay un pasaje que refiere que Penélope, que aguarda el regreso de su esposo Ulises, baja de sus aposentos privados a la gran sala del palacio y se encuentra con un aedo que canta, para la multitud de pretendientes que la apremian para casarse con ella, las vicisitudes que sufren los héroes griegos en su viaje de regreso al hogar. Como a ella no le agrada el tema, le pide ante todos los presentes que elija otro más alegre. En ese momento interviene su hijo, el joven Telémaco: “Madre mía, vete adentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca… El relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa”. A Penélope no le queda más que retirarse a sus habitaciones del piso superior…
Es esta la primera evidencia escrita, en la historia de nuestra cultura, de que las voces de las mujeres son acalladas en la esfera pública. Y Mary Beard se dedica a mostrar en las páginas que siguen la relación entre ese momento homérico clásico en que se silencia a una mujer y algunas de las formas en que no se escuchan públicamente las voces femeninas en nuestra cultura contemporánea y en nuestra política actual.
El discurso público y la oratoria han sido generalmente prácticas y habilidades que definen la masculinidad. La autora ilustra con ejemplos variados de ayer y de hoy los intentos de eliminar a las mujeres de los espacios de discusión pública.
“Mujeres en el ejercicio del poder”, el segundo ensayo que conforma su obra, fija el enfoque en el sustrato cultural que alimenta la misoginia en la política y en los puestos de trabajo. La premisa fundamental de la autora es que nuestro modelo cultural y mental de persona poderosa sigue siendo irrevocablemente masculino: “No tenemos ningún modelo del aspecto que ofrece una mujer poderosa, salvo que se parece más bien a un hombre”, escribe.
En nuestras sociedades, las mujeres todavía son en general percibidas como elementos ajenos al liderazgo y al poder. Recurriendo nuevamente a representaciones del mundo clásico, Mary Beard nos advierte que las mujeres de la Antigüedad no tenían derechos políticos y muy poca independencia económica y social. En el caso de personajes femeninos poderosos –como Medea, Clitemnestra o Antígona– estos distan mucho de ser modelos a seguir, “puesto que en su mayoría se las retrata como usurpadoras, no como usuarias del poder, al que acceden ilegítimamente provocando el caos, la fractura del Estado, la muerte y la destrucción”.
La historiadora y catedrática de Cambridge asegura que, desde antaño hasta nuestros días, la estructura de poder se ha codificado como masculina, por lo que es muy difícil que en ella encajen las mujeres. Su posición es clara y rotunda: “Lo que hay que hacer es cambiar la estructura”.