El uso permanente de las FF.AA. en tareas excepcionales es evidencia concreta de que el Estado y sus instituciones han sido sobrepasados y degradados, así como la tendencia a su uso permanente indica la disposición del mundo político de querer administrar un problema más que solucionarlo. En el mediano y corto plazo dicho costo será muy superior a los beneficios de actuar en forma proactiva, adoptando las medidas adecuadas, con pleno respaldo a las instituciones que constitucionalmente deben velar por el Estado de Derecho. De esta forma, se fortalece y no debilita el sistema democrático. No hacerlo es autoengañarse, como en el dicho popular “cometiendo trampa en el solitario”.
Hace casi un año, para ser más preciso, el 23 de marzo de 2022, se publicó en este mismo medio una columna de opinión titulada “El presidente Boric y las Fuerzas Armadas” . En esa oportunidad estábamos hablando de un Presidente que no tenía más de dos semanas en el cargo y, por ende, el foco de la columna era cómo relacionarse y trabajar con las instituciones de la Defensa Nacional, pero ahora estamos hablando de un Mandatario y una ministra que ya llevan más de un año en el cargo, y que posiblemente, contrario a sus ideas políticas previas, han tenido que gobernar muy desde un comienzo de este Gobierno con el apoyo de unidades militares y navales desplegadas en la Macrozona Sur debido al Estado de Excepción Constitucional de Emergencia y, desde hace poco, también en la frontera con Perú y Bolivia a través del mecanismo de infraestructura crítica.
Como dice el título de la columna, el problema sobre el cual hablaremos en esta oportunidad está no en el uso, sino en el abuso que se ha hecho de las Fuerzas Armadas durante el actual Gobierno, los riesgos y problemas que ello conlleva.
Para ser justos, el uso de los institutos armados no es algo de exclusividad del Presidente Boric. Sebastián Piñera los había usado largamente en su último mandato para fines del accionar del Gobierno en el manejo del COVID-19, y antes que eso, tanto él como sus antecesores, para fines de incendios y catástrofes naturales, llegándose al punto de que se crearon brigadas forestales que se activan en los períodos estivales y se dedican aeronaves militares para apagar incendios forestales.
El uso de las FF.AA. para fines distintos de sus roles primarios y fundamentales de defensa del territorio, la soberanía y el interés nacional donde sea que este ubicado, implica:
Volver a dedicar a las Fuerzas Armadas a lo que les es propio y solo darles un uso excepcional en temas de seguridad interior, corrige los problemas antes mencionados, ya que de lo contrario hay que hacerse cargo de las consecuencias que el abuso en el uso de las Fuerzas Armadas para otros fines genera para el futuro de Chile, cumpliéndose el dicho “pan para hoy, hambre para mañana”.
Alguien podría decir que la prioridad actual del Gobierno es la seguridad interior y por eso es que se justifica el uso de las instituciones de la Defensa Nacional, pero también debemos entender cuál es el costo y las consecuencias de hacerlo. Nada es gratis en este mundo. Las Fuerzas Armadas son instituciones permanentes de la República, por algo existen y debemos preocuparnos por ellas, y si el Presidente en virtud de sus facultades decide darles un uso, que no sea un abuso.
Con todo, y como comentario final, el uso permanente de las FF.AA. en tareas excepcionales es evidencia concreta de que el Estado y sus instituciones han sido sobrepasados y degradados, así como la tendencia a su uso permanente indica la disposición del mundo político de querer administrar un problema más que solucionarlo. En el mediano y corto plazo dicho costo será muy superior a los beneficios de actuar en forma proactiva, adoptando las medidas adecuadas, con pleno respaldo a las instituciones que constitucionalmente deben velar por el Estado de Derecho. De esta forma, se fortalece y no debilita el sistema democrático. No hacerlo es autoengañarse, como en el dicho popular “cometiendo trampa en el solitario”.