Podemos fijar el inicio de la campaña el 4 de agosto de 2023, cuando el Partido Republicano lanzó la iniciativa “Te quiero Chile” y que se organizó para mostrar los temas que comenzarían a ser aprobados por las distintas comisiones del Consejo.
Hace más de dos meses que comenzó la campaña por el “A favor” y es posible verificar empíricamente los primeros frutos de aquello. A continuación entregaremos alguna evidencia de las ideas principales y efectos que está teniendo este despliegue.
Podemos fijar el inicio de la campaña el 4 de agosto de 2023, cuando el Partido Republicano lanzó la iniciativa “Te quiero Chile”, que se organizó para mostrar los temas que comenzarían a ser aprobados por las distintas comisiones del Consejo. En forma simultánea con la aprobación de las enmiendas republicanas, se lanzaron videos virales que remarcaban temáticas claves de lo que comenzaría a remarcar dicha campaña. La oferta electoral incluye “una salud de acceso libre y de calidad”, libertad de elegir la educación, colocar “a los corruptos en la cárcel”, tener “barrios libres de delincuencia”, dejar de pagar contribuciones, y la propiedad sobre los fondos de pensiones (ideas señaladas en el video de lanzamiento de la campaña “Te quiero Chile”).
Ahora bien, la mayoría de las encuestas entrega favoritismo a la opción “En contra” que va desde el 50 a 60%, dependiendo del fraseo de la pregunta y de sus respuestas. No obstante, en las últimas dos semanas han aparecido nuevas encuestas que han comenzado a mostrar un aumento en la preferencia por la opción “A favor”. Más allá del debate sobre la calidad y transparencia de tales encuestas, lo que sí podemos afirmar es que la composición interna de los que apoyan o rechazan el nuevo texto se ha modificado significativamente en los últimos tres meses.
La Encuesta UDP-Feedback (2023) muestra que, cuando se pregunta la preferencia por mantener la Constitución Vigente, a comienzos de julio cerca del 70% de los encuestados de derecha prefería aquella opción. En septiembre dicha cifra se había reducido en 30 puntos en las personas de centroderecha y 16 puntos en el caso de personas de derecha.
Lo anterior es consistente con las respuestas a la pregunta de intención de voto para el 17 de diciembre. En estos 3 meses, las personas identificadas con la derecha y centroderecha duplicaron su inclinación a votar “A favor”, mientras las personas de izquierda y centroizquierda se volcaron masivamente hacia la opción “En contra”. Los partidarios de derecha, que en julio eran quienes en mayor proporción apoyaban la opción “En contra”, en septiembre encabezaban la opción “A favor”. Así, aunque los totales se mantienen constantes, su composición interna se alteró sustantivamente.
¿Qué pasó un este tiempo? Primero, el Consejo Constitucional aprobó enmiendas que responden a los intereses de un electorado de derecha. Segundo, el líder del Partido Republicano, José Antonio Kast, comenzó una campaña para convencer a los votantes de derecha de las bondades de votar “A favor”. Desde este punto de vista, la estrategia de dicho partido rindió frutos.
El Partido Republicano ha insistido en que buscará en este proceso ver reflejadas las ideas de la derecha (libertad, seguridad, preocupación por la persona, menos Estado, etc.) y en las últimas semanas Kast llamó a votar “A favor” el texto. El consejero Luis Silva informó, respecto de lo aprobado por la Comisión Experta, que “la evaluación de la bancada del Partido Republicano es satisfactoria porque el corazón de la propuesta aprobada por el Pleno permaneció intacta, particularmente todas aquellas disposiciones que tienen que ver con seguridad, y todas aquellas que tienen que ver con estabilidad política y todas las que tienen que ver con la libertad”.
De esta forma, el objetivo político de convencer al electorado de derecha en esta primera etapa se está logrando. La semana pasada se dio un nuevo paso al definir abiertamente que el Partido Republicano se la jugaría por el “A favor” y esa proclamación vino directamente de José Antonio Kast, asociando el resultado a su persona y partido. De hecho, cualquier resultado superior a los votos obtenidos en las elecciones presidenciales (3,6 millones) y las del Consejo Constitucional (3,4 millones) es ganancia neta para sus ambiciones electorales. Como el resultado del plebiscito estará asociado directamente a su figura, podrá reclamar propiedad sobre aquellos votos.
La campaña del voto “A favor” tiene ejes claramente definidos y la oferta se organiza en torno a cuestiones de impacto directo en las preocupaciones que hoy manifiesta la ciudadanía. Según la mayoría de las encuestas, las preocupaciones centrales son delincuencia, desempleo y, más abajo, salud y pensiones. Pues bien, la oferta de la campaña se asocia precisamente con tales temas: prometer terminar con la delincuencia, expulsar ilegales, aliviar el bolsillo de las clases medias (no más contribuciones), propiedad sobre fondos de pensiones, libertad de elegir educación y salud, y menos políticos en el Congreso. Cuando los republicanos dicen que estas son preocupaciones “ciudadanas”, están leyendo encuestas que hablan de la alta preocupación de la gente respecto de tales temas.
No cabe duda de que se trata de una oferta populista. Una somera revisión de los eslóganes mencionados advierte de lo inverosímil de su oferta: una Constitución no terminará con la delincuencia o resolverá los problemas de la salud o la inmigración directamente. Pero debemos entender que la estrategia está diseñada como un artefacto electoral que se fundamenta en tres premisas: primero, que la gente votará pensando en sus preocupaciones coyunturales y no en la calidad del texto; segundo, que la gente no tiene ni tiempo ni energía para interiorizarse de los detalles de la oferta; y tercero, que la campaña se jugará en convencer a aquellos 4 o 5 millones de electores despolitizados, que miran con desconfianza a la política y que irán a votar pensando en la oferta material del texto, es decir, “qué gano yo con este texto”.
La estrategia tiene una fundamentación empírica. Por ejemplo, si observamos el comportamiento de la submuestra de quienes declaran que su principal preocupación es la inseguridad y la delincuencia, vemos que ellos tienden a inclinarse por votar más “A favor” que el promedio de la muestra y aquello se ha intensificado en los últimos tres meses. La oferta de la “Constitución de la Seguridad” le hace sentido a un segmento de la población que siente temor y que ve que los gobiernos no han resuelto esta demanda. Podríamos hipotetizar que, mientras más alto el temor, mayor será la inclinación por apoyar el texto constitucional.
¿Qué nos dicen los primeros mensajes de la campaña por el “A favor”? La UDI ha comenzado a hacer circular infografías que dicen: “Es deber del Estado garantizar la seguridad. Aprobado”, “El terrorismo es contrario a los derechos humanos. Aprobado”, “¡Por fin existirá una defensoría de las víctimas! Aprobado”, “¡Freno a la inmigración ilegal! Aprobado”.
Por su parte, la promesa de Republicanos respecto de esta nueva Constitución es: “Expulsar inmigrantes ilegales”, “Tener libertad para elegir tu salud y educación”, “Asegurar la propiedad y heredabilidad de tus ahorros”, “Dejar de pagar contribuciones por tu casa”, “Expulsar a los políticos corruptos”, “Disminuir los diputados en el Congreso”. En cada punto de prensa los republicanos repiten su mantra: más seguridad, más libertad, menos políticos.
La campaña del voto “En contra” presenta ciertas particularidades. Hasta el día de hoy aparece como la suma de intereses aislados y no coordinados en torno a rechazar el nuevo texto. En el polo de la extrema derecha ya emergieron voces llamando a votar “En contra” por la tibieza de la oferta constitucional. Los Patriotas, y una facción de Republicanos y la fundación Nueva Mente, han explicitado su rechazo al texto y al proceso. En la izquierda se optó por esperar tener el texto para definir una posición, por lo que todavía no se articula un relato, un mensaje explicitando las razones para llamar a votar “En contra”.
En redes sociales han comenzado a aparecer algunos mensajes asociados al “retroceso” o la amenaza que significaría este nuevo texto para los derechos sociales, para las mujeres, para los niños, niñas y adolescentes, entre otros. Se agrega más recientemente la asociación de este proceso con la figura de Kast (La Kastitución), con la esperanza de que la gente perciba aquello como un atributo negativo a la hora de votar. Así, se superponen lemas que hasta el momento no logran construir un relato electoral nítido y definido. Si en la campaña por el “A favor” se organiza una oferta en torno a la emoción de la “seguridad y la estabilidad”, en la postura del “En contra” cuesta encontrar una emoción ordenadora (¿amenaza tal vez?, ¿retraso quizás?).
Pero además, hasta el momento el voto “En contra” tampoco cuenta con una figura o figuras que movilicen las preferencias. ¿Quién será el o la jefa de campaña articulando un discurso unificador para rechazar esta nueva propuesta? ¿Bachelet? ¿Una dupla o tríada progresista? La decisión de esperar hasta que el texto sea aprobado (7 de noviembre) retrasa el inicio de una campaña que la opción del “A favor” comenzó el 4 de agosto, e incluso antes. Nuevamente el progresismo está llegando tarde y carece de relato.
Como el plebiscito lo definirán aquellos 4-5 millones de recientes votantes no ideologizados, lo que parecería más razonable para la campaña del “En Contra” es organizar una campaña centrada en rebatir la calidad y verosimilitud de la oferta. Si la propuesta constitucional reafirma el modelo de pensiones, el modelo de salud y el modelo de educación, ¿existe la posibilidad de que bajo el mismo modelo mejoren las pensiones, mejore la salud y mejore la educación? La respuesta evidente es que no. Si la libertad depende del dinero, entonces se trata de una propuesta donde saldrán favorecidos quienes puedan pagar por esos servicios. Algo como: “Esta propuesta no mejorará mis condiciones de vida. Punto”.
La campaña del “A favor” está desplegada con una oferta que, puede que sea inverosímil, pero que tiene un líder para encabezarla, un relato meridianamente definido y ha comenzado a ganar adhesión. En las próximas semanas observaremos la búsqueda de adhesiones para dicha campaña en el sector moderado del espectro político y, a partir de noviembre, un masivo despliegue en redes sociales y en las calles.
La interrogante ahora es cuál será el relato que escogerá el progresismo para convencer a la ciudadanía de que es mejor mantener las reglas actuales que aventurarse con un texto que no beneficia a las grandes mayorías. Queda muy poco tiempo para desplegar una campaña que será extremadamente breve y donde ganará el que logre llegar a este esquivo votante indeciso que, muy probablemente, está más preocupado de llegar a fin de mes que de informarse sobre un asunto que no le interesa.