Publicidad
Por qué votaré “En contra” Opinión Yvo Salinas/AgenciaUno

Por qué votaré “En contra”

Publicidad
Ignacio Walker
Por : Ignacio Walker Abogado, expresidente PDC, exsenador, exministro de Relaciones Exteriores.
Ver Más

No tiene sentido sustituir una Constitución de derecha por otra Constitución de derecha; no tiene sentido reemplazar la Constitución de Jaime Guzmán por la de José Antonio Kast. Hay de por medio 200 años de tradición republicana.


Por 33 votos a favor de la derecha y 17 votos en contra de la izquierda se ha aprobado y despachado el texto constitucional que será sometido a plebiscito el 17 de diciembre próximo.

Llevamos 35 años tratando de dotar de legitimidad a la Constitución, lo que supone un gran acuerdo transversal. Desgraciadamente, ello no ha sido posible, por lo que votaré “En contra” en el plebiscito de salida. Lo haré por la misma razón que voté por el Rechazo hace poco más de un año, como lo expliqué en esta columna: por tratarse de una Constitución partisana.

No tiene sentido sustituir una Constitución de derecha por otra Constitución de derecha; no tiene sentido reemplazar la Constitución de Jaime Guzmán por la de José Antonio Kast. Hay de por medio 200 años de tradición republicana.

Unidad en la diversidad es lo que surge de nuestra historia republicana y democrática. La Constitución de 1925 fue expresión de ello. La Constitución de 1980 fue su negación. El texto que nos ofrece la mayoría de derecha tiene muchos aspectos positivos, pero no es expresión de un acuerdo transversal; no hay unidad en la diversidad, sino el intento de un sector político por imponer a otro sector su propia voluntad.

Mi esperanza estaba cifrada en la aprobación unánime por parte de la Comisión Experta, desde el Partido Comunista hasta el Partido Republicano, de un texto constitucional que, sin ser perfecto, contenía el germen de la unidad en la diversidad. Como simple ciudadano, vayan mis palabras de reconocimiento a sus integrantes. Ellos fueron la expresión más cabal del patriotismo constitucional. Es cierto que había problemas por aquí y por allá, pero el Consejo Constitucional, bajo una clara hegemonía de los republicanos y de la derecha, más que por perfeccionar o corregir el anteproyecto de la Comisión Experta, optó por someter por segunda vez a esa comisión un nuevo texto. Este se apartaba cualitativamente del anteproyecto de la comisión. Fue una gran oportunidad perdida.

Seamos claros. La derecha por sí sola tenía más del 60% de los consejeros (33 de 50), lo que le permitía aprobar cualquier texto. Por su parte, el Partido Republicano, con un 40% de los consejeros (22 de 50), podía vetar cualquier texto. Aunque hubo una cierta flexibilidad en consejeros de Chile Vamos, la derecha llevó un texto a la Comisión Experta que colocó a la izquierda (17 de 50 miembros) en una actitud defensiva. Es cierto, esta no tuvo toda la flexibilidad que se requería, pero también es cierto que la derecha presentó un texto con pie forzado, haciendo valer –legítimamente, habría que decir– su abrumadora mayoría en el Consejo Constitucional.

En lo personal, atribuyo una enorme responsabilidad del fracaso del proceso constitucional a esa izquierda radical que propuso al país un texto constitucional partisano y refundacional, al margen de la realidad, de la historia y del sentido común. Fui parte de la “Centro Izquierda por el Rechazo” que engrosó las filas de ese abrumador 62 por ciento de la ciudadanía que dijo NO a un texto constitucional que amenazaba con conducir a Chile al despeñadero.

Fue ese infantilismo izquierdista el que impulsó la dinámica del péndulo hacia el otro extremo, con una clara mayoría para el Partido Republicano en mayo último. El Gobierno tiene que asumir su propia responsabilidad en el resultado del 04/09, al habérsela jugado por entero por la opción del Apruebo.

Frente a la Constitución de los republicanos, me quedo con la Constitución de Lagos. Esta Constitución ha sido reformada 69 veces desde 1989. Cerca del 80 por ciento de su texto ha sido aprobado desde esa fecha. Solo el 20 por ciento corresponde al texto original de 1980. Adicionalmente, la reforma constitucional aprobada por el Parlamento permite reformar la Constitución por 4/7, frente al 60% que propone el texto de la derecha.

Estimo que, ante un eventual triunfo de la opción “En contra” el 17 de diciembre próximo, podemos vivir con la actual Constitución, reformando lo que haya que reformar. En caso de tener lugar ese desenlace, debe tenerse por concluido el proceso constituyente y perseverarse en el camino de una reforma gradual al texto actual. El país no permitiría prolongar agónicamente un proceso constitucional que se ha debatido entre la izquierda radical y la derecha radical; hay que gobernar, retomar el crecimiento, afianzar la seguridad, avanzar en equidad, y construir un camino de unidad frente al doble desafío de la democracia y el desarrollo.

Ya vendrá el momento de debatir sobre tales o cuales aspectos específicos del texto que se nos propone, con sus luces y sus sombras, avances y retrocesos. Esta es una declaración política que se hace cargo, como cuestión sustantiva, del hecho de que el cuidadoso diseño del “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” del 15 de noviembre de 2019 y el “Acuerdo por Chile” del 12 de diciembre de 2022, junto al patriótico esfuerzo de la Comisión Experta, no han encontrado eco en el Consejo Constitucional.

Ha primado una vez más la lógica partisana de quienes parecieran no entender que Chile somos todos y todas. El anhelo de unidad en la diversidad ha quedado frustrado. Si triunfa la opción del “A favor”, habrá que trabajar sobre la base de esa nueva Constitución. Si triunfa la opción del “En contra”, como esperamos que ocurra, seguiremos trabajando sobre la base del actual texto constitucional.

No hay que equivocarse ni sacar cuentas alegres: la opción del “apruebo” tiene posibilidades de ganar. Para evitar que ello ocurra, la izquierda o las izquierdas tienen que asumir desde ya un doble compromiso, en forma clara y pública: para el caso de triunfar la opción “En contra”, deberán estar disponibles los votos para aprobar, en un plazo no superior a 60 días, el umbral del 5 por ciento para evitar la actual y perversa fragmentación partidaria.

Uno de los principales argumentos políticos de la derecha será que, de triunfar esa opción, los incumbentes serán absolutamente incapaces de introducir esa modificación, pues primarán sus intereses en cuanto tales y subsistirá la fragmentación partidaria y el germen de la ingobernabilidad.

Simultáneamente, la izquierda y las izquierdas deberán asumir desde ya el compromiso en el sentido de que, de ocurrir el triunfo de la opción “En contra”, se deberá trabajar sobre la base del actual texto constitucional, con la ventaja de que se podrá introducir reformas por 4/7 (gracias a la reforma constitucional promovida por los senadores Rincón y Walker, aprobada y despachada por el Parlamento). De no existir un claro compromiso en el doble sentido señalado, la opción del “A favor” verá notablemente incrementadas sus posibilidades de buen éxito.

Chile está primero. Dispongámonos a construir las bases de la unidad nacional, honrando una larga y rica tradición republicana y democrática de la que somos tributarios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias