Publicidad
La antipolítica como ideología Opinión

La antipolítica como ideología

Publicidad
Francisco Flores R.
Por : Francisco Flores R. Magister en psicología, mención Psicoanálisis y Diplomado en Filosofía y Psicoanálisis (Buenos Aires ). Director ONG Mente Sana. Actualmente soy el encargado nacional de la Secretaría de Estudio y Programa del Partido Socialista.
Ver Más

La antipolítica, o su expresión más intensa, la animosidad hacia los políticos, se hilvana a favor de los sectores más proclives al statu quo. La despolitización, la antipolítica, lo apolítico, se convierten en máscaras que ocultan posturas refractarias. Estas tendencias, aunque a veces parecen adormecidas, despiertan cuando llega el momento de tomar decisiones críticas. Lo observamos con nitidez en los últimos dos procesos electorales: en una cantidad sin precedentes, nuevos votos ciudadanos, que durante mucho tiempo estuvieron inactivos en la participación, se sintieron obligados a hacerlo para afianzar posiciones conservadoras.


Chile atraviesa un período marcado por una fuerte resistencia a cualquier tipo de reflexión o posiciones políticas respecto a la situación actual. Este fenómeno se ve respaldado por encuestas y estudios de opinión recientes que muestran que las instituciones democráticas fundamentales, como los partidos políticos y el Parlamento, tienen los niveles de aprobación más bajos en la historia. Este fenómeno trasciende nuestras fronteras, tiñendo la realidad global.

Sin embargo, hay algunas certezas, desde el caso nacional, que deben ser consideradas.

La antipolítica, o su expresión más intensa, la animosidad hacia los políticos, se hilvana a favor de los sectores más proclives al statu quo. La despolitización, la antipolítica, lo apolítico, se convierten en máscaras que ocultan posturas refractarias. Estas tendencias, aunque a veces parecen adormecidas, despiertan cuando llega el momento de tomar decisiones críticas. Lo observamos con nitidez en los últimos dos procesos electorales: en una cantidad sin precedentes, nuevos votos ciudadanos, que durante mucho tiempo estuvieron inactivos en la participación, se sintieron obligados a hacerlo para afianzar posiciones conservadoras.

A primera vista, la Lista del Pueblo y Republicanos, percibidos como extremos opuestos, parecerían no tener ninguna similitud. Sin embargo, bajo la superficie, comparten un hilo común

Por otra parte, esta enunciación no ha sido enarbolada solo por los sectores que finalmente se han visto favorecidos, sino también por fuerzas del progresismo en general. La tentación de capitalizar rápidamente el descontento, conectando con las pulsiones ciudadanas más fáciles de invocar, ha sido, en muchas ocasiones, más fuerte.

Así, la devaluación del pasado democrático reciente, no siempre logró distinguir entre el juicio a la gestión per se y la descalificación generalizada. Las críticas a menudo han oscurecido los matices, atribuyendo las deficiencias y las sombras de procesos complejos a un asunto, finalmente, de mala voluntad. Esto no niega, de forma obvia, la necesidad de la crítica y la autocrítica, pero resulta vital distinguir entre un enfoque pedagógico y uno reactivo, ya que el individualismo y la desconfianza hacia lo colectivo son patrimonio ideológico del conservadurismo.

La crítica no solo debe cuestionar las decisiones y acciones de los políticos, sino que también nos debe incitar a reflexionar sobre nuestro papel como ciudadanos, y a ofrecer análisis y propuestas que contribuyan a una política más inclusiva, justa y transformadora. La antipolítica, en cambio, representa una respuesta conservadora entre aquellos que la asumen, de una u otra manera, ante la crisis de representación y la falta de sentido en las instituciones democráticas.

La hegemonía neoliberal, conviene recordar, se parece a una forma de absolutismo, que busca apropiarse de todo, eliminando todas las diferencias fundamentales y las narrativas orientadoras en el ámbito democrático, sin legados simbólicos que permitan afianzar un nosotros y un lazo social que lo sostenga.

Insistir en desacreditar la política y lo político sin más, termina por forjar un espíritu que solo consolida las posiciones de una subjetividad más reaccionaria a cualquier camino de transformación. Esta actitud resulta un permanente obstáculo en un contexto que demanda una mayor participación y compromiso para abordar los desafíos actuales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias