Que nuestro país haya relevado los principios básicos del derecho internacional y humanitario, y los haya puesto en el centro para definir nuestra postura ante dos conflictos bélicos, es algo que debiese ser reconocido transversalmente, porque no siempre es fácil, a veces conlleva costos.
El actual gobierno se ha visto enfrentado desde que asumió, a tener que definir una postura país en dos de las mayores guerras que hemos visto desde hace mucho. En febrero de 2022, Rusia invadió a Ucrania, lo que desató un conflicto a gran escala, con un involucramiento de muchos otros actores, que buscan incidir en el eventual desenlace de esta guerra. Estados Unidos y la OTAN apoyando militar y económicamente a Ucrania, y potencias cercanas a Rusia, como China, Irán, Corea del Norte y otros, respaldando al gobierno de Putin.
Por otra parte, hace unas semanas, el grupo islamista Hamás realizó una operación a gran escala con muchos asesinatos de civiles dentro de Israel, y que ha sido el mayor ataque que ha recibido este país en décadas, algo que no logró ser anticipado ni por el gobierno de Israel y sus agencias de inteligencia, como tampoco por las agencias occidentales que vigilan permanentemente los movimientos de agrupaciones islámicas anti-occidentales, en la región del Medio Oriente.
Este ataque, dio lugar a su vez, a una operación militar masiva de Israel, con ataques incesantes que han significado miles de muertos, la gran mayoría civiles, y muchos niños, ya que la mitad de la población de Gaza tiene menos de 18 años. Diversas agencias de la ONU han calificado estos ataques, como un castigo colectivo, lo que constituye un crimen de guerra, y la Asamblea General de la ONU por amplia mayoría condenó estas acciones, y pidió un alto al fuego en el conflicto. Existe también el riesgo potencial del involucramiento de otros países y fuerzas, lo que transformaría la actual conflagración, en una guerra regional.
Ahora, cuando se examinan las posturas de la mayoría de los países del mundo ante estas dos guerras, lo primero que se observa, es un evidente doble estándar para reaccionar ante lo sucedido. Muchos que han denunciado la agresión rusa en Ucrania, como Estados Unidos y la mayoría de países de la Unión Europea, ahora atacan en los más duros términos al movimiento Hamás, reivindican el derecho de Israel a la autodefensa, pero han guardado un cómplice silencio, y aún más, han avalado de facto, los evidentes y masivos crímenes de guerra que está cometiendo este país en la Franja de Gaza.
Y lo mismo pasa con países que ahora denuncian crímenes de guerra en Gaza, pero que han sido cómplices de la brutal guerra que ha tenido lugar en Ucrania, partiendo por la misma Rusia, fuerza invasora, y China, Irán, y algunos países del Sur que han guardado silencio o justificado las acciones de Putin, frente a una nación más pequeña que es invadida, pero que ahora sacan la voz frente al evidente drama humanitario que se vive en Gaza. Una actitud de condenas “a la carta” es lo que hemos visto en muchos, ante estos dos conflictos.
Pero hay un país acá, en el fin del mundo, que ha mantenido una política consistente de principios, ante estos dos grandes dramas humanos que vivimos en la actualidad. Y esa política consistente de principios, es parte integral y permanente de nuestra política exterior en democracia : Me refiero al respeto irrestricto al derecho internacional, la defensa de los derechos humanos y el derecho humanitario, a la resolución pacífica de las controversias, y al énfasis en el multilateralismo como espacio y mecanismo prioritario para resolver disputas y conflictos internacionales.
En concordancia con lo anterior, Chile durante este gobierno, es de los pocos países que ha denunciado con dureza la invasión rusa a Ucrania, pero también las acciones brutales de Hamás, así como los masivos crímenes de guerra cometidos por Israel en Gaza. Porque desde el derecho internacional, no hay duda de que la invasión rusa es ilegal, la ocupación israelí de territorios palestinos es ilegal, lo de Hamás es terrorismo, y las acciones rusas en Ucrania, como las de Israel en Gaza, violan principios esenciales del derecho humanitario, y constituyen graves crímenes de guerra. Esto último además, agravado por lo que hoy es ya claramente una política de limpieza étnica, que ha significado el desplazamiento masivo de palestinos en Gaza.
Vivimos hoy en un mundo peligroso e inestable, donde la democracia está en retroceso, se violan cada vez más los derechos humanos, vuelven los genocidios y las limpiezas étnicas, el despliegue de acciones de fuerza, las invasiones a otros territorios, y muchas veces se hace caso omiso a los dictámenes de organismos internacionales competentes, y a reglas básicas del derecho internacional que regulan las relaciones entre los Estados. En estos días precisamente, el Crisis Group, una entidad muy respetada en el análisis de conflictos, constata que el mundo vive una escalada como hace mucho no se veía en el mundo, con más de 70 situaciones de guerras entre estados, guerras civiles, y otras tensiones y situaciones de conflicto, que generan inestabilidad a nivel global.
En este contexto, que nuestro país haya relevado los principios básicos del derecho internacional y humanitario, y los haya puesto en el centro para definir nuestra postura ante estos dos conflictos, es algo que debiese ser reconocido transversalmente, porque no siempre es fácil, a veces conlleva costos, arriesga enfrentarse a grandes potencias e intereses, y no ha sido la regla en el mundo, como lo hemos visto en los casos de Ucrania, y el conflicto palestino-israelí. Pero al final, así se construye a largo plazo la credibilidad internacional de un país, así que vamos por buen camino.