Querido Emepé,
Es cierto que ya no puedo llamarte con el nombre que aparece en tu partida de nacimiento.
Es cierto que los tiempos han cambiado y que no faltan quienes han querido cancelarte. Convengamos, eso sí, que el nombre era un poco fuerte, qué hay muchas sensibilidades hoy, que has quedado fuera de los consensos.
Debo explicarte, querido MP… ¿puedo llamarte así? … que nuestra especie es muy veleidosa.
Imagino que en los miles de años de historia que hemos transitado juntos, habrás notado la irracionalidad de nuestros actos. Hoy tu nombre perturba, hace un par de años te hicimos hasta una escultura. Y tú no habrías cambiado, seguirías siendo el mismo, todo negro, con tu pañoleta roja al cuello, con tu cola algo curva, pero decidida. No, tú no habrías cambiado.
Como todos los de tu especie, tu arco superciliar convoca al encuentro, llama a la simpatía. Y por eso, querido MP, caminabas con quienes te protegían y protegías a quienes contigo marchaban. Es probable que, como todos los de tu especie, hubieras preferido olfatear a tus semejantes, mover la cola y salir a jugar. Pero esto era cosa de humanos y la contienda era desigual. ¿Cómo podrías haberte confundido? De un lado estaban los contusos, del otro, las y los heridos con daño ocular.
Lo tenías claro, querido MP. Imagino que lo tendrías igual de claro hoy. Pero, como lo intuyes, los humanos somos volubles, tú lo sabes. De pronto te ofrecen comida y casa y al día siguiente te tiran a la orilla de un camino rural.
Miles son los que marcharon contigo y hoy, cuando hay otros consensos, hay quienes quisieran exorcizarte. Si de ellos dependiera, traerían a la perrera, exhumarían tu cuerpo y te condenarían no a una sino que a dos o a tres cadenas perpetuas por atentar contra la autoridad, invocando de seguro nuevas leyes.
Cierto, tu nombre no era muy afortunado, pero para que una figura pública te declare como un incitador a la violencia, ¿no será un exceso? Es como si a los hotdogs se les acusara de ofensas a la moral.
Estamos claros – o creíamos estarlo – querido Emepé. La tuya y la mía son especies distintas, ¿no?
Cada cual con sus cosas y congeniamos de uno y mil modos. Pero el que tú corras con las y los jóvenes es cuestión de filogenia: descendiente de animales gregarios, solidarios entre sí, amantes del colectivo. Porque, ¿habrás visto matarse entre lobos de la misma manada? Los lobos deben pensar, creo yo, “que no sea el lobo un hombre para el lobo? ¡Que la genética nos libre de algo así!”. Dejemos eso para mi especie, donde el hombre es el hombre del propio hombre. Pareciera no haber peor cosa.
Y, claro, a ti te acusan, querido MP, de incitar a la violencia y callan cuando a tus congéneres los han entrenado para atacar a los pueblos americanos, a los campesinos, y para torturar a mujeres y hombres. Cuando los han encadenado para cuidar sus propiedades, cuando los sueltan para que ataquen a quienes transiten rumbo a las montañas de este país, que los crien para correr o para destruirse, al modo humano, los unos a los otros. Nada dicen de quienes han querido hacer del perro un “lobo” para afincarse en el poder y someter a quienes les estorban.
Querido Emepé, cuando eso hacen, embriagan a tus hermanos, los enjaulan, los enfurecen y los trastornan. Eso, claro está, no es una cuestión de perros es una cuestión de hombres. En estos últimos diez, quince mil o más años, querido MP, tu especie ha visto a la mía errar por el mundo poseída de verdades que no eran tan verdades: a han visto desfilar en nombre de la patria rumbo a los campos de concentración y de exterminio, la han visto invocar a dios para mutilar a las mujeres o matar civiles, la han visto agitando las aguas en nombre de la democracia para silenciar a quienes disienten. Es aquello de lo que tu especie ha sido y es testigo.
Quieren proscribir tu nombre, concedámosle aquello. ¿Querrán también proscribir la imagen de un perro negro con bandana roja (o verde, o lila, también)?
Querido, MP, en efecto, tal vez sea bueno cambiar el nombre.
Al fin, los nombres son transitorios, lo que vale, creo yo, son las relaciones que entre y dentro de las especies se desarrollan. Si para awacharnos, querido MP, es preciso hacerlo, se hace. Entre tanta locura, creo yo, es el camino a la sensatez. Yo puedo cambiar mi nombre, digamos Francisco, en mi caso, porque más de alguien se puede ofender si digo, digamos, Carlos a secas, Ernesto o Wladimir. Y tú, en nombre de la paz, de este awachamiento recíproco, puedes volver a tu primer nombre – y si fuera Blackie yo lo cambiaría porque en este lado de las especies se prefiere ser lo que no se es a ser lo que se es – de modo que Negro me parece bien, negrito entre nosotros. O quizás Kurritrewa., ¿te parece?