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La profunda fractura republicana Opinión Jesús Martínez/AgenciaUno

La profunda fractura republicana

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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El texto que se plebiscitará el 17 de diciembre es, definitivamente, una Constitución que tiene el sello ideológico –una palabra que creen que no aplica para ellos, pero sí para la gente de izquierda– de los republicanos, de los “verdaderos chilenos”, como afirmó Beatriz Hevia.


El péndulo en nuestro país no se detiene. Como en esa película de culto, El día de la marmota, parecemos estar condenados a que la historia se nos repita una y otra vez. Hace dos años fue la centroizquierda –que también estaba en la oposición– la que vivió la fractura, a propósito de la Convención Constitucional. De a poco se fueron bajando, desacoplando los que hasta ese momento habían sido socios por décadas. Y nacieron los díscolos, los rebeldes. “La izquierda por el Rechazo”, que resultó ser después la derecha del “A favor”. Formaron Amarillos, Demócratas y, por supuesto, les dieron un golpe mortal a los de su exsector. No hay nada más confuso para la gente –a la hora de votar– que ver a quienes son de un sector apareciendo en defensa de las causas de los otros.

El caso de Republicanos da para una serie política. Nació de una costilla de la UDI y creció de manera sorprendente en los últimos años. Se ubica a la derecha de la derecha. Reivindica una agenda conservadora de hace 50 años y también a la dictadura, sin vergüenza ni tapujos. Es casi un partido confesional, pese a no declararlo. Su líder, José Antonio Kast, ha postulado dos veces a la Presidencia de la República, pasando de 523 mil votos (7.93%) en 2017, a casi 2 millones (27.91%) en 2021. En la elección de consejeros de este año logró sacar a 23 –uno renunció después, por una acusación de abuso sexual– de 50 escaños, con un 35% de los votos totales. Según la encuesta CEP de junio, el de JAK es el mejor percibido de todos los partidos, con un 11%. Hasta aquí, una historia de éxito.

Sin embargo, la paradoja se presentó en el momento de la máxima obra que podría tener un partido: armar una Constitución a su manera. Primero, porque jamás quisieron cambiar la actualmente vigente; y, segundo, porque ya asumida la realidad, se dieron cuenta de que podían imponer su mayoría y redactar un texto aún más afín a su ideología.

Y el camino fue bastante expedito. Impusieron su agenda, arrastrando a un Chile Vamos que actuó de arroz graneado: un simple acompañamiento. La izquierda observó el proceso desde la vereda de enfrente y los llamados “expertos” terminaron siendo un verdadero fiasco, al votar en la instancia final en bloques, como unos militantes más –este experimento de nuestra clase política, en definitiva, no pasa la prueba–.

El texto que se plebiscitará el 17 de diciembre es, definitivamente, una Constitución que tiene el sello ideológico –una palabra que creen que no aplica para ellos, pero sí para la gente de izquierda– de los republicanos, de los “verdaderos chilenos”, como afirmó Beatriz Hevia el día en que se le entregó formalmente la propuesta de nueva Carta Magna al Presidente. La alusión de Hevia por supuesto que no fue un lapsus en una improvisación, sino una frase preparada y premeditada, que proyecta la visión que tienen de una sociedad dividida en dos, en que hay gente de primera y segunda categoría.

Lo sorprendente es que, pese a lo anterior y a que su máximo líder, José Antonio Kast, llamó de manera anticipada a votar “A favor” –mucho antes que todos y mucho antes de que el texto pasara por los expertos–, un importante grupo de Republicanos y/o ultracercanos a dicho partido, ha iniciado una fuerte campaña comunicacional para promover el “En contra”.

Al igual que lo que le pasó a la centroizquierda en el proceso anterior, no es cualquier grupo. Corresponde a los principales rostros de esa colectividad, los más mediáticos, sus voceros, y que cumplieron un rol clave en la campaña de Kast en 2021: Teresa Marinovic, Rojo Edwards, Gonzalo de la Carrera, Gloria Naveillán, los hermanos Kaiser, junto a ocho diputados.

Y no solo han llamado a votar contra el texto elaborado por los suyos, sino que han tomado una posición muy crítica y dura contra el presidenciable del partido. Estos díscolos han señalado que el texto no los refleja, que se cedió frente a la izquierda, un argumento al menos curioso. Rojo planteó que ellos representaban al 50% del partido, además de señalar que la propuesta del Consejo no resuelve los problemas de la gente.

Pero, además, a este grupo de rostros mediáticos republicanos –que se fracturaron respecto de la posición oficial del partido y de José Antonio Kast– se sumó un sector extremo, que, aunque no es parte de esa colectividad, sí ha sido muy funcional a la estrategia dura de Republicanos. Pedro Pool –que tuvo un rol importante en la campaña de Kast en 2021– trató al líder del sector como “traidor” por haber criticado la amenaza de fusilamiento que le hizo a la alcaldesa Matthei. Unos días después, agregó: “La casta política se sintió tocada… José Antonio Kast, eres un traidor, estás trabajando para el Apruebo, nunca vas a ser Presidente de Chile, yo lo decreto…”. La misma ruta siguió “Pancho Malo”, ese personaje que algunos de ese grupo aplauden por debajo y que se dedica a las funas. La semana pasada le tocó a Checho Hirane, del mismo sector. Un peligroso búmeran.

En un mes más, podremos ver si la arriesgada apuesta de Kast de adelantarse a liderar el “A Favor” –y presionar a Matthei a hacer un vuelco en sus declaraciones, sin que el texto cambiara– le reporta una ganancia que le permita tomar distancia en la derecha, pensando en las presidenciales de 2025.

Sin embargo, la fractura que empezaron a vivir como partido es más profunda. No solo podría tener repercusiones importantes en la cohesión interna de una colectividad que iba viento en popa y que, paradójicamente, cuando tuvo el poder, se enredó –muy mala señal de gobernabilidad, dicho sea de paso–, sino que además podría significar que estamos ante el nacimiento de una tercera derecha. Vaya paradoja para un partido que nació del quiebre de la UDI.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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