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Geopolítica de la Inteligencia Artificial (III): Ucrania como “sandbox” de la IA militar Opinión BBC

Geopolítica de la Inteligencia Artificial (III): Ucrania como “sandbox” de la IA militar

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Marcos López Oneto
Por : Marcos López Oneto Abogado, doctor en Derecho. Miembro asociado al Center for AI and Digital Policy, Washington D.C.
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Es probable que las innovaciones de IA en drones, rápidamente, sean tan populares como para ser obtenidas por milicias separatistas, cárteles de la droga, grupos extremistas o cualquier otro tipo de grupo u organización que busque obtener una ventaja tecnológica. Sin duda que aquello significará una nueva realidad extremadamente desafiante.


La guerra de Ucrania le ha dado un especial empuje a la IA militar. Se ha convertido, como toda guerra, en un sandbox de pruebas. Revisemos un ejemplo: la iniciativa BRAVE lanzada por Ucrania, que se define como una empresa para desarrollar tecnología militar con altos niveles de especialización, especialmente IA. Opera como un joint venture integrado por expertos de diferentes partes del mundo, enfocado en crear todo tipo de sistemas de defensa y armamento no tradicional, como armas automatizadas o autónomas que, gracias a la Inteligencia Artificial, tienen capacidad para operar de forma independiente, generando de esta forma una nueva realidad en el campo de batalla.

Se les denomina armas autónomas o disruptivas, algo nunca visto en la historia de la fenomenología de la guerra: armas que escogen los blancos y los ejecutan (obviamente, sin intervención humana en la toma de decisión) y, a diferencia de un operador humano, que siempre teóricamente puede tener reacciones empáticas, compasivas o crueles, estas armas (las autónomas) no las poseen, puesto que carecen de agencia moral (por el momento).

Como han señalado John Hudson y  Kostiantyn Khudov en un muy interesante artículo de The Washington Post, la guerra en Ucrania está provocando una revolución en la guerra con drones que utilizan IA y mencionan casos al respecto: por ejemplo, en un campo de pruebas abierto en la zona rural de Ucrania, un dron equipado con una bomba perdió la conexión con su operador humano después de ser atacado por un equipo de interferencia electrónica, pero, en lugar de estrellarse contra el suelo, el dron aceleró hacia su objetivo y lo destruyó.

Asimismo, el dron evitó a muchos otros aviones no tripulados, gracias a su IA, que tiene en cuenta la interferencia electrónica que utiliza Rusia, estabilizando el dron y manteniéndolo enfocado en un objetivo preseleccionado. Las capacidades de IA desarrolladas ayudan a los drones a completar su misión incluso si su objetivo se mueve, lo que representa una mejora significativa con respecto de los drones existentes, que rastrean coordenadas específicas.

Es probable que las innovaciones de IA en drones, rápidamente, sean tan populares como para ser obtenidas por milicias separatistas, cárteles de la droga, grupos extremistas o cualquier otro tipo de grupo u organización que busque obtener una ventaja tecnológica. Sin duda que aquello significará una nueva realidad extremadamente desafiante. Es un problema a considerar que, por lo demás, escala y desencadena aún más desarrollo de IA militar porque, a un cierto nivel de complejidad tecnológica, la Inteligencia Artificial solo puede ser derrotada por otra IA.

Sin embargo, el principal tema, la pregunta de fondo, más allá del uso de IA en un tipo particular de arma (drones militares), es si acaso podrán fijarse límites a su desarrollo o establecer algún tipo de control, como sucede con las armas de destrucción masiva (nucleares y biológicas). Y es que la fuerza normativa de lo fáctico alienta el temor de que la ciencia, la técnica y la economía obren faits accomplis, en el contexto de un mundo cada vez más tensamente polarizado, con una guerra estratégica librándose en Europa, cuyo resultado inducirá un cambio en el mapa, la geopolítica y las correlaciones de fuerza política a nivel global.

La historia ha demostrado que es imposible frenar el avance de una tecnología para usos militares. Por consiguiente, lo mismo debería esperarse del uso de la IA bélica.

Un capítulo importante de esta batalla lo está constituyendo ahora mismo el dominio de la industria de los semiconductores entre USA y China, que ha llevado a la administración del presidente Biden a promulgar la Ley Chips y Ciencia (2022), que libera 52.000 millones de dólares en subvenciones a dicha industria, para traerla de vuelta al territorio estadounidense. Por otra parte, China responde y anuncia la creación de un fondo de 42.000 millones de dólares para transformarse en líder de fabricación de chips.

La famosa frase del presidente Putin, que señala que “quien se convierta en el líder del campo de la Inteligencia Artificial se convertirá en el gobernante del mundo” (septiembre, 2017), sigue resonando en la escena mundial y, por cierto, el Proyecto de Ley de IA que se discute en la Unión Europea excluye expresamente de sus regulaciones la Inteligencia Artificial para fines militares.

Conclusión obvia: seguimos en peligro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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