Se conoce como “impuesto rosa” o “pink tax” a un sobreprecio que existe en una serie de productos enfocados al uso femenino. Este concepto nació en Estados Unidos hace más de 30 años y, lamentablemente, aún está vigente. Este mayor precio no se explica por diferencias en la elaboración del producto, sino que solo obedece a un estereotipo de género.
Según un estudio del SERNAC del 2021, casi el 7% de los productos analizados en una muestra de productos, presentaba diferencias de precios en su versión femenina respecto al mismo producto orientado a los hombres. En 2020, este mismo estudio reflejó una diferencia de precios en un 20% de los productos analizados. El mismo organismo realizó un estudio en 2022, respecto a diferencias de precios en productos infantiles, detectando que los productos orientados a niñas cuestan un 53% más que el mismo producto en su versión de niño. De esta manera, por ejemplo, una silla infantil para el automóvil, de color rosa, orientada socialmente a una niña, sería poco más de 50% más cara que una de color azul, orientada a un niño. Esto es, a pesar de que ambas sillas son exactamente iguales y solo se diferencian en el color.
Esto nos lleva a pensar ¿es lógico tener esta discriminación de precios? Claramente, la respuesta es negativa, toda vez que no existe justificación técnica o económica para colocar un precio superior a un producto, solo por el hecho de estar orientado al público femenino. Lamentablemente, este es otro ejemplo de la discriminación arbitraria que sufren las mujeres como, por ejemplo, menor salario respecto a un hombre, planes de salud más caros, pensiones más bajas por tablas diferenciadas, entre otros.
Si bien existen iniciativas parlamentarias en torno a regular esta situación, por una parte, también existen iniciativas privadas orientadas al mismo objetivo, como lo que ha anunciado hace poco una cadena de farmacias, se trata de iniciativas insuficientes y de poca cobertura.
A propósito del Mes de la Mujer, se hace cada vez más necesario para nuestra sociedad, debatir en torno a este tipo de arbitrariedades que nos empobrecen como sociedad.