Una concepción de los derechos humanos restringida, que se sustenta exclusivamente en los derechos civiles y políticos, y niega los derechos económicos, sociales y culturales, como la vivienda, la educación y la seguridad social, entre muchos otros. Niegan con eso el rol preponderante del Estado en la garantía de derechos que establecen mínimos materiales para una vida digna.
“Si quieren clavar la rueda de la fortuna en el sistema socialdemocrático de evolución permanente de derechos sociales que se han financiado con impuestos cada vez más grandes en Estados cada vez más masivos, no lo vamos a respaldar, nos vamos a oponer”, dijo Johannes Kaiser, diputado republicano, en una entrevista reciente.
Discursos como este, que presenciamos todos los días en el debate parlamentario, pretenden borrar de un plumazo lo que la humanidad ha avanzado en el último siglo en materia de derechos humanos. El peligro es evidente.
La conciencia de la humanidad ha despertado a causa de los hechos más dolorosos de la historia universal. Es a partir del Holocausto nazi, de las desapariciones forzadas, de los asesinatos de personas por pensar o ser de determinada manera, entre otros, que los Estados de todas las tendencias políticas e ideológicas se han puesto de acuerdo en “los mínimos” a garantizar para respetar la dignidad humana.
Una de las aristas menos exploradas del proyecto político que enarbola el Partido Republicano es justamente aquella dada por su visión impugnadora sobre estos avances civilizatorios, que han venido adoptando los Estados desde la Declaración Universal de Derechos Humanos.
No hablo sobre lo que “dicen pensar” y que está establecido en su sitio web. Hago este análisis a partir de los debates que se sostienen en la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputadas y Diputados.
¿Cuáles son los ejes discursivos del republicanismo en esta materia? Veamos:
Si bien en su sitio web dicen estar comprometidos con los derechos humanos asegurados en la Constitución, tratados internacionales vigentes en Chile, y en las leyes, el discurso y el actuar de sus más altos dirigentes nos dicen justamente lo contrario. ¿A quién creerle? Yo me quedo con la coherencia de quienes defienden –en todo momento y sin titubear– los avances en derechos humanos que han permitido a Chile insertarse con éxito en el concierto internacional después de la dictadura y que prometen dotar a cada ser humano de la vida digna que todos nos merecemos, sin excepción.