Todo indica, por ahora, que Piñera cuenta con un grupo grande que funciona a su alero y que el peso que tomó en la nueva convención lo podría dejar en la primera línea política, y abrírsele una perspectiva insospechada hace menos de un año (¿alguien podría pensar en Piñera de nuevo en La Moneda?). Por lo visto, para el ex presidente, eso de “la tercera es la vencida” pareciera ser su motor en este rato. O al menos, para posicionar al piñerismo, aprovechando la división en sector –van en tres listas el 7 de mayo- y preparar su propio camino o para alguno de los suyos. Negocio redondo.
En abril del año pasado, Mario Desbordes, emitía una declaración que, más que sorprender, molestó al piñerismo. El hombre de la disidencia en Renovación Nacional, advirtió que Sebastián Piñera estaba preparando su regreso a La Moneda. O al menos, su intención de volver a competir por la presidencia. “No tengo ninguna duda y muchos de los que son cercanos a él no tienen ninguna duda…creo que se mira al espejo y siente que es el único que puede gobernar Chile”. Y el ex diputado y ex carabinero concluyó “yo no lo apoyaría ni a palos”. Corrían otros tiempos, el gobierno de Boric recién empezaba –aún quedaba la estela de la boricmanía– y Piñera guardaba un riguroso silencio, luego de salir de La Moneda, habiendo tenido la peor evaluación ciudadana desde el regreso a la democracia –alcanzó 9% en la encuesta Cadem y 6% en CEP–. La verdad es que Desbordes, que lo que menos tiene es de inocente, intentó darle un golpe al piñerismo, que comenzaba a rearmarse.
Sebastián Piñera es, sobre todo, un hombre de negocios. Sabe poner las fichas en el lugar preciso, aunque también juega apostando a todos los colores. Que más claro que la forma en que negoció las vacunas contra el covid-19. Ahí demostró todo su talento empresarial. Claro que, durante su segundo período, el déficit político fue evidente. El estallido social lo descolocó, la migración venezolana se le transformó en un boomerang y terminó los últimos meses de su gobierno con una mega crisis en el norte y sur incontrolable, y un paro de camioneros que se resolvió cediendo –y con casi todos los ministros en vacaciones–. Además, Piñera tuvo que bajar la guardia en dos temas ideológicamente claves para la derecha: los retiros y la Constitución. De no ser por el aprovisionamiento de las vacunas –un acierto–, y la gestión de la segunda fase de la pandemia, Piñera habría quedado marcado por el rechazo ciudadano expresado en el estallido o sus varios errores no forzados producto de los conflictos de interés –un karma que lo ha perseguido siempre- como el viaje oficial a China con sus hijos –que aprovecharon de hacer negocios- o la venta de Dominga.
Pero el ex mandatario es también un hombre tozudo y obsesivo. Como dijo Desbordes en 2022, “cree que es el único capaz de sacar adelante el país”. Aunque su mayor fantasma, es que quedó con la bala pasada de su segunda experiencia como Jefe de Estado, muy distante de la gloria de “los 33”. Desde el mismo 11 de marzo de 2022, Piñera –igual que cuando terminó su primer período– convocó a sus ex ministros y ex subsecretarios para constituirse en una especie de gabinete en la sombra, instalados en sus oficinas de Las Condes, las que se convirtieron en una verdadera Moneda chica. Si usted revisa la prensa, todas las semanas –todas– desde hace casi un año, sus ex colaboradores hacen declaraciones de todo tipo, partiendo por criticar duramente a la administración de Boric. Con una planificación estratégica impecable, se turnan entre Mañalich –hoy Amarillo–, Paris, Delgado, Ossa, Pérez y otros (as).
Sin embargo, no fue hasta el tercer trimestre del año pasado, que Piñera re aparecerío en escena, sumándose a opinar junto a sus colaboradores. Por supuesto, aprovechó la debilidad del Gobierno y el resultado del plebiscito, para arremeter con fuerza. El piñerismo tomó así un rol protagónico en las negociaciones para continuar con la segunda fase del proceso constitucional, llegando a tal punto, que logró “colocar” en la comisión de expertos y de árbitros a varios integrantes de su “gabinete en la sombra” –encabezados por Hernán Larrain y Katherine Martorell-. Lo mismo consiguió en la lista de Chilevamos , dónde Rodrigo Delgado –uno de sus voceros- va en un lugar privilegiado. Sin embargo, el broche de oro para Piñera lo constituiría la visita a La Moneda de sus ex ministros para colaborar en la tragedia de los incendios. La verdad es que para el ex presidente este debe haber sido un momento de dulce venganza, una suerte de revancha, luego de las críticas recibidas de quienes hoy están en el Gobierno, en los días previos al 11 de marzo pasado, producto de los incendios forestales –un deja vu–, crisis migratoria, delincuencia y el ya mencionado paro de camioneros, cuando 23 ministros y el propio Piñera disfrutaban de sus vacaciones.
Las señales del regreso de Piñera a la contingencia política, son evidentes. No tengo idea si en los planes del ex presidente está postularse por tercera vez a La Moneda, pero es un hecho, que al menos, está pavimentando el camino al piñerismo para que éste cumpla un rol estelar. Y si el ex presidente tenía pensado hace rato activar el regreso, es entendible que haya adelantado algunos pasos al comprobar la debilidad del rival y el hecho que, en la oposición, Kast y Parisi parecen estar sacándole ventaja a Chilevamos y que Matthei comienza a despegarse del montón.
Todo indica, por ahora, que Piñera cuenta con un grupo grande que funciona a su alero y que el peso que tomó en la nueva convención lo podría dejar en la primera línea política, y abrírsele una perspectiva insospechada hace menos de un año (¿alguien podría pensar en Piñera de nuevo en La Moneda?). Por lo visto, para el ex presidente, eso de “la tercera es la vencida” pareciera ser su motor en este rato. O al menos, para posicionar al piñerismo, aprovechando la división en sector –van en tres listas el 7 de mayo- y preparar su propio camino o para alguno de los suyos. Negocio redondo.