La regionalización de la IA es clave, no solo en términos de instalarla a lo largo y ancho del país, sino para que los ciudadanos sigamos deliberando la tecnología desde nuestra historia e identidad multicultural. Pienso, en efecto, que una División de Regionalización, que dependa directamente del director ejecutivo, podría agregar un tremendo valor, en circunstancias de que formalizaría a uno o más responsables del proceso de regionalización de la IA al interior del CENIA.
Después de la carta en la que más de mil expertos –entre ellos Elon Musk, Steve Wozniak y Yuval Noah Harari– solicitaron frenar el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) por seis meses ante los riesgos que entraña el desarrollo de sistemas superiores al GPT-4, las preguntas que nos caben son: ¿Debe Chile de algún modo tener en cuenta la advertencia? ¿Qué puede y debe hacer el país?
El ChatGPT, lanzado a finales del año pasado, representó un salto cualitativo en relación a cualquier otro sistema de IA previo: aparece como una entidad “inteligente” capaz de interactuar con nosotros y ofrecer respuestas pormenorizadas a una miríada de cuestiones planteadas en diferentes dominios del saber. Si alguien aun duda de su poder, debería dedicarle una mañana entera a probarlo. No en balde se le llama “Google Killer” (asesino de Google).
La IA, de hecho, se está mostrando por fin como en la narrativa de sci-fi, más o menos como la “todopoderosa” MULTIVAC de Isaac Asimov. En los últimos meses ha dejado de ser aquel sueño frustrado de los científicos e ingenieros de la computación, quienes tenían que conformarse con la idea de desarrollar sistemas superespecializados en uno o más dominios, pero jamás en todos. Creo que en este punto están ad portas de derrumbarse estrepitosamente las tesis de algunos filósofos de la tecnología como Éric Sadin, que no dan mucho crédito a la posibilidad de una IA general.
Sin embargo, debemos ser responsables y no sucumbir ante la maravilla. Un informe reciente del banco de inversión Goldman Sachs señala que con la IA es probable que desaparezcan 300 millones de empleos, una cifra que cuadruplica la que había anticipado el Foro Económico Mundial en 2018 a propósito de la Cuarta Revolución Industrial. A mi parecer, la proyección es fidedigna, si consideramos, por ejemplo, que la empresa china NetDragon fue capaz, durante el pasado agosto, de poner en marcha una IA en calidad de CEO de una de sus principales filiales. ¿Qué le espera, pues, al resto de trabajadores?
Como país es indispensable que le pongamos el acelerador a la implementación de la Política Nacional de Inteligencia Artificial y, en particular, que usemos la instancia del Centro Nacional de Inteligencia Artificial (CENIA) para democratizar la IA entre los ciudadanos.
Este 2023 el CENIA cumplirá dos años desde que entrara en funcionamiento, tiempo suficiente para que empiece a repensar su estrategia de difusión y vinculación con el medio, y para que baraje, tal vez, la idea de implementar una “División de Regionalización”, pues a la fecha solo ha conseguido establecer alianzas con 9 universidades y 10 empresas (si las estadísticas de su página web están actualizadas). En la opinión de este humilde ciudadano de a pie, eso parece muy poco comparado con la capacidad contratada para investigación y administración del centro. ¿Hacia dónde están apuntando mayoritariamente sus esfuerzos? Queda la duda. La información en su sitio web no es muy clara, sin considerar que carece de apartados básicos como “Quiénes somos”, “Qué hacemos” o “Valores que nos movilizan”, así como de una definición corporativa de “inteligencia artificial” y si este concepto involucra por ventura la construcción democrática de un cierto tipo de capacidad tecnológica en el país.
La regionalización de la IA es clave, no solo en términos de instalarla a lo largo y ancho del país, sino para que los ciudadanos sigamos deliberando la tecnología desde nuestra historia e identidad multicultural. Pienso, en efecto, que una División de Regionalización, que dependa directamente del director ejecutivo, podría agregar un tremendo valor, en circunstancias de que formalizaría a uno o más responsables del proceso de regionalización de la IA al interior del CENIA.
Esta nueva unidad, que no tiene por qué ser numerosa (bastaría con un par de ingenieros o relacionadores públicos con muchas ganas de dialogar y extender redes, y un par de periodistas expertos en comunicación estratégica) podría realizar un sinnúmero de actividades que permitan ir acercando al CENIA a los municipios, universidades y colegios y liceos en regiones, muchos de los cuales seguramente no se atreven a comprometer ahora mismo algún tipo de alianza con el centro –suponiendo que los ha contactado –debido a otras temáticas que les absorben (como podría ser el caso de la Universidad de La Serena, que imparte la carrera de ingeniería en computación a través de su Departamento de Matemáticas, pero que hoy lleva adelante, entre otros, el importante proyecto de levantar una escuela de medicina).
Concretamente, este es el tipo de acciones que podría conducir una División de Regionalización:
Esta última instancia, que bien podría ser la primera en implementarse por su bajo costo, permite explicar cuál debe ser el espíritu de la división que se propone. Pues claramente unos ingenieros, relacionadores públicos y periodistas no pueden por sí solos formular el modo de la concientización de la IA. La mejor manera de hacerlo es convocando a académicos universitarios, profesores de enseñanza básica y media, así como colectivos artísticos y artistas individuales con cierto renombre local para que conformen en cada región una suerte de comité científico, humanista y artístico de la IA. Este no estaría subordinado al CENIA, pero sí le reportaría su actividad para que pueda ayudarle desde en la gestión de difusión de las ideas (oportunidades e inquietudes) que suscita la tecnología en cuestión.
De esta manera, en un diálogo paritario y plural, dichos comités podrían forjar y liderar instancias de penetración de la promoción y el debate en torno a la IA a través de los periódicos, la radio, la televisión y las redes sociales regionales. Bajo este esquema, no sería raro leer en el futuro, en el diario El Día de la Región de Coquimbo o La Prensa Austral de Magallanes, cómo se implementa un sistema de predicción de cultivos o de detección de plagas sobre la base de la IA. O bien, leer ahí mismo interesantes columnas de opinión y reseñas de libros, películas y demás que traten el fenómeno tecnológico en auge. Y lo mismo corre para los artistas, que podríamos imaginarlos criticando la IA con ingeniosos murales en las coloridas casitas y escaleras de los mágicos cerros de Valparaíso.
En fin, en esto residiría la esencia de una buena División de Regionalización: su poder de replicación y delegación. En otras palabras, a través de ella el CENIA podría instalar instancias que funjan como embajadas de la discusión, la investigación e implementación de la IA en el mundo público y privado, para que esta tecnología se desarrolle de forma más o menos autónoma desde regiones, atendiendo a la idiosincrasia y necesidades de cada territorio. Chile, entonces, no solo sería un referente en Latinoamérica, sino quizá también mundial por haber sido capaz de co-construir la IA junto a sus ciudadanos.