En la actualidad ya se han realizado en el hospital digital más de tres millones de transacciones. La segunda línea es el desarrollo de las TICs y de sistemas de información que incluyen la digitalización de la red hospitalaria pública y de los centros de atención ambulatoria, que tiene un buen avance a la fecha, pero que es necesario y urgente completar (ficha clínica electrónica y ERPeces), y también incluye la generación de información para la infatigable sed del nivel central, al punto que a veces esto se transforma en lo primordial y puede llevar a hacer del asunto un verdadero dilema, frente a recursos escasos. Rectoría versus provisión de servicios a la ciudadanía, donde radica la insatisfacción. Un elemento clave de esta segunda línea estratégica es la interoperabilidad, para conectar sistemas de distinto origen y canalizar el flujo de información.
En cuanto a la incorporación de tecnologías de información en la industria sanitaria, el Ministerio de Salud ha dado varios giros estratégicos –y a veces de marca mayor– en las últimas décadas. Estas son las famosas TICs de las que tanto se habla, en un sentido amplio. Fuimos y volvimos varias veces. Casi siempre parecía que estábamos empezando de nuevo. ¿Y ahora qué?, nos preguntábamos cada vez. Y legiones de expertos informáticos que se apoderaron del espacio hablando en un lenguaje docto y singular intentaban explicarnos cada vez, sin resultados. Por cierto, había algunos de los nuestros –salubristas y administradores sanitarios– que figuraban como “adelantados” y parecían entender del asunto y replicaban los términos apropiados como loros (en el alambre). Entonces yo me pregunto: ¿para qué sirve todo esto?, ¿detrás de qué andamos?, ¿qué queremos resolver?, ¿de qué nos están hablando los expertos? De pronto pareciera ser que las TICs son un fin en sí mismas y no simplemente medios para mejorar y modernizar el quehacer de la industria y proveer de esta forma servicios dignos, oportunos y de calidad creciente a los pacientes. Parte del asunto es, por lo demás, una transformación inevitable, como en cualquier otro sector de la economía.
Hoy el Ministerio de Salud trabaja en dos líneas estratégicas: la primera es el desarrollo del Hospital Digital –invención pretérita– que en lo central permite conectar “online” a médicos generales y pacientes con especialistas, en la idea de resolver la escasez relativa de algunos de estos últimos, pero también pensando –supongo– en normalizar esta práctica en la prestación de servicios médicos en el sector público. En la actualidad ya se han realizado en el hospital digital más de tres millones de transacciones. La segunda línea es el desarrollo de las TICs y de sistemas de información que incluyen la digitalización de la red hospitalaria pública y de los centros de atención ambulatoria, que tiene un buen avance a la fecha, pero que es necesario y urgente completar (ficha clínica electrónica y ERPeces), y también incluye la generación de información para la infatigable sed del nivel central, al punto que a veces esto se transforma en lo primordial y puede llevar a hacer del asunto un verdadero dilema, frente a recursos escasos. Rectoría versus provisión de servicios a la ciudadanía, donde radica la insatisfacción. Un elemento clave de esta segunda línea estratégica es la interoperabilidad, para conectar sistemas de distinto origen y canalizar el flujo de información.
Habida cuenta de lo anterior, existen en el sector de la salud, a mi entender, dos cuestiones de las que pocos hablan, pero a cuya solución estas TICs habrían de contribuir, necesariamente.
En primer lugar, hay una dimensión que figura en el ámbito de los bienes públicos, cual es la conectividad sectorial a lo largo del país, larga, angosta y accidentada faja de tierra, con gran dispersión de población y de la propia red asistencial de salud. Las TICs han de estar al servicio de construir tal conectividad. Y algo se hizo al respecto en el pasado, pero las rutas hoy se han estropeado, se han tornado rudimentarias y no hemos estado atentos a su actualización y mantenimiento. Y si acaso lo hemos estado, el desarrollo tecnológico siempre va mucho más rápido que lo que el sector público con sus exiguos presupuestos puede capturar en su beneficio. Vaya a explicarle usted esto a los habitantes de Teatinos. Por lo pronto, la red asistencial se conecta con dificultad. Es decir, no es cosa de hacer un doble clic. Pero se está trabajando en eso, asumiendo que el Estado tiene el imperativo de generar esa conectividad que a la salud mucho importa, si no ¿quién?
En segundo lugar –y miro ahora el asunto desde la perspectiva de los usuarios–, las TICs han de ponerse al servicio de fortalecer el funcionamiento de la red asistencial pública, por donde fluye la modalidad de atención institucional de Fonasa (MAI), desde la APS hasta los hospitales y viceversa, única alternativa de atención de los indigentes, que no usan la libre elección. Esta modalidad de atención institucional, de naturaleza cerrada –como el managed care americano–, opera sobre la idea de tener población a cargo –la que se conoce bien, porque quienes la conforman están inscritos con su rut en los centros de atención primaria– y así anticiparse a la aparición de los daños y garantizar la continuidad de los cuidados a dicha población.
Pues bien, tal cosa descrita antes en términos teóricos desgraciadamente no ocurre en la práctica del sistema –ni hablar de los tiempos y listas de espera para cirugías NO GES y consultas de especialidad– y los gobernadores de las TICs no han incorporado todavía en sus planes la idea de que una tarea fundamental consiste en facilitar esta singular puesta en escena: la gestión “en red”. Si mi memoria no me engaña, algo hubo antes en esta materia, en los noventa, pero luego se olvidó. A lo mejor esto pasa porque nadie lo ha pedido. Por lo pronto, no he escuchado a nadie, a ningún experto, que lo diga con claridad. La MAI es lo que hace singular la oferta de servicios en el modelo de atención que hemos propiciado y mantenido durante decenas de años en el sector público. Tal modelo de servicios no se despliega en el sector privado, así es que no hay allí “un referente de mercado”.
Nótese que estos dos aspectos mencionados constituyen lo que distingue el desafío de las TICs en el sector público respecto del desafío de las mismas en el sector privado de la salud, donde tales desafíos no existen porque no hay managed care y el mercado hace la repartija, desarrolla las funciones y resuelve espontáneamente, factibilidad económica mediante, los asuntos que el hospital digital –hospital virtual, en realidad– pretende ahora resolver también en el sector público. En todo eso no existen diferencias entre los sectores público y privado de la industria; en efecto, es exactamente lo mismo aquí que allá. Pero en los dos primeros asuntos que hemos detallado, sí hay elementos estratégicos fundamentales para el desarrollo del sector de la salud: la conectividad –problema país, por lo demás– y la facilitación de la gestión “en red” con población a cargo en los territorios.
Ni hablar de los cuantiosos recursos que en cada voltereta se han comprometido. Ni de la diversidad infinita de soluciones pequeñas que se ofrecen en este mercado colmado de asimetrías. A través de los años vimos entrar y salir agentes con maletines llenos de pequeñas soluciones, desde los “miniteles” franceses y las fórmulas expertas de la OPS –apelo de nuevo a mis rudimentarios recuerdos– hasta multiplicidades de APPs al día de hoy. Y cada vez es peor, porque business are business. Entonces, ¿dónde está lo verdaderamente valioso? Surge naturalmente el alto riesgo de despilfarro, dadas las asimetrías y dado que tampoco hemos sabido bien para dónde vamos con todo esto. Entonces, como diría Cortázar, hemos dejado “claros” para que nos den un picotazo.
Después de escuchar lo que por estos días he escuchado, tengo la secreta esperanza de que esta vez sí podamos dar un golpe de timón.