El pasado 22 de febrero cerró la sexagésima séptima versión del CIES – Comparative International Education Society – bajo el sugerente título Mejorando la Educación para un Mundo más
Equitativo (www.cies2023.org). El evento reunió un número aproximado de tres mil quinientos académicos, investigadores y analistas de la educación y la enseñanza. En dicha reunión quedó en evidencia que, en materia educativa, el Norte y el Sur sufren similares problemas. Especialmente, cuando se enfrentan a la presión de los efectos de un clima desequilibrado, el aumento acelerado de las migraciones, las crisis generadas por diversas pandemias sin contar los problemas derivados del desempleo, consumo de drogas o violencia de las guerras que se reflejan en el sistema escolar y las escuelas.
Internacionalmente, la agenda global del desarrollo educativo estableció como metas al año 2030 la escolarización universal en todos los niveles de la enseñanza, la promoción de ambientes innovadores de aprendizaje y la creación una cultura de la innovación, dentro y fuera de las escuelas. Su llamado es a perfeccionar políticas y prácticas, renovar la pedagogía, reinventar las formas de organización escolar e innovar en la cultura del trabajo pedagógico. Según evidencia reciente, esto requerirá de cambios en la organización escolar, la distribución del tiempo en las salas de clase, la creación y fortalecimiento de redes y comunidades de aprendizaje así como el perfeccionamiento de estrategias de desarrollo profesional para llenar vacíos de formación y mejorar el desempeño docente. O sea, será necesario repensar lo que se enseña, cómo se enseña y cómo se evalúan los aprendizajes (OECD/CERI, 2012). Un esfuerzo que necesita de urgentes apoyos institucionales y mayor colaboración hemisférica para mejorar las capacidades de gestión y fortalecer el desarrollo de competencias, duras y blandas, en las políticas y prácticas de formación inicial y el desarrollo profesional docente.
Sin la contribución de los conocimientos y hallazgos de investigadores del Norte y del Sur será difícil ofrecer respuestas a los problemas que hoy aquejan tanto a los países desarrollados como los que aún se encuentran en vías de desarrollo. En el caso chileno, como en muchos países de América Latina y el Caribe, la desigual distribución de las oportunidades educativas y la dudosa calidad de la educación, especialmente la de la educación pública, continuará siendo el principal desafío a resolver de cara a las metas comprometidas en la agenda de la Educación 2030. Aunque la expansión de programas de cuidado y educación de la primera infancia seguirá siendo relevante, el mayor desafío será avanzar en asegurar un nivel de calidad satisfactorio en los niveles básicos de la enseñanza, toda vez que está demostrado que los efectos positivos que se espera de los aprendizajes en los ámbitos de la lectura, la escritura, matemáticas y ciencias no se producen –e incluso pueden ser perjudiciales- si los programas no mejoran su calidad (UNESCO/OREALC/ERCE2019).
En primaria, la prioridad será atender al desafío de asegurar el acceso y conclusión de la educación obligatoria y proveer mejores condiciones para que los niños en situación de desventaja permanezcan en la escuela. Esto supone programas sociales y de apoyo financiero a las familias, programas compensatorios hacia las escuelas que atienden a las poblaciones vulnerables. Mejores condiciones para la enseñanza y el aprendizaje, mejor clima escolar, mayor tiempo en las escuelas, mejores recursos para el aprendizaje, menor segregación social en los establecimientos son todas políticas que pueden informar la prácticas escolares en el sistema público de la enseñanza. En la educación secundaria, persiste la necesidad de expansión y reformas, una agenda íntimamente ligada a otra de transformación de propósitos, procesos y formas de organización escolar, sin la cual los objetivos de equidad y calidad se verán seriamente comprometidos y será difícil universalizar la educación secundaria de manera sostenible y con sentido para los jóvenes.
En la educación no formal y programas de educación a lo largo de la vida, los desafíos son múltiples. Se hará necesario revertir la tendencia desigual de su desarrollo y se requerirá de mayor protagonismo público en términos financieros. Paralelamente, habrá que fortalecer las instituciones universitarias para generar una capacidad propia de producción científica y tecnológica, aspecto en el que los países del ahora denominado Sur global se encuentran crónicamente retrasados.
Por último, en dominios recientes, como lo es el poner a las nuevas tecnologías de la información y comunicación al servicio de los aprendizajes, será necesario deshacer el nudo que hoy representa su uso educativo y recurrir a la participación del conjunto de la sociedad para trabajar en las hoy denominadas “cápsulas digitales”. Una estrategia que integra saberes y experiencias, que puedan compartirse – de manera remota – con las comunidades escolares en todos los niveles de la enseñanza y bajo todas las formas de aprendizaje. En este último caso, resulta imprescindible que tantos investigadores, como planificadores y formuladores de políticas, apelen a la experiencia acumulada por algunas redes y alianzas público-privadas, que ponen la innovación al servicio de los aprendizajes y promueven la formación de vínculos con los centros escolares, especialmente allí donde existen pocas oportunidades de conexión, acceso a la enseñanza online o plataformas digitales.