Chile puede transitar con más rapidez a la electrificación de la producción, las viviendas y oficinas y el transporte y el fin del uso del carbón. Esto supone resolver a la brevedad los problemas regulatorios que persisten y crear incentivos adicionales. No debe perderse un segundo en resolver el atraso acumulado en la inversión en los sistemas de transmisión y almacenamiento y en los sistemas local y domiciliarios distribuidos de generación eléctrica, que no pasan por los grandes sistemas de transmisión. Estos esfuerzos por el lado de la oferta no deben olvidar, a su vez, la promoción de los cambios cívicos y culturales necesarios para transitar a consumos más austeros en el uso de energía y con menor carga sobre los ecosistemas.
Aunque muchos países, sectores sociales y territorios requieren de crecimientos de sus bases productivas y de la generación y distribución equitativa de ingresos adicionales, el crecimiento como convergencia con los niveles de vida de los países industrializados de altos ingresos no es compatible con el carácter finito de los recursos naturales y de los componentes de la biósfera.
El carácter superdepredador de las sociedades humanas guiadas por la maximización del beneficio ha terminado por tener graves consecuencias. El orden económico-social dominante se organiza para la acumulación ilimitada de capital y el consumo no funcional, en base al uso extensivo de combustibles fósiles y de recursos extraídos de los ecosistemas, con fuertes consecuencias climáticas y de disminución de la biodiversidad que han sido advertidas por los científicos más calificados del mundo desde hace décadas.
Así, el modo de funcionamiento económico predominante ha llevado a una situación de transgresión de límites ecológicos planetarios y a la disminución de los servicios de una gran cantidad de ecosistemas en todas las zonas del mundo.
De acuerdo a la recientemente publicada actualización de los trabajos de un amplio grupo de científicos encabezados por Johan Rockström, existen procesos biofísicos o sistemas que enfrentan límites planetarios crecientes y que requieren de una reversión en diversos grados en plazos breves. Estos son:
– el clima
– la integridad funcional de la biósfera
– los ecosistemas naturales
– el agua de superficie
– las aguas profundas
– los nutrientes (nitrógeno y fósforo)
– la contaminación por aerosoles
– nuevas entidades (microplásticos, químicos, antibióticos, desechos radioactivos, metales pesados) y otros contaminantes del agua y el aire.
El cambio climático y la integridad de la biósfera constituyen el “núcleo de los límites planetarios” y su alteración puede llevar a un nuevo estado del sistema tierra que dificulte considerablemente la satisfacción de necesidades de supervivencia en múltiples sociedades humanas.
La actualización de 2023 cuantifica los umbrales para cada uno de estos problemas que no deberían sobrepasarse para que el sistema terrestre sea seguro y justo para la humanidad actual y para las generaciones futuras. Siete de ellos ya han sido sobrepasados en todo o en amplias zonas del planeta. Pero es importante constatar que la acción colectiva correctora produce resultados: en el tema del “agujero en la capa de ozono troposférico” se diagnostica que la humanidad fue capaz de resolver el problema a tiempo.
Este no ha sido aún el caso de las emisiones de los seis gases que inducen un efecto invernadero en la atmósfera, el principal de los cuales es el dióxido de carbono que proviene de la quema de hidrocarburos. Estos están provocando un aumento de las temperaturas que puede llevar a frecuentes eventos climáticos catastróficos si se supera la temperatura promedio en 1,5º respecto al nivel preindustrial, lo que puede ser evitado si se avanza en la reducción de emisiones hasta el punto en que sean absorbidas por los ecosistemas (la llamada carbono neutralidad) antes de 2050.
El planeta se ha calentado ya en alrededor de 1,2°C por encima de los niveles preindustriales (la información actualizada sobre las afectaciones al medioambiente se encuentran en la World Environment Situation Room de Naciones Unidas). Esto está produciendo de modo visible olas de calor, incendios forestales y tormentas e inundaciones inusuales.
En algunas regiones bajas, los niveles del mar ya están obligando a las poblaciones a desplazarse. Las recomendaciones de los científicos muestran que sigue habiendo una diferencia considerable entre 1,2 °C y 1,5 °C, y todavía más entre 1,5 °C y 2 °C. Todavía es posible llegar a fin de siglo con un aumento de la temperatura promedio en un nivel incluso por debajo de 1,5 °C, lo que exige reducir las emisiones a la mitad hacia 2030. Y supone que hacia esa fecha los países de la OCDE dejen de quemar carbón, y en 2040 el resto, y luego hacer lo propio con el gas hacia 2045.
El gobierno ha ido dando pasos para una meta ambiciosa: ponerse a la vanguardia del crecimiento de las energías verdes y sus nuevas tecnologías, incluyendo el hidrógeno verde. Chile puede transitar con más rapidez a la electrificación de la producción, las viviendas y oficinas y el transporte y el fin del uso del carbón.
Esto supone resolver a la brevedad los problemas regulatorios que persisten y crear incentivos adicionales. No debe perderse un segundo en resolver el atraso acumulado en la inversión en los sistemas de transmisión y almacenamiento y en los sistemas local y domiciliarios distribuidos de generación eléctrica, que no pasan por los grandes sistemas de transmisión. Estos esfuerzos por el lado de la oferta no deben olvidar, a su vez, la promoción de los cambios cívicos y culturales necesarios para transitar a consumos más austeros en el uso de energía y con menor carga sobre los ecosistemas.