Contar con diversidad biológica es esencial para el desarrollo del ser humano, no solamente porque formamos con la naturaleza un solo y único todo, sino también por el impacto que esta tiene en las metas que como humanidad nos hemos trazado. Según las mismas Naciones Unidas, “la desaparición y el deterioro de la biodiversidad y los ecosistemas impedirán el logro del 80% de las metas de ocho de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Y vaya que hemos comprometido nuestro futuro: la evidencia apunta a que hemos aumentado la tasa de extinción de especies entre 100 y 1000 veces las tasas que existían antes de la presencia de humanos en el planeta.
Hace unos días se conmemoró el Día Internacional de la Diversidad Biológica, efeméride que fue establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 2000. Me encantaría hablar de “celebración” más que de “conmemoración”, pero 23 años después de esta decisión, no tenemos mucho que festejar.
Hoy en nuestro planeta contamos con casi 9 millones de especies diferentes, desde el más pequeño de los microorganismos, hasta las imponentes ballenas azules y secuoyas gigantes. Todas estas especies bailan una danza compleja y entrelazada, como un gran “tango evolutivo”: microorganismos desintegran materia muerta para que se desarrollen especies vegetales, que son alimento, refugio, hogar de otras especies, que a su vez son claves para la existencia de otras. Cada una de ellas presta “servicios ecosistémicos” y, entremedio de todos estos integrantes de una coreografía a escala planetaria, estamos nosotros, una y solo una de esos 9 millones de especies.
Contar con diversidad biológica es esencial para el desarrollo del ser humano, no solamente porque formamos con la naturaleza un solo y único todo, sino también por el impacto que esta tiene en las metas que como humanidad nos hemos trazado. Según las mismas Naciones Unidas, “la desaparición y el deterioro de la biodiversidad y los ecosistemas impedirán el logro del 80% de las metas de ocho de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Y vaya que hemos comprometido nuestro futuro: la evidencia apunta a que hemos aumentado la tasa de extinción de especies entre 100 y 1000 veces las tasas que existían antes de la presencia de humanos en el planeta.
Cada espacio para la conservación de la biodiversidad es un espacio valioso. En nuestra muy urbanizada Región Metropolitana, aparece como una joya en medio de nuestra influencia antrópica el humedal de Batuco. Este espacio, cuyo centro es la Laguna de Batuco, Santuario de la Naturaleza administrado por la Fundación San Carlos de Maipo, entidad creada por la Sociedad del Canal de Maipo, da refugio, alimento y espacio para la reproducción a casi 150 especies de aves, un tercio de las documentadas para el país. Es curioso que solo a 50 minutos del centro de Santiago la naturaleza estalle en variedad.
Es por ello esencial que, entre todos, públicos, privados, sociedad civil, ciudadanía, tomemos acuerdos para preservarlo. Uno de estas medidas es la autorización del Plan de Manejo, presentado hace un año por la Fundación al Ministerio del Medioambiente y que aún espera su aprobación. Este ecosistema, que hasta el 2021 se secaba en verano, ahora cuenta con agua todo el año gracias a las gestiones de San Carlos de Maipo. Asimismo, también con el objetivo de protegerlo, nuestra institución está trabajando en controlar la totora y el junco, especies que, al ir avanzando, han reducido el hábitat a las aves acuáticas como cisnes coscoroba y de cuello negro.
Noticias como la anterior, junto con el Marco Mundial Kumming-Montreal de la Diversidad Biológica, firmado en diciembre de 2022, que establece metas y medidas concretas para detener y revertir la pérdida de la naturaleza de aquí a 2050, nos ayuda a tener una perspectiva más optimista en este mundo que pierde y pierde variedad. Edward O. Wilson, en su libro La diversidad de la vida, dijo sobre la biodiversidad: “Este es el ensamblaje de vida que tardó miles de millones de años en evolucionar. Engulló las tormentas, las incorporó en sus genes y creó el mundo que nos creó a nosotros”. Dicho de otra forma, el valor de la diversidad biológica ha sido clave para nuestra aparición en el planeta. Ahora nosotros somos claves para que esta no desaparezca, porque es terrible y muy solitario ser el único que quede bailando.