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¿Está Chile preparado para los riesgos globales que se aproximan? Opinión (Johan Berna/AgenciaUno)

¿Está Chile preparado para los riesgos globales que se aproximan?

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Paula Schmidt
Por : Paula Schmidt Periodista y licenciada en Historia
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Deberemos acostumbrarnos a una nueva realidad de precios altos en torno al consumo de energía y alimentos, a cambios en el clima abruptos y disruptivos, a pérdida de biodiversidad, a olas migratorias, a una espiral de shocks inflacionarios y a una serie de presiones económicas, especialmente sobre las clases medias, que plasman no solo incertidumbre e inestabilidad, sino también menor movilidad social, mayor desigualdad y frustración ciudadana.


Hace un par de semanas, el intelectual y escritor venezolano Moisés Naím estuvo de paso por Chile, reuniéndose con diversos estamentos de nuestra sociedad para compartir su mensaje/advertencia sobre los riesgos que hoy enfrentan los países, a los cuales no somos inmunes, de acuerdo con él: Populismo, Polarización y Posverdad, resumidos como las “tres P” en su último libro, La revancha de los poderosos (Debate, 2022).

Ampliamente desarrolladas por el autor, cada “P” dibuja un panorama poco auspicioso para aquellas naciones cuyos líderes prefieren la exaltación de multitudes y gobernar desde los extremos, antes que la ponderación. Es así como el sistema democrático se ha desgastado, hoy las lunas de miel (al inicio de un mandato) duran menos que un suspiro y administrar el poder, además de complejo, requiere perseverancia y esa cuota de originalidad que muy pocos líderes son capaces de inyectarles a sus gobiernos, pero las “tres P” de Naím no son el único riesgo que desafía a la política y sus representantes. Hay más.

De acuerdo con el último Índice de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial, la brecha de crecimiento y desarrollo entre los países ricos y “los no tanto” se verá incrementada a paso ligero durante la próxima década, ya que el mundo pospandemia es más volátil, menos estable (la guerra en Ucrania no figuraba en los planes de casi nadie) y enfrenta una serie de nuevos desafíos que presionarán aún más a las elites, en cuyas manos está la responsabilidad de encauzar una nación.

Por lo tanto, deberemos acostumbrarnos a una nueva realidad de precios altos en torno al consumo de energía y alimentos, a cambios en el clima abruptos y disruptivos, a pérdida de biodiversidad, a olas migratorias, a una espiral de shocks inflacionarios y a una serie de presiones económicas, especialmente sobre las clases medias, que plasman no solo incertidumbre e inestabilidad, sino también menor movilidad social, mayor desigualdad y frustración ciudadana.

Es un terreno pedregoso para la estabilidad de la democracia y, a la vez, fértil para el surgimiento de líderes que lo prometen todo a través de las tres “P” de Naím, las cuales no hacen más que manipular a la ciudadanía y propagar un clima que erosiona la cohesión social y la confianza. Frente a este complejo escenario es válido cuestionarse, entonces, si Chile está preparado para enfrentar los cambios estructurales que se aproximan sin tropezar, además, con lo planteado por Naím.

Previo a enfrentar riesgos de cualquier tipo, se debe hacer un mapeo de la realidad, priorizando las amenazas principales. Luego, el ejercicio incluye conocer cuáles son las oportunidades, fortalezas y vulnerabilidades que jugarán a favor o en contra, por lo que la autocomplacencia o negar la realidad sirven de poco para resolver un conflicto.

Es por eso que, tras la conmemoración del golpe militar, que consumió por varios días la energía del oficialismo y de la oposición, el país se merece recuperar la agenda de aquellos temas que lo alejen de la confrontación para enfrentar los riesgos de la próxima década formulados por el Foro Económico Mundial, ya que, de no hacerlo, lo proyectado por Naím podría convertirse en realidad mucho antes que después. El tiempo apremia. ¿Chile está preparado?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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