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¿Dos veces con la misma piedra? El programa y la Reforma Tributaria Opinión Crédito: Agencia Uno

¿Dos veces con la misma piedra? El programa y la Reforma Tributaria

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Paulina Núñez
Por : Paulina Núñez Senadora de Renovación Nacional (RN) por Antofagasta.
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El Presidente parece convencido de que es posible doblar su apuesta, de recurrir nuevamente al juego de los dados y apostar el todo por el todo a algo que no está en sus manos, que depende de los mismos acuerdos y diálogos que en paralelo y contradictoriamente dice impulsar. La Reforma Tributaria con amarre se puede transformar en la segunda piedra para el Gobierno y lograr que la Cuenta Pública sea histórica, pero sólo por su extensión de más de tres horas.


Más allá de lo exageradamente extensa de su Cuenta Pública, la segunda presentación del Presidente Gabriel Boric ante el Congreso Pleno -la primera en que puede dar a conocer los avances de su gestión- tendió nuevamente un manto de dudas respecto a las prioridades de La Moneda para la agenda del resto de su mandato. Y es que, si ya erró profundamente el cálculo al inicio de su administración al ligar el éxito de su gobierno al triunfo de la propuesta constitucional de la Convención, ahora vuelve a aplicar la misma lógica al poner una Reforma Tributaria como el factor decisivo del que dependerá un recargado catálogo de promesas rescatadas desde el baúl de su campaña electoral.

Si hablamos de generar certezas, confianza y espacios para el diálogo, el paso hacia adelante que significó el baño de realismo del plebiscito del 4 de septiembre para el oficialismo, una vez más va seguido de dos pasos para atrás. Sin dejar en claro si se trata de una pulsión personal, la necesidad imperiosa de reafirmar el ánimo de su coalición o de una estrategia más pragmática para sacarse la presión de cumplir con sus compromisos, la decisión del Presidente Boric tiene consecuencias en al menos tres ámbitos.

El primero es el de enredar innecesariamente el trabajo que ha venido desarrollando el ministro de Hacienda, Mario Marcel, no sólo para proponer lo que él ha definido como “pacto fiscal”, para diferenciarlo de una reforma tributaria, sino que, para abordar una tarea fundamental, que es lograr que Chile salga del pantano económico en el que nos encontramos. Así, mientras en su Cuenta Pública el Presidente adelantó que el gasto de lo que se recaude con una reforma tributaria tiene un destino con nombre y apellido, el ministro Marcel salió a aclarar, con poco poder de convicción, que dicho “pacto fiscal” es para que “nos pongamos de acuerdo sobre las prioridades que el país necesita”. Uno en el polo norte y el otro en el sur.

Así, mientras el año pasado se decía que una reforma tributaria era necesaria para financiar la PGU, el sistema nacional de cuidados, mejorar el sistema de salud y atención primaria, así como fortalecer la infraestructura educacional, hoy se individualiza en profesores y condonación del CAE. ¿Qué cambió en estos meses? ¿Cómo es posible prometer mucho más gasto con mucho menos recursos? Se estima que el costo fiscal de las nuevas medidas rondará los US$500 millones. Esto no es razonable o no es honesto. En cualquier caso, esta contradicción es una pésima noticia para las personas más necesitadas y sus familias.

En segundo término, una vez más se omite deliberadamente una estrategia procrecimiento que es, junto con un plan modernizador del Estado, la única vía para que las personas puedan mejorar sus ingresos, se recupere el trabajo formal y que sea posible una mayor recaudación tributaria. Nada se dijo de medidas pro inversión, de innovación, de medidas pro ahorro, ni dinamización del mercado. Menos aún de una de las condiciones básicas que se puso sobre la mesa de conversación durante la negociación de la anterior reforma anterior, como es avanzar en una mejor calidad del gasto público. La ciudadanía no es un cajero automático del Fisco. Sólo un gasto público eficiente, que demuestre con claridad su capacidad de generar un mayor bienestar para las personas, es capaz de generar una mayor disposición a aumentar el monto de los impuestos, de encaminar al país hacia una base tributaria mucho más amplia.

En tercer lugar, el factor político y la capacidad de alcanzar acuerdos que permitan hacer viable la insistencia tributaria del Ejecutivo se ven severamente dañados. El rechazo en la Cámara de Diputados a la reforma tributaria en marzo pasado supone una vara mucho más alta para la reposición de esta propuesta: Dos tercios de los senadores que se encuentren en sala al momento de su análisis. Y lo que ha hecho el Presidente es justamente lo contrario a lo que esperamos en la oposición. En lugar de un debate serio, abierto y colaborativo, lo que ha hecho es poner un cuadrilátero en que suma a grupos de presión con legítimas y muy entendibles demandas, pero que no es justo que los use de escudo humano en una discusión mucho más profunda para el futuro de todo el país.

En definitiva, el Presidente parece convencido de que es posible doblar su apuesta, de recurrir nuevamente al juego de los dados y apostar el todo por el todo a algo que no está en sus manos, que depende de los mismos acuerdos y diálogos que en paralelo y contradictoriamente dice impulsar. La Reforma Tributaria con amarre se puede transformar en la segunda piedra para el Gobierno y lograr que la Cuenta Pública sea histórica, pero sólo por su extensión de más de tres horas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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