La permanencia de las FF.AA. en el sur del país desde hace ya un año, obliga a entender que el conflicto por el cual fueron enviadas allí no es algo que solo se pueda combatir por las armas, pues para ello se requiere integración a todo nivel, lo que no se aprecia en general y menos en el mundo político, donde solamente hay cuatro parlamentarios de pueblos originarios y, por cierto, a nivel de Gobierno no se aprecia a ninguna autoridad que represente a los PP.OO., “ni en primera fila ni en la segunda”.
El Estado de Excepción Constitucional (EEC) ya cumple más de un año, renovándose ritualmente cada 15 días entre el Congreso y el Ejecutivo. Ante ello, hace tiempo que muchos se preguntan hasta cuándo durará.
¿Cómo surgió este EEC? Fue en abril del año pasado, con motivo de un paro camionero que, demandando condiciones de seguridad en la Ruta 5 Sur, procedió a tomarse la carretera en diversos puntos. Lo anterior abrió una negociación con las autoridades de gobierno interior y parte esencial del acuerdo fue el despliegue de fuerzas militares. Allí surgió el EEC en su primera versión. Al poco andar se admitió que la custodia de la autopista era muy insuficiente y se amplió al resguardo de las personas y, por cierto, más allá del entorno de la 5 Sur.
Así, de unos centenares de efectivos y de un par de bases de operaciones iniciales, el despliegue se ha ido ampliando progresivamente, alcanzando a ratos algunos miles de soldados, infantes de marina y de aviación, el empleo de un virtual regimiento de blindados menores y la constitución de más de una decena de puestos de avanzada en las zonas más álgidas de la llamada Macrozona Sur (MZS). Sumemos a esto efectivos policiales tanto de Carabineros como de la PDI.
¿Alguien puede concebir que los desafíos de La Araucanía se resolverían mediante la militarización de la 5 Sur? En realidad, la inseguridad de la carretera es un síntoma de una problemática mucho mayor y más compleja. No asumir esa dimensión de La Araucanía lleva a una sucesiva cadena de coyunturas donde se van adoptando medidas tácticas que, en sí mismas, no constituyen una estrategia global de solución. El día a día consume la visión interagencial que demanda el tema.
Asumamos que las Fuerzas Armadas (FF.AA.) son un instrumento del Estado con misiones bien definidas constitucional y legalmente, con misiones claras, y para alcanzarlas se las dota del equipamiento y el entrenamiento necesarios. Si el Estado chileno decide recurrir al empleo de las FFAA en temas de orden interior, debe precisar lo que en estrategia se denomina “el estado final deseado” (OFD). También asumamos sumariamente que se trata de la situación que se pretende alcanzar al finalizar el empleo de la Fuerza Militar.
¿Cuál es esa situación? ¿Está definida?
Partamos por constatar que la situación imperante en La Araucanía es de una extraordinaria gravedad, para todos los actores, y que, a luces vista, requiere una respuesta multidimensional, en particular, por la existencia de grupos antisistémicos que afectan la vigencia del Estado de derecho.
Es obvio que la emergencia de estas organizaciones –y su descomposición– tiene un contexto. En su tratamiento deben involucrarse varias agencias del Estado: desde la Conadi hasta el Ministerio Público, pasando por el aparato educativo, los servicios públicos, los municipios y organizaciones productivas y gremiales, entre otros. Suponer que con el solo despliegue militar se van a crear condiciones de paz y desarrollo es solo eso: una suposición.
Cuando el Estado recurre a las FF.AA. utiliza un instrumento que está preparado para el uso legítimo de la violencia, para defender precisamente lo más preciado de un Estado: su población, su territorio y su soberanía. Es el poder político el que debe determinar cuál es la orientación del empleo de la fuerza y qué objetivos pretende alcanzar.
¿Existe esa definición hoy?
Como es obvio, la definición de un OFD supone la construcción previa de una apreciación de la situación imperante, la cual requiere de una intervención estatal decidida. Así como ningún cirujano va a meter bisturí si previamente no ha definido el cuadro clínico sobre el cual va a intervenir, el poder político debe tener perfecta claridad de los objetivos a alcanzar al decidir hacer uso de las FF.AA.
Reconozcamos que la situación de La Araucanía es uno de los desafíos más complejos que tiene Chile porque, entre otras características, se trata de una situación preexistente a nuestra constitución como nación, al igual que el resto de los pueblos originarios. La necesaria inclusión supone diversidad de tareas, como la han enfrentado otras naciones que han asumido exitosamente este mismo desafío. No basta con incorporar al ser humano a la comunidad nacional, nos dijo una vez un almirante neozelandés, quien señaló que también es necesario incorporar su cultura y, a renglón seguido, nos mostró un video con una haka de sus infantes de marina.
El racismo se combate con el reconocimiento de las diversas culturas junto al de una sola institucionalidad. En todas las plazas mexicanas se levantan estatuas a Cuauhtémoc, guerrero azteca que enfrentó a los conquistadores, y el orgullo prehispánico inunda a la cultura plebeya que surgió de la Revolución de 1910, encabezada por los generales Villa y Zapata. En Chile falta mucho y, por cierto, no solo en el ámbito de la cultura, pues en los pueblos originarios abunda la pobreza y muchos de ellos han tenido que migrar a las grandes ciudades, buscando mejores horizontes.
Integración cultural, reconocimiento histórico, restitución de tierras, trato justo y digno son aristas de una solución que debemos construir, al igual que para el resto de los pueblos originarios. Curioso: este tema, tan fuerte hasta hace poco, hoy está virtualmente invisibilizado, incluido el necesario tema de la representación política, pues actualmente hay solo un par de diputadas mapuches y los senadores Huenchumilla y Provoste representan a este importante sector de nuestra nación. Ello incluye al propio Gobierno, donde ni en la primera fila ni en la segunda hay algún representante originario.
Como tratamos de señalar, todo esto es algo más que la vigilancia de la 5 Sur.
Las FF.AA. son un instrumento del Estado, no me cabe duda alguna que cumplirán la misión que el poder político les asigne, pero, como me señalara un experimentado estratega, no son el único recurso del que dispone el Estado, y se echa de menos la planificación que las integre en un plan que vaya más allá de los puntos de prensa.
Se escucha que en los próximos días se concretarán anuncios al respecto. Bienvenidos sean, pero sin horizonte claro es difícil avanzar.