La situación de las mujeres en el sistema previsional chileno ya es conocida: esperanza de vida mayor a la de los hombres, brecha salarial de casi un 30%, y menos años de cotización, puesto que la edad de jubilación es cinco años menor que la de los hombres y el porcentaje de mujeres con lagunas debido a la maternidad o al cuidado de familiares es significativamente mayor.
Considerando lo anterior, es importante recordar que en el pasado hubo cambios que apuntaron a mejorar la situación de las mujeres. La reforma de 2008 incluyó dos figuras que cumplían este objetivo: un bono por hijo, que equivale al 10% de 18 ingresos mínimos vigentes a la fecha de nacimiento del hijo, a pagar a los 65 años en forma de pensión; y la compensación económica por nulidad o divorcio, donde un juez puede determinar que hasta el 50% del fondo de pensiones obligatorio del cónyuge, puede pasar a la cuenta individual del cónyuge afectado.
Por otro lado, lo ocurrido en los últimos años con los retiros de los fondos de pensiones, nos mostró que los hombres retiraron más que las mujeres, tanto por proporción de fondos como por cantidad de individuos. El número de solicitantes hombres fue mayor al de mujeres; en el tercer retiro, el 58% fueron hombres frente un 42% de mujeres. Respecto de los montos promedio solicitados, estos son significativamente menores en mujeres que en hombres en todos los retiros. En el primero, las mujeres solicitaron en promedio $1.199.227 y los hombres $1.608.447.
¿Todo esto quiere decir que las mujeres se vieron menos afectadas? Todo lo contrario. A pesar de que los montos retirados por ellas fueron menores a los de los hombres, según datos de la Superintendencia de Pensiones, se estima que la caída en las pensiones autofinanciadas futuras será de un 38% para mujeres versus un 29% para hombres. De avanzar futuros proyectos de retiros, el efecto siempre será más regresivo en mujeres y grupos más jóvenes.
Para adelante, la propuesta de Reforma de Pensiones también incluye varios aspectos que apuntan a mejorar la situación de las mujeres. Por ejemplo, que exista una compensación por tablas de mortalidad en 10% (para jubiladas actuales y futuras), asumiendo que la mujer vivirá lo mismo que el hombre, con un tope de pensión autofinanciada equivalente a UF 15.
Al menos la propuesta de reforma tiene un espíritu que va en ese sentido y de alguna manera se hace cargo de nivelar la cancha. Sin embargo, el futuro se mantiene incierto y falta mucha discusión por delante a nivel legislativo. Lo importante, también, es que el debate se genere dentro de las empresas, donde el rol de los empleadores de fomentar el bienestar financiero enfocado a grupos de más vulnerabilidad (jóvenes y mujeres) sea central. Un manejo adecuado de las cargas financieras de los hogares, tener políticas de equidad (salarial y a todo nivel) y educación financiera son iniciativas tremendamente relevantes que las empresas deben empujar para que, al llegar el momento de nuevos cambios, tanto hombres como mujeres estén preparados y tengan las herramientas para tomar decisiones financieras y familiares con sustento.