La política educacional que decretó la Jornada Escolar Completa (JEC) en 1997 buscaba potenciar que las comunidades escolares del país dispusieran de horas de libre disposición para la formación integral. Se trataba de abrir espacios para el desarrollo de proyectos y actividades educativas relevantes en cada contexto, sumando espacios para hacer visibles las diferentes dimensiones del ser humano en medio de un sistema centrado en el desarrollo académico individual.
Ya son pocas las escuelas y liceos que en sus proyectos educativos no proyecten la necesidad de otra “buena educación”, muchas veces relacionados con la formación integral, junto con la pertinencia y relevancia de las acciones educativas en función de los contextos sociales y territoriales. Han ido también en aumento los proyectos educativos que destacan el “cuidado y convivencia con el medio ambiente” como una orientación clave de su hacer.
Según la investigación educativa, principalmente en los espacios educativos más vulnerados y como resultado de la interacción con el modelo educacional, la política de JEC terminó por convertirse en un instrumento para el “éxito escolar” medido por el SIMCE y las pruebas de selección universitaria. Poco quedó para la educación integral y para los anhelos de otra “buena educación”. Hoy la contingencia escolar nos habla de la crisis de un modelo educativo que sistémicamente ha profundizado las tensiones en la convivencia social.
Sin duda cada uno de nosotros, en cada contexto educativo, tiene un diagnóstico con respecto a cómo utilizar mejor esas horas de libre disposición. La propuesta que plantea el modelo pedagógico de la Educación transformadora con la naturaleza es una que apunta a la formación integral de los sujetos y las comunidades a través del desarrollo de experiencias educativas interdisciplinares que movilicen la dimensión afectiva, física y crítica-reflexiva hacia el objetivo de resignificación de nuestra acción en el mundo, con la naturaleza y en los territorios. Durante este segundo año del proyecto Naturaleza Transformadora hemos podido avanzar en dos aspectos claves: la formación de docentes y el diseño e implementación de Unidades de Aprendizaje basadas en el modelo pedagógico propuesto, combinando objetivos curriculares con enfoques integrales.
La Educación trasformadora con la naturaleza es también una apuesta de formación para explorar educativamente la relevancia histórica y social de la forma en la que hemos desarrollado nuestras relaciones con la naturaleza, cuya visibilización nos anticipa nuestros hábitos de convivencia con la diferencia. En la práctica, planteamos hacer converger las ciencias de la tierra, las ciencias experimentales, las ciencias sociales, el arte, el lenguaje –entre otras posibilidades– para adquirir comprensiones y lenguajes relacionales que nos permitan a narrar nuevos futuros posibles, en medio de una crisis socioecológica con imparables consecuencias en nuestro bienestar.
Es una buena noticia que, a partir de un proyecto de modificación de la JEA, hoy se discuta en nuestra sociedad el valor y la pertinencia actual de esas “horas libres” en función de su aporte al desarrollo integral de las comunidades. Es también una buena noticia para la democratización de los espacios educativos que el Consejo Escolar participe de la decisión en cuanto a su uso.
Sería sin duda un avance concreto que la modificación considerara aumentar las horas de dedicación que las profesoras y los profesores requieren para dar un paso adelante en la importante labor de formar seres humanos y comunidades menos “exitosas”, y mucho más enfocadas en una convivencia basada en los cuidados entre diferentes, humanos y no-humanos.