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Chile, candidato a guardaparque antártico Opinión

Chile, candidato a guardaparque antártico

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Alejandro Kusanovic Glusevic
Por : Alejandro Kusanovic Glusevic Senador por Magallanes y Antártica Chilena
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El incumplimiento del mandato legal que ordena el Estatuto Antártico es en sí un hecho grave que pone al Gobierno en una delicada infracción jurídica, pero que además tiene como fundamento el descuido y falta de profundidad que imperan en algunos órganos del Estado de Chile responsables de gestionar la política antártica. A estas alturas y luego de esta seguidilla de desaciertos con nuestra Región de Magallanes y Antártica Chilena, es claro que el próximo Gobierno deberá corregir el rumbo y estar a la altura de los desafíos internacionales de nuestra región, entre los mayores y más complejos de Chile.


A la reticencia inicial del Gobierno a normar nuestra soberanía antártica en la nueva Constitución, se añade ahora su renuncia a cumplir con el mandato legal derivado del Estatuto Antártico de 2020, que obliga al Estado a dictar, antes de marzo de este año, nueve reglamentos destinados a ejercitar la gobernanza de nuestros territorios subantárticos y antárticos.

Todo indica que ninguno de esos reglamentos está listo, ni menos en aplicación, lo cual equivale a un sensible abandono de sus obligaciones jurídicas por parte de los ministerios responsables. En otras palabras, estamos ante una infracción legal de ministros de Estado que han dejado sin ejecución el Estatuto Antártico (ley de la República), cuya finalidad principal es, nada más ni nada menos que viabilizar la aplicabilidad de la legislación chilena en el sector antártico de nuestro país.

Un abandono que coquetea con una vocación universalista del Gobierno, que además huye de la idea de la soberanía y opta por una doctrina en que la Antártica chilena es de nadie, y es de todos.

Impedir que el ordenamiento jurídico chileno se aplique en la Antártica, será recordado como un hecho inédito en la historia antártica del país, un episodio además impensado, atendido el origen magallánico del Presidente de la República.

Como si fuese poco, esta espiral de incompetencia se agudiza luego de examinar una propuesta del Ministerio de RR.EE. al Consejo Constitucional para consagrar una mención específica a la Antártica en el nuevo proyecto de Carta Magna.

Con una redacción incongruente con la importancia de la materia, la propuesta de la Cancillería no solo denota superficialidad y desprolijidad, sino que sentencia a nuestro territorio antártico a ser un espacio para la ciencia y la cooperación internacional, olvidando que el citado Estatuto Antártico prescribe que la prioridad está en que todas las actividades antárticas converjan directa o indirectamente en una idea central: fortalecer los derechos soberanos de Chile.

Entonces, si sumamos esta propuesta de Cancillería al incumplimiento del Estatuto Antártico, los derechos de Chile en el continente blanco (más que centenarios) quedan reducidos a la simple función de ser “guardaparques de la Antártica”, mientras que otros países –incluidos con reclamaciones territoriales superpuestas a la nuestra–, prefieren avanzar en agendas antárticas más soberanistas, postergando por razones tácticas y estratégicas las definiciones y los compromisos de fondo sobre el rol y las prioridades que guiarán sus decisiones futuras en este territorio.

El incumplimiento del mandato legal que ordena el Estatuto Antártico es en sí un hecho grave que pone al Gobierno en una delicada infracción jurídica, pero que además tiene como fundamento el descuido y la falta de profundidad que imperan en algunos órganos del Estado de Chile responsables de gestionar la política antártica. A estas alturas y luego de esta seguidilla de desaciertos con nuestra Región de Magallanes y Antártica Chilena, es claro que el próximo Gobierno deberá corregir el rumbo y estar a la altura de los desafíos internacionales de nuestra región, entre los mayores y más complejos de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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