El 30 de marzo es el Día Internacional del Trastorno Bipolar, con ocasión del natalicio del pintor holandés Vincent Van Gogh, quien fue póstumamente diagnosticado con esta enfermedad. El objetivo es sensibilizar a la comunidad, derribar estigmas que suelen hacer difícil la vida cotidiana de las personas que la portan y que, tal como se expresa en la obra y biografía de Van Gogh, las relega al aislamiento y la soledad.
El Trastorno Bipolar es una enfermedad mental eventualmente grave, recurrente y de carácter crónica, que se caracteriza por oscilaciones del estado de ánimo que se alternan con períodos de eutimia (término empleado para referirse a un ánimo normal, ni deprimido ni elevado). Se estima que en nuestro país afecta al 2,2% de la población y su diagnóstico preciso puede tardar entre 3 y 12 años. En 2013, fue integrada al programa de Garantías Explícitas en Salud (GES), en consideración de su impacto en la calidad de vida de las personas, la posibilidad de integración en el mundo laboral, el mantenimiento de relaciones interpersonales y familiares positivas, y la carga socioeconómica y sanitaria que implica.
Sin duda, el programa GES Bipolaridad ha contribuido al diagnóstico temprano, el tratamiento oportuno y al acceso a medicamentos eficaces para la reducción de síntomas y mantención del estado eutímico. Sin embargo, aun cuando se han considerado intervenciones psicológicas a nivel individual y familiar, sigue siendo importante el desarrollo de programas con un foco psicosocial. Un ejemplo de esto son los grupos de apoyo de pares, como los organizados por la Fundación Círculo Polar. Evidencia proveniente de otros países sostiene que estos protegen del estigma, mejoran la autoestima, la autoeficacia, la esperanza y la motivación. En conjunto, quitan las barreras que muchas veces impiden acceder a los tratamientos, aunque estos estén disponibles.
Es necesario asumir entonces, como profesionales de la salud, investigadoras e investigadores en salud mental y como formadoras y formadores, la tarea de generar las condiciones para el desarrollo de oportunidades de apoyo y promoción de bienestar psicosocial, como una de muchas formas de respaldar como sociedad a las ciudadanas y los ciudadanos portadores del diagnóstico de bipolaridad.