Publicidad
El proceso constitucional y la fábula de la rana y el escorpión Opinión

El proceso constitucional y la fábula de la rana y el escorpión

Publicidad

La bancada de oposición controla absolutamente al Consejo Constitucional. La bancada republicana controla absolutamente a la oposición dentro del Consejo. Si la oposición impone las cuatro enmiendas en las que lograron acuerdo y termina imponiendo también buena parte de (o todas) las enmiendas presentadas por los republicanos, el proceso naufraga, como la rana y el escorpión. La Constitución propuesta sería, en su conjunto, más conservadora y pétrea que la actual, menos habilitante (dando menos espacio para decisiones legislativas futuras, menos espacio para la política, menos espacio para la democracia). Probablemente, sería rechazada y el problema constitucional chileno se mantendría vigente.


Érase una vez -dicen que Esopo contaba- una rana generosa que solía ayudar a cuanto animalito le pedía, a cruzar un torrentoso río…

Como sabemos, Chile, y su generosa y paciente ciudadanía, están embarcados en un segundo intento constitucional. De nuevo, intentando resolver de una vez el problema de la ilegitimidad de origen de la Constitución vigente, en busca de consensuar una carta magna que, aunque no modifique radicalmente el sistema económico, se haga cargo de la imperiosa necesidad de cambio, de asegurar medios básicos de subsistencia y justicia social a todos los chilenos, de garantizar una real igualdad de oportunidades, de respetar las diversas sensibilidades culturales, de mejorar del sistema político (eliminando los mecanismos contra mayoritarios o cerrojos que aún posee), etc. Las aguas, sin embargo, no están muy calmas.

Un día, quien le pidió ayuda para cruzar al río fue un escorpión; la rana le contestó: “¿Que te lleve sobre mi espalda? No puedo. ¡Te conozco y sabemos que, si te subo a mi espalda, me picarás y moriré!”. El escorpión le contestó con una lógica irrefutable: “No haría eso. Piénsalo. Si te pico, me ahogaré en el río y moriré también”. Entonces, la rana aceptó.

La ciudadanía aceptó. Rechazó la propuesta constitucional del año 2022. Eligió un Consejo Constitucional dominado esta vez por las fuerzas conservadoras, consistente con el discurso ganador del plebiscito de salida. El nuevo proceso aseguraría un producto menos disruptivo, más acorde a la tradición constitucional chilena, sin “nuevas aventuras refundacionales”, pero al mismo tiempo contendría aquellos cambios indispensables para tener una sociedad más justa e inclusiva, un Estado Social y Democrático de Derecho.

El escorpión subió sobre la espalda de la ranita y los dos empezaron su camino hacia el otro lado del río. Todo iba bien. Al principio, la rana nadaba con un poco de miedo, pero poco a poco se le fue quitando.

El proceso empezó bien. El anteproyecto redactado por la Comisión Experta, sin cumplir las expectativas de las esquinas del espectro político, mejoraría claramente la situación actual (incorpora ciertos derechos sociales, reconoce a los pueblos originarios, elimina el control preventivo de constitucional de las leyes, ordena al menos una paridad de género atenuada para las próximas dos elecciones parlamentarias, constitucionaliza el concepto del “trabajo decente”, adopta algunas medidas para desincentivar la excesiva fragmentación parlamentaria, mejorar el decimonónico sistema de nombramiento y control de los jueces, establece algunos mecanismos de democracia directa y no impone quórums exagerados para futuras reformas constitucionales).

Sorpresivamente, a mitad de camino, la rana siente el aguijón en su espalda: el escorpión se lo clava bien profundo.

El 17 de julio recién pasado, las distintas bancadas de consejeros constitucionales ingresaron más de mil indicaciones al anteproyecto de la Comisión Experta.

El oficialismo ingresó alrededor de 150, la bancada RN-Evópoli unas 170, la UDI unas 250 y la bancada republicana, 378.

Las tres bancadas de oposición coincidieron en cuatro enmiendas: libertad de elección en salud (entre sistema público y privado, es decir, constitucionalizar el sistema de Isapres), derecho preferente de padres para elegir la educación de sus hijos (señalando que el interés superior de los niños es lo que definan los padres), que exista un capítulo especial para las FF.AA. (como si fuera un cuarto poder del Estado) y la propiedad, inexpropiabilidad y heredabilidad de los fondos de pensiones.

El aguijón republicano picó aún más fuerte e incluye, entre otros: (i) reducción de la Cámara baja, de 155 a 132 diputados, con un nuevo distritaje de entre tres y cinco escaños (mucha burocracia y fragmentación parlamentaria); (ii) bajar a rango infraconstitucional a los tratados internacionales (la constitución que surja de este ejercicio no puede verse desafiada por las normas internacionales, ni aun de derechos humanos); (iii) devolver el nombre al Tribunal Constitucional (la tradición manda); (iv) reponer el control preventivo sustantivo de constitucionalidad (la “tercera cámara” contra mayoritaria es una garantía de estabilidad), (v) eliminar la iniciativa popular para derogar leyes (¡qué atrevimiento más absurdo era aquello!); (vi) robustecer la protección “del que está por nacer” (permitiendo que se vuelva constitucionalmente desafiable el aborto por tres causales actualmente vigente); (vii) incluir dos nuevos capítulos en la Constitución: Defensa Nacional y Seguridad Interior (una visión 360 grados de la seguridad); (viii) suprimir la (modesta y atenuada) paridad de salida (porque no respeta el principio un hombre, un voto), e (ix) imponer un quórum de dos tercios para cualquier reforma constitucional futura (los actuales cuatro séptimos no dan garantía de estabilidad).

La rana moribunda le pregunta: “¿por qué?, si ahora los dos vamos a morir”; el escorpión contesta: “lo siento, no pude evitarlo, es mi naturaleza… Y los dos desaparecieron en el agua.

La bancada de oposición controla absolutamente al Consejo Constitucional. La bancada republicana controla absolutamente a la oposición dentro del Consejo. Si la oposición impone las cuatro enmiendas en las que lograron acuerdo y termina imponiendo también buena parte de (o todas) las enmiendas presentadas por los republicanos, el proceso naufraga, como la rana y el escorpión. La Constitución propuesta sería, en su conjunto, más conservadora y pétrea que la actual, menos habilitante (dando menos espacio para decisiones legislativas futuras, menos espacio para la política, menos espacio para la democracia). Probablemente, sería rechazada y el problema constitucional chileno se mantendría vigente.

¿La analogía con la fábula de Esopo tiene cierto poder explicativo aquí?  Sí y no.

Sí, por aquello de que no podemos confiar en que las fuerzas del statu quo iban a desprenderse de su ADN y comprender que el anteproyecto tenía el potencial de unir a los chilenos. Está en su naturaleza. Y en verdad, no es tan reprochable: al menos es un ejercicio de autenticidad.

Y no, porque en este caso el escorpión no desaparece. Manteniendo la Constitución vigente, gozará de perfecta salud.

Continuará.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias