Desde la voluntad de ese grupo de exgobernantes –Frei, Lagos, Bachelet, Piñera–, junto con el Presidente Boric, Chile dice tener una política exterior de Estado, con la cual avanzar hacia una meta clara: lograr “el desarrollo sustentable de nuestras sociedades”. El año próximo deberá tener lugar en Naciones Unidas la Cumbre del Futuro, donde las condiciones para hacer un gran cambio civilizatorio pueden darse si existe espíritu de cooperación.
Más allá de todo lo informado en el mundo sobre el 11 de septiembre, la figura de Allende y los debates que han cruzado a la sociedad chilena en esta circunstancia, van tomando fuerza las reacciones de diplomáticos, académicos y dirigentes políticos de diversas nacionalidades marcando la sorpresa positiva que les produce la declaración presidencial “Compromiso: por la democracia, siempre”.
Es que en muy pocos países en el mundo podría lograrse una declaración como esa, firmada por todos los ex Mandatarios vivos en Chile (Frei, Lagos, Bachelet, Piñera), más el Presidente Boric, en ejercicio. Un texto de compromiso profundo con la democracia y los derechos humanos, pero también de toma de posición ante un mundo lleno de incertidumbres y tensiones globales. No se trata de comparar, pero, sin ir más lejos, basta ver la realidad en América Latina para constatar que ese acto en Chile refuerza con solidez la imagen internacional del país. Y también, como nos señaló un académico norteamericano al conocer el texto, eso en Estados Unidos de hoy seguramente sería imposible.
En los tiempos que ocurren, la democracia está siendo denostada en diversas partes del mundo. Y se dan razones. Globalización que no disminuyó las desigualdades, carencias de oportunidades, especialmente para los más jóvenes, inflación y precariedad en los servicios esenciales, todo ello y más, junto al impacto del torrente de opiniones y fake news en las redes sociales, han colocado a la democracia del siglo XXI en precarias condiciones para responder a las nuevas demandas ciudadanas.
Es en ese marco que la declaración presidencial chilena adquiere fuerza por el carácter de entendimiento político esencial que le da carácter. Los tres primeros puntos de la declaración hablan de un compromiso fuerte con lo que debe ser una auténtica democracia: 1. Cuidar y defender la democracia, respetar la Constitución, las leyes y el Estado de Derecho. Queremos preservar y proteger esos principios civilizatorios de las amenazas autoritarias, de la intolerancia y del menosprecio por la opinión del otro; 2. Enfrentar los desafíos de la democracia con más democracia, nunca con menos, condenar la violencia y fomentar el diálogo y la solución pacífica de las diferencias, con el bienestar ciudadano en el horizonte; 3. Hacer de la defensa y promoción de los derechos humanos un valor compartido por toda nuestra comunidad política y social, sin anteponer ideología alguna a su respeto incondicional.
Pero hay un cuarto punto en este Compromiso que ha recibido menos atención en los comentarios y que tiene un profundo valor, porque determina una estrategia mayor para la política exterior de Chile. Dice el texto: “4. Fortalecer los espacios de colaboración entre Estados a través de un multilateralismo maduro y respetuoso de las diferencias, que establezca y persiga los objetivos comunes necesarios para el desarrollo sustentable de nuestras sociedades”. Por cierto, los tres puntos previos le dan savia a este propósito.
En momentos en que el escenario internacional se ve tensionado por la polarización Estados Unidos/China, que se observa la emergencia creciente de un Sur Global, de un G20 que en afán de tener consenso no logra entrar a la verdadera agenda de crisis y no habla de la guerra en Ucrania, de Naciones Unidas debilitada en su influencia real en los desafíos internacionales mayores, de un mundo donde la Inteligencia Artificial trae una suma de preguntas junto a la evidencia de su poder, en fin, en medio de todo eso, este compromiso con tal respaldo político habla de una política de Estado para avanzar en la inserción de Chile en el escenario internacional contemporáneo.
Por cierto, somos el país que somos y no tenemos el poder para cambiar el curso de toda esa realidad global. Pero nuestra presencia puede mostrarse más seria y sólida cuando –con el respaldo de un propósito democrático nítido– se señala cómo queremos contribuir al devenir de la humanidad.
Esa declaración dice –desde un momento tan solemne como el que la origina– que Chile opta por la colaboración y no la confrontación. Las diferencias entre países existen y existirán, pero el camino para tratarlas es aquel del multilateralismo, es decir, aquel donde la democracia internacional predomina cuando hay diálogo entre los Estados. El implícito es un rechazo a la política de bloques y confrontaciones con rasgos de Guerra Fría.
Chile se pronuncia desde la experiencia de quienes han ejercido el Gobierno y de quien hoy lo sustenta, mostrando que hay un continuo, una opción: fortalecer “un multilateralismo maduro y respetuoso de las diferencias”. La madurez es lograr que el diálogo entre los Estados responda a las urgencias y demandas reales de una humanidad que ya sobrepasa los 8 mil millones de habitantes. El respeto a las diferencias convoca a crear una agenda de compromiso común, propia del siglo XXI, más allá de regímenes políticos, sociales y culturales diversos. Algo que en Chile en algún momento hemos llamado “la unidad en la diversidad”.
Esa búsqueda de “objetivos comunes” entre todos los Estados no es tarea fácil. Pero es esencial tener ese objetivo porque, en cierta forma, es el mismo desafío que hoy nos plantea la realidad en Chile. Desde la voluntad de ese grupo de exgobernantes –Frei, Lagos, Bachelet, Piñera– junto con el Presidente Boric, Chile dice tener una política exterior de Estado, con la cual avanzar hacia una meta clara: lograr “el desarrollo sustentable de nuestras sociedades”.
El año próximo deberá tener lugar en Naciones Unidas la Cumbre del Futuro, donde las condiciones para hacer un gran cambio civilizatorio pueden darse si existe espíritu de cooperación. La sintonía entre lo que Chile propone en este texto fundamental y el pensamiento del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, se refleja en la frase que este puso en la declaración que emitió con motivo de este 50 aniversario del golpe: “La sólida democracia chilena de hoy nos permite tener la esperanza de que la humanidad, unida en su diversidad, puede resolver cualquier desafío global”.