Publicidad
Gripe aviar y humana: una oportunidad para replantear nuestra relación con el ambiente Opinión

Gripe aviar y humana: una oportunidad para replantear nuestra relación con el ambiente

Publicidad

La mayoría de los casos humanos se han producido en contextos laborales (siendo las granjas industriales las que suponen el mayor riesgo) o en el ámbito de la caza de animales. ¿Por qué no discutimos sobre la seguridad de los trabajadores de la industria alimenticia?, ¿o sobre las condiciones de hacinamiento en que las aves y otros animales son criados para nuestro consumo?… ¿Cuántos efectos negativos tenemos que sufrir como sociedad para plantearnos una nueva forma de producción y de relacionarnos con el ambiente?


Muchos de nosotros conocemos a alguien que ha tenido influenza (o la hemos sufrido nosotros mismos). Esta enfermedad (que en otros países se suele llamar gripe) es una enfermedad producida por una infección vírica, que en la mayoría de los casos suele ser leve y se confunde con el resfrío común, aunque son solo distinguibles mediante pruebas de laboratorio. Una gran diferencia entre la influenza y el resfrío es que el primero, en ciertas personas susceptibles, puede requerir tratamiento hospitalario debido al desarrollo de una neumonía grave que puede ser mortal.
Como la mayoría de los virus respiratorios, la transmisión de la influenza se produce por el contacto con gotitas respiratorias que se propagan cuando una persona infectada habla, tose o estornuda. La circulación del virus suele ser estacional, principalmente en invierno (por eso las campañas de invierno para vacunar a gente con factores de riesgo), y asociada no tan solo al aumento de la presión hospitalaria, sino que también a un gran porcentaje de absentismo laboral/escolar, generando pérdidas de productividad para todos los países. Cada cierto tiempo, el virus muta y adquiere la capacidad de transmitirse entre las personas de manera descontrolada, siendo capaz de originar incluso una pandemia (aunque ya pocos se acordarán de “la gripe porcina” de 2009). Con esto creo que queda claro que, aunque puede parecerse, no se trata de un resfrío común.
El virus de la gripe (o la familia de virus mejor dicho), no solo afecta a nuestra especie. Existen virus emparentados a los que se transmiten entre humanos y que enferman a otras especies animales, como los cerdos y aves, y que producen una enfermedad relativamente similar a la que se da en las personas. De hecho, actualmente el planeta esta viviendo una panzootia de gripe aviar (equivalente al término pandemia, pero en animales), específicamente debida al virus de la influenza aviar altamente patógena (IAAP), subtipo H5, de linaje euroasiático. Sobre este tema fue publicada una columna a mediados de marzo que hacía referencia a cómo el concepto de “Una Salud” era muy patente en el caso de la influenza humana y animal.
Desde entonces hasta ahora, los eventos han seguido el curso que los expertos han advertido y, que como suele suceder, se toman en cuenta demasiado tarde. Solo en Chile, hasta el 20 de abril, ya hay 16 regiones con casos de gripe aviar en 44 especies animales distintas, tanto en el ámbito salvaje como en la industria avícola (según datos disponibles en la página del SAG). Por otro lado, el Sernapesca informó que durante este año y hasta el 9 de abril, han encontrado más de 4 mil ejemplares de lobos marinos comunes, pingüinos de Humboldt, chungungos y hasta delfines que han varado muertos en las costas del país, principalmente en la zona norte. Y también hemos conocido el primer caso de infección humana por este virus en Chile (y el segundo de América Latina después de un caso en Ecuador en enero de este año).
Según la información publicada por las autoridades sanitarias, se trata de un hombre de 53 años de Antofagasta que aún se encuentra hospitalizado con ventilación mecánica. El contacto potencial del paciente con aves silvestres, mamíferos marinos y/o exposiciones ambientales no se ha confirmado, pero sus contactos cercanos no han presentado la enfermedad. Esto parece indicar que el contagio ha sido a partir de un animal infectado y afortunadamente no se ha producido transmisión de persona a persona. Es de esperar que con el tratamiento recibido pueda sobreponerse a la enfermedad y ser dado de alta próximamente.
Estos eventos nos hacen cuestionarnos si como sociedad no hemos aprendido que la prevención es mejor que tomar medidas reactivas (me refiero especialmente a lo que ocurrió y sigue ocurriendo con la pandemia de la COVID-19).
El ISP en colaboración con los CDCs estadounidenses han analizado genéticamente el virus que enfermó a esta persona y han publicado un informe hace unos días donde al menos se entregan buenas noticias. El virus aislado pertenece a la variante que ya se sabe que circula en aves (no es un nuevo virus desconocido), su capacidad de transmisión de animales a humanos y entre humanos sigue siendo baja, y el virus es sensible a los tratamientos antivirales disponibles. Sin embargo, se observó que el virus es capaz de adquirir nuevas mutaciones mientras infecta a una persona (sobre todo en los casos de enfermedad grave). Esto nos indica que, mientras más casos humanos sucedan, estamos apostando a que la suerte continúe de nuestro lado y el virus se siga comportando como hasta ahora.
En este informe, se señala que el virus pertenece a una cepa sobre la cual se están haciendo múltiples investigaciones para producir una vacuna. Pero esto nuevamente nos obliga a reflexionar: ¿vamos a esperar que una vacuna nuevamente nos salve de esta? Sobre todo, sabiendo los problemas logísticos, las barreras económicas y los conflictos éticos que implica una medida de salud publica de este tipo. La mayoría de los casos humanos se han producido en contextos laborales (siendo las granjas industriales las que suponen el mayor riesgo) o en el ámbito de la caza de animales. ¿Por qué no discutimos sobre la seguridad de los trabajadores de la industria alimenticia?, ¿o sobre las condiciones de hacinamiento en que las aves y otros animales son criados para nuestro consumo?… ¿Cuántos efectos negativos tenemos que sufrir como sociedad para plantearnos una nueva forma de producción y de relacionarnos con el ambiente? Esto es justamente lo que se busca pensar en “Una Sola Salud”.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias