
Matemática, SIMCE y la fábula de la rana hervida
No puede ser que nos alegremos por “no bajar tanto” en pandemia o porque ahora nos fue mal pero previo a la pandemia teníamos resultados “medianamente estables” (entre el 2012 y el 2018) cuando el agua estaba tibia para la rana. Por si no lo sabía, antes de la pandemia, el año 2018, ya el 45% de los hombres, y el 47% de las mujeres exhibían estándares de aprendizaje en el nivel insuficiente.
Seguramente Ud. ha escuchado hablar de la “Fábula de la Rana Hervida”, popularizada por Olivier Clerc el año 2005: en una olla llena de agua está tranquilamente una rana. La olla comienza a calentarse lentamente. Luego de un rato el agua se siente tibia, y la rana está cómoda y disfruta. La temperatura sigue subiendo, algo más que lo que le gustaría a la rana (el calor la fatiga y le da sueño), pero la rana no se inquieta e intenta adaptarse a la temperatura. En el momento en que el agua está muy caliente y a la rana le parece desagradable esta intenta salir de la olla, pero ya se encuentra aturdida, sin fuerzas, y es incapaz de reaccionar, así que se resigna a permanecer allí, hasta que no puede hacer nada más.
Recientemente, la Agencia de Calidad de la Educación dio a conocer los resultados del SIMCE de cuarto Básico y segundo Medio. Los resultados en Matemática son abrumadores y recuerdan a la rana en el agua tibia: la baja era un resultado esperable por la pandemia, pues otros países sufrieron pérdidas de aprendizajes similares como consecuencia de lo mismo y todos los establecimientos asociados por grupo socioeconómico presentaron una baja significativa en la última medición.
Pero eso no quita que lo que se reporta sea impresentable. No puede ser que nos alegremos por “no bajar tanto” en pandemia o porque ahora nos fue mal pero previo a la pandemia teníamos resultados “medianamente estables” (entre el 2012 y el 2018) cuando el agua estaba tibia para la rana. Por si no lo sabía, antes de la pandemia, el año 2018, ya el 45% de los hombres, y el 47% de las mujeres exhibían estándares de aprendizaje en el nivel insuficiente. Nada para sentirse orgullosos, nada para celebrar desde hace mucho. El agua en la olla está bastante caliente hace rato.
La clase política quizá va a reclamar la cabeza de algún ministro o subsecretario y más de algún colegio la cargará con sus profesores de matemática, como si estuviéramos en la época precolombina y estos sacrificios aplacaran la ira de los dioses matemáticos que injustamente nos golpean con estas calamidades. Si es por responsabilidad, todos somos culpables en esto: usted es tan culpable como yo y como el resto de nuestros ciudadanos.
Si por decirlo de algún modo nos vamos al “fondo de la olla”, el panorama tampoco es halagador, pues pareciera que la discusión de la importancia de la matemática en nuestro país se ha circunscrito al ámbito escolar, a una identificación de ella como un dominio álgido, instrumental, un escollo en el itinerario formativo, un cortapisos que explica gran parte de la deserción universitaria, una matemática enciclopédica, que tiene a los profesores (tanto escolares como universitarios) corriendo tras una planificación agobiante que no da mucho espacio a la reflexión. Más aún, se observa que en las carreras universitarias hay menos cursos de matemática, pero, paradojalmente, cada vez con más contenido matemático.
Por eso es que la rana está en agua hervida hace rato. En ninguna discusión de política pública se releva su valor como herramienta por excelencia para habilitar y fortalecer en el individuo la abstracción, la crítica, la seguridad y confianza en la concatenación e inferencia de los hechos, redituando en una autonomía para la vida y como desde esa óptica se diseñan, justifican y evalúan políticas de acción. Tampoco son una señal de mucho compromiso el observar los bajos montos que se destinan para la difusión de la ciencia o la investigación en educación.
Durante algún tiempo, Ipsos MORI realiza una medición internacional para determinar cuáles son los países en los que sus habitantes tienen una idea más equivocada sobre su propia realidad, y las posibles explicaciones para ello. No es sorprendente que dentro de las causales asociadas a los países más “ignorantes” esté precisamente, el bajo nivel de capacidad matemática y capacidad estadística, la existencia de sesgos cognitivos o la predominancia de objetivos “direccionales” por sobre los de “precisión”, entre otros.
Así, mirando incluso más allá de esa olla donde está la rana, ¿habrá conciencia que el cultivo y fomento de esta disciplina tiene efectos e incidencia relevante en las cadenas de valor de las actividades económicas y, por tanto, en los niveles de desarrollo de un país? Uno de los estudios más citados indica que en España la matemática es responsable directa del 6% del empleo, mientras que, en Reino Unido, Francia y Holanda la cifra se eleva cerca del 10%. Considerando el impacto indirecto e inducido de la matemática sobre otras actividades económicas en España, estas cifras pasan a ser el 19,4% del empleo y el 26,9% del PIB.
No hay recetas mágicas o quimeras por encontrar y que resuelvan esto rápidamente, y le invito a desconfiar de cualquier iniciativa que pretenda hacerle ver lo contrario. Cualquier solución que se intente requerirá esfuerzo, perseverancia y dedicación, pues se requiere cambiar el agua e, idealmente, la olla también. Mientras continuemos enfocados en convencernos que no estamos tan mal en Matemáticas, o que podría haber sido peor, en lugar de tomar conciencia de lo estratégico que resulta que un país esté alfabetizado matemáticamente, seguiremos hipotecando nuestro futuro. Reconocer genuinamente la importancia de la matemática en la sociedad es el primer paso para cualquier cambio que se desee realizar más adelante.
Manuel de León, un matemático español, hace poco preguntó a ChatGPT por qué son importantes las matemáticas, pidiendo además algo sucinto: 500 palabras. La respuesta fue certera y contundente, como puede verificar a través de una sencilla búsqueda en internet. Es triste entonces que hasta la inteligencia artificial tenga claridad respecto del aporte de la matemática, y nosotros, los seres de “inteligencia natural”, continuemos entrampados cual rana en el agua caliente sin poder salir.
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