Porque, es cierto, Orpis fue una especie de chivo expiatorio de las causas de financiamiento ilegal de la política, que afectaron a gran parte de izquierdas, derechas y centros, sin distinción, pero, aun en este caso, que ni siquiera cumpla la escuálida pena concedida resulta, a estas alturas, una burla para todos los chilenos.
Esta semana se conoció la decisión de la Corte de Apelaciones de Santiago de conceder la libertad condicional al exsenador Jaime Orpis (UDI), condenado en el denominado caso Corpesca. Y, es verdad, la Corte tiene facultades para otorgar este beneficio aun cuando la Comisión de Libertad Condicional de la misma Corte la haya rechazado, en el contexto de un recurso de amparo, pero también tiene la facultad para rechazarlo.
Independientemente de compartir o no la decisión de la Corte, lo que molesta en verdad es la impunidad de los casos de financiamiento ilegal de la política que conocimos por allá por el 2015, cuando se destapó el denominado caso Penta, pero que se repitieron en los casos SQM y Corpesca, donde los ciudadanos pudimos descubrir cómo algunos parlamentarios (y otros políticos) recibieron sendos recursos de grandes empresas al margen de lo permitido por la ley, poniendo por sobre los intereses de sus electores el interés propio y el de sus “mecenas”. Y no solo eso, sino que para realizar esta “práctica”, lo hicieron a través de la rebaja de impuestos, utilizando documentos tributarios falsos. En otras palabras, la práctica ilegal la financiamos todos los chilenos.
Y la impunidad fue sustentada en la inactividad, a sabiendas, del Servicio de Impuestos Internos (SII), intervenido políticamente, al no cumplir con la persecución de delitos tributarios, poniendo cortapisas a las querellas que debieron presentar, por hechos iguales o peores que los de Orpis. Y todo ello con la gentil ayuda de la Fiscalía, que en aquel entonces fue liderada por un Fiscal Nacional que estaba preocupado más de los quórum del Congreso que de cumplir con su obligación de persecución penal.
Esa es la verdadera causa de la molestia de todos. Porque, es cierto, Orpis fue una especie de chivo expiatorio de las causas de financiamiento ilegal de la política, que afectaron a gran parte de izquierdas, derechas y centros, sin distinción, pero, aun en este caso, que ni siquiera cumpla la escuálida pena concedida resulta, a estas alturas, una burla para todos los chilenos.