Continuamos desperdiciando el recurso más importante para el desarrollo de nuestro país, que son las personas, sus capacidades y su creatividad. A las mismas soluciones, mismos resultados.
Recordemos: 2011, 2016, la marchas de los paraguas, la revolución de “los pingüinos”, la larga y extenuante aprobación de la reforma a la Educación Superior, donde se instaló la gratuidad en la Educación Superior (ES). Pese a todo este desgaste y a las protestas estudiantiles, la gratuidad en las instituciones universitarias está por desaparecer, al haberse omitido en la nueva Constitución cualquier referencia al financiamiento en la ES.
En efecto, los movimientos estudiantiles estuvieron por más de una década demandando educación “gratuita y de calidad” hasta el cansancio, con “un pie en la calle y otro en el Congreso”, como decían ellos, liderados por quienes hoy dirigen el país, incluyendo al actual Presidente de la República, Gabriel Boric, así como a la vocera de Gobierno, Camila Vallejo, entre una larga lista de políticos actualmente instalados en el poder.
Ante esto, debemos alzar la voz y ponernos en alerta, si es que se aprueba el texto tal y como está, pues la indicada omisión ciertamente puede ser leída como el fin de la gratuidad universitaria. Si esto es así, tendríamos que preparar a más del 54% de la matrícula de las Instituciones de Educación Superior (IES) adscritas a gratuidad para el endeudamiento, como modo de financiar estudios, lo que traería de regreso el endeudamiento. La otra opción es, simplemente, no seguir estudiando.
Esta es una mala noticia, pues niega la energía social que han desplegado tanto los jóvenes como la comunidad en general desde hace varias décadas, para alcanzar el derecho a acceder a una educación superior que no restrinja por cuestiones económicas el ingreso de talento a las universidades y, por sobre todo, que los estudios superiores no impliquen un endeudamiento que luego se constituye en un verdadero lastre y traba al desarrollo de las personas (como si esta historia no la conociéramos y no supiéramos a dónde nos conduce).
Así, entre tanta enmienda y votación, entre tanto artículo, comisión experta y observaciones, ha pasado desapercibido el tema de la gratuidad, que ha permitido a más del 50% de los estudiantes chilenos poder estudiar en la universidad sin endeudarse.
Es claro que el rango que se le entrega a la educación en la nueva propuesta constitucional no representa su verdadero valor, como palanca de desarrollo social y económico del país. Si así fuera, esta debería ser formulada como Derecho Humano fundamental, y como una obligación del Estado garantizarla y financiarla, desde el prekínder a la educación superior.
Todo lo anterior, sin perjuicio de que las familias ejerzan el rol fundamental en la educación de sus hijos e hijas, escogiendo los proyectos educativos que mejor representen sus valores y visiones de mundo.
Sin embargo, los artículos dedicados a la Educación Superior no representan ningún avance o visión innovadora de este derecho que, como todos podemos constatar año tras año en los resultados escolares, sigue estando al debe. Continuamos desperdiciando el recurso más importante para el desarrollo de nuestro país, que son las personas, sus capacidades y su creatividad. A las mismas soluciones, mismos resultados.