Es un país extremadamente desigual, donde el 1% más rico concentra el 25% del ingreso nacional y, en realidad, según algunos estudios, solo 150 chilenos concentran casi el 20% de la riqueza.
A propósito del “Chile flaite” que ve Martín Arrau, nada menos que vicepresidente del Partido Republicano, comenzó a circular un video en el que habla del resentimiento y una supuesta “teoría igualitaria” que sostendría que “si a ti te ha ido mal es por culpa de alguien, no es por culpa tuya, y tú naces y la sociedad te debe algo. Y si eres mujer te deben más, y si eres indígena te deben más, y si eres discapacitado deben más”, cuando en realidad “no, no es así”.
No hay resentimiento y no se trata de deudas, aunque lo diga sin tapujos. Supongo que debe creer que lo suyo es mérito. Del resto, en el fondo, dice que si te va mal eres flojo y no te esforzaste lo suficiente, o eres tonto, porque esforzándote no lo lograste. Ese es el país que ve Arrau. Si no puedes caminar, no te “debemos” una escalera para que puedas acceder a un hospital o a una escuela, no seas resentido.
Bajo esta lógica, cuando tenemos suerte, nos hablan de la igualdad de oportunidades que, en realidad en esa comprensión, como decía Nils Christie, no es más que “un arreglo perfectamente apropiado para transformar injusticias estructurales en experiencias individuales de frustración y fracaso”: la culpa siempre es tuya. Debería ser evidente que “para validar como justo el resultado de la ‘carrera’ de la vida no basta con asegurar que todos los participantes larguen a la vez y desde un mismo punto, dejando el recorrido del trayecto y el resultado final de la prueba solo a las condiciones o a la suerte de los que participan en ella”, como señala Agustín Squella en Igualdad, aunque la desconexión no sorprende.
Hace unos años un estudio mostraba que la élite pensaba que un 25% de las personas eran de clase baja y un 18% de clase acomodada, cuando en realidad el 77% es de clase baja y solo un 3% de clase acomodada. También se evidenciaba allí que, según su percepción, el valor de las viviendas de la clase baja era de 27 millones, cuando en realidad era de 7. Pero sigue siendo impresionante que diga esto, considerando que debe haber miles de ingenieros civiles industriales a los que, pese a tener menos privilegios que los de Carlos Martín Arrau García-Huidobr,o y a haberse esforzado mucho más, les “va peor”, y es indignante que lo diga en un país como Chile, donde se ha enaltecido el individualismo y no hay responsabilidades sociales, ante una cierta derecha que solo ofrece crecimiento, seguridad y apoyo al nuevo sueño americano del “emprendimiento”, que parece ser la cura de todos los males e incluye hasta a quien vende sopaipillas en un carrito en la esquina.
Cada uno se rasca con sus propias uñas. Y no es que seamos especialmente extravagantes, hay varias cuestiones que son tendencias mundiales, propias del sistema de producción en el que vivimos; pero Chile es un país en el que 8 de cada 10 emprendedores fracasan. Algunos se endeudan de sobremanera, hipotecando y hasta arruinando su vida. Pero si no sobrevives, algo hiciste mal. Si solo eres empleado con un trabajo precario, deberías emprender. Impuestos no va a haber.
Un país en donde hay coachs que dirán que “el cambio está en ti,” que debes enfocarte y madrugar, mientras libros con Las diez claves del éxito o Los cinco hábitos de los triunfadores se venden en supermercados. Si te va mal, no lo entendiste.
Es un país donde, aunque los Arrau no lo quieran ver, los hijos de padres y madres de bajos ingresos tienen un 20% de posibilidades de lograr situarse dentro del 25% más rico. Esta cifra, comparativamente, no está mal, pero hay que considerar que es un país en el que “el 50% de las familias ganan alrededor de $USD 500 por mes. Cualquier niño que curse educación superior llega al 20% más alto en menos de 10 años. Es fácil llegar ahí, porque los salarios son muy bajos para la mayor parte de las personas”.
Es un país en el que ingresar al primer quintil requiere de $301.742 per cápita. O sea, un país en el que con un sueldo de $603.484 entre ambos, una pareja logra ingresar al 20% “más rico”;, pero en el que si tienen un hijo ya no entrarán. Y eso no lo logra más del 80% de hijos e hijas de familias de bajos ingresos. Esto, en un país en el que los ingresos condicionan el acceso a derechos sociales, como educación, salud y vivienda, e incluso seguridad.
Es un país extremadamente desigual, donde el 1% más rico concentra el 25% del ingreso nacional y, en realidad, según algunos estudios, solo 150 chilenos concentran casi el 20% de la riqueza del país. Un país en el que, previo a la gratuidad, si tus padres o madres llegaron a la universidad, tenías un 66% de posibilidades de estudiar allí, contra menos de un 2% si es que tus padres y madres solo alcanzaron la educación básica; o en el que un estudiante de ingeniería comercial de la Universidad de Chile que esté dentro del 10% de mejor desempeño, pero que venga de un colegio municipal y una comuna pobre, gana estadísticamente menos que aquel que esté en el 10% de peor desempeño, pero que provenga de un colegio particular y una comuna de altos ingresos, como decían hace unos años los fundadores de Horizontal, dentro de los que estaban, ni más ni menos que el senador Felipe Kast y el constituyente Hernán Larraín Matte. No fue hace tantos años, pero parece mucho tiempo: hoy hay otra derecha. No vayan a preguntar por el colegio de Arrau, no sean resentidos.
Es un país donde el 67% de las fortunas se ha hecho en base a herencias –siendo uno de los porcentajes más altos sobre alrededor de 70 países evaluados, empatados con Venezuela—, y donde el 17% se formó en base a conexiones políticas y recursos relacionados.
En uno de los informes más completos que se han realizado sobre la desigualdad, Desiguales (PNUD, 2017), respecto del descontento generalizado en la población chilena, se señala que “en una escala del 1 al 10, donde 10 indica ‘mucha molestia’, alrededor del 67% de la población declara que le molesta mucho (9-10) la desigualdad en tres ámbitos (68% salud, 67% educación, 66% trato respetuoso)”. ¿Tenemos dos tercios de resentidos?
Si sufren las bajas pensiones, la mala calidad del transporte, salud y educación pública, o el elevado costo de la vida en Chile, no vayan a decir que no es culpa suya. Que coincida con los bajos ingresos no es casualidad, no nos deben nada.
En un país así, como Chile, Arrau nos enrostra sus privilegios disfrazándolos de mérito y nos llama resentidos. Es el vicepresidente de un partido que puede decir que “si te va mal” es culpa tuya y pueden levantar un proyecto político construido en base a promesas de emprendimiento, a una reducción del Estado y una disminución de los impuestos.
Que esto ocurra en un país como Chile, no “flaite”, pero sí muy desigual, es solo una muestra más de lo inmerso que estamos en una hegemonía neoliberal.
Total, para ellos, el cambio depende de ti.
Tú puedes, sólo (y solo) tienes que decidirte. Si te va mal, ya sabes.