Pareciera que, además, nos hemos olvidado de los objetivos y prioridades de un desarrollo sustentable, diversificado e inclusivo y –en ausencia de una política comercial claramente establecida y consensuada– hemos dejado que el “mercado”, con todas sus “bondades” y distorsiones, ocupe ese lugar.
Espero que nadie se ofenda por el contenido de la columna, no es mi intención hacerlo. No está dirigida a nadie en particular. No obstante, luego de la ChileWeek y la visita presidencial a China, y la “Cumbre de Líderes de la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas”, en Estados Unidos, me pareció necesario conversar nuevamente, de nuestra “política comercial”. En breve, se acentúan mis dudas.
En columnas anteriores he afirmado que –por un par de décadas– sufrimos de un gran “frenesí” negociador. De hecho –creo– batimos el récord mundial (según la Subrei tenemos 33 acuerdos, con 65 economías, que representan el 88% del PIB mundial) negociando todo y con todos, y –creo– nos “indigestamos” con tanto comercio. De hecho, nos mareamos con tanta actividad e “inflamos el pecho” llenos de orgullo, pero no sabemos bien qué dirección tomar. ¿Hemos perdido el rumbo? ¿Lo tuvimos claro alguna vez? Parece que ya viramos definitivamente en la dirección del Asia-Pacífico.
Claramente, nos hemos olvidado –o no quisimos tomar conciencia– de que somos un país pequeño, rico en algunos minerales, pero en general de recursos limitados. Aun así, “salimos con todo” al mundo, a lo grande, y optamos por “volumen” por sobre la excelencia y la diversificación de nuestras exportaciones, así como de “agregarles” valor. A medida que este intercambio ha involucrado a más socios y el comercio alcanza volúmenes cada vez mayores, hemos ido perdiendo el control de esta actividad, resultando en el “uso abusivo” de escasos recursos naturales, en la pérdida de mercados ya establecidos, en la creciente “porosidad” de nuestras fronteras, en la mayor amenaza de pestes y enfermedades foráneas, el aumento del contrabando de drogas y de productos falsificados y, por ende, del comercio ilegal, entre varios otros problemas.
Además, nos quedamos pegados en una institucionalidad que no ha “estado a la altura” de los nuevos y mayores desafíos. No hemos sido capaces de “gerenciar” adecuadamente nuestro comercio, así como de responder a los desafíos del nuevo orden político-económico mundial y de una globalización que se recompone.
Más importante aún, pareciera que, además, nos hemos olvidado de los objetivos y prioridades de un desarrollo sustentable, diversificado e inclusivo y –en ausencia de una política comercial claramente establecida y consensuada– hemos dejado que el “mercado”, con todas sus “bondades” y distorsiones, ocupe ese lugar y lidere nuestro desarrollo. Así, ha sido fácil ignorar los efectos negativos y desigualdades que un comercio “descontrolado” o “desenfrenado” trae aparejado.
Pero volvamos al tema central de estas líneas: “desmanejo” de nuestro comercio. Me pregunto si alguien intentó “ponerle números” y “costear” los eventos del ChileWeek durante este octubre, en China, y que coincidieron con la visita presidencial. Estos eventos, además del Presidente, incluyeron a seis ministros, la Subrei, al director de ProChile e InvestChile, y la visita a cuatro regiones y ciudades, entre el 14 y el 20 de octubre. Según la Subrei, es el evento de promoción “más importante” que hayamos hecho en el gigante asiático (Comunicado de Prensa, Subrei, 26 de octubre) y –creo– en el mundo entero.
El comunicado destaca: “… ChileWeek China 2023 tuvo más de 40 actividades, entre las que se cuentan almuerzos, cenas y activaciones [… supongo que acá se quiso decir “actividades”] con alimentos chilenos; reuniones con contrapartes chinas; visitas técnicas a supermercados y plataformas de e-commerce; livestreamings en redes sociales –donde se promocionaron productos nacionales– y talleres de inversiones realizados por InvestChile”.
La Subrei nos informa que un número importante de actividades de esta ChileWeek fueron los encuentros empresariales, donde habrían participado 19 empresas de sectores tales como “vinos, carnes, ‘fruta seca’, fruta congelada, productos del mar, ‘frutos secos’, miel y pisco”, y que se reunieron con más de 600 empresas en Shenzhen, Chengdú, Beijing y Shanghái. Además, se realizó un “Open Day” en la Embajada de Chile en Beijing, y el “Innovation Day” en Shanghái (Prensa, Subrei) ¡Impresionante! De hecho, “tiramos la casa por la ventana”. No tengo recuerdo de otros eventos de promoción de tanta envergadura en ningún otro país o región. Y ¿por qué en China?
Pero eso no es todo, pues también se realizaron “visitas técnicas” al puerto de Yantan en Shenzhen; al supermercado Yonghui en Chengdú, y JD.com en Beijing, así como al supermercado Fresh Hippo y grupo Alibaba en Shanghái. Además de estas visitas, se firmaron dos MoU(s), destacando el de Alibaba.com, que “permitirá seguir avanzando en la internacionalización de las empresas y en especial de las Pymes chilenas”.
A ello se suman las actividades para atraer inversiones a Chile en litio, energía, electromovilidad y concesiones, y que contaron con la participación de las(os) ministras(os) de Economía, Transporte y Telecomunicaciones, y de Obras Públicas, y ChileInvest, así como la firma de 13 acuerdos, incluyendo un “protocolo para la exportación de productos de la acuicultura” ¿Es acaso este protocolo de posible interés de Australis, salmonera de propiedad de capitales chinos? También se anunció un acuerdo para que la empresa Yongqing Technology invierta unos US $230 millones en Antofagasta, en una planta de cátodos de litio. Reitero mi última pregunta: ¿por qué todo esto en China? Para mí, es difícil de justificar.
En este momento creo útil recordar que, en la actualidad, el 38% de nuestras exportaciones y cerca de un tercio del total de nuestro comercio es con China. En el caso de las exportaciones, casi 88% –puntos más, puntos menos– son minerales, metales y productos de origen forestal, y cerca del 10% son productos agrícolas y alimentos. En este contexto, me pregunto: ¿cuál es la necesidad (o interés) de realizar estas suntuosas y costosas promociones, cuando lo que nos compra China –exceptuando la fruta– son principalmente metales y minerales?
Con la voracidad de China por estos productos, realmente creo que no necesitamos de grandiosas y costosas actividades de promoción para vendérselos, ¿me equivoco? Tengo la impresión de que estamos equivocando el manejo de nuestros escasos recursos de promoción. A primera vista, pareciera ser simple torpeza, mala gestión de nuestros recursos o –tal vez– como ya lo sugerí arriba, perdimos el control y el sentido de nuestro comercio.
Sabemos que varias “potencias” están tras el litio de Chile. Ciertamente China es una de ellas. ¿Es este el motivo? Aun así, no necesitábamos el despliegue realizado y, además, hay otros países que también aspiran a acceder a este recurso. ¿Recuerdan la Minerals Security Partnership (MSP)? Por ahora, la MSP está integrada por Australia, Canadá, Finlandia, Francia, Alemania, India, Italia, Japón, Noruega, Corea, Suecia, Gran Bretaña, EE.UU. y la Unión Europea, representada por su Comisión. Me pregunto si fuimos invitados o, incluso, si hemos mostrado algún interés de ser parte. Yo, por lo menos, no he visto nada al respecto.
Pocas semanas atrás, se reunieron en Londres representantes de la MSP y países invitados –que incluyó Brasil, Indonesia, Kazajistán, Mongolia, Sudáfrica y Zambia– para conversar de “inversiones responsables” en minerales críticos, y fortalecer la colaboración en estos temas (“Joint Statement on the Minerals Security Partnership Announce Support for Mining, Processing, and Recycling Projects”) ¿Por qué no estuvimos presentes? Nuestra participación en la MSP ciertamente abriría el abanico de oportunidades de inversión, mercados y acceso a tecnologías, ¿me equivoco? ¿Hay algo que no conocemos en este tema? Dudas y más dudas sobre nuestra política comercial.
Traje a colación al ChileWeek de China y el futuro de las exportaciones de litio, pues debo admitir que no entiendo la propuesta estratégica que parece desprenderse. Y destaco “que parece desprenderse”, porque no estoy seguro –tal vez, no quiero creerlo– de que sea parte del diseño de nuestra política comercial actual. Pero no es la primera vez que damos señales de una “no-declarada preferencia” por intensificar las relaciones económicas con China, excepto que esta vez “pusimos el pie a fondo” en el acelerador.
Luego, en la “Cumbre de Líderes de la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas” –celebrada durante los primeros días de noviembre en Washington D.C.– tuvimos la oportunidad de “mostrar nuestras cartas” y “medir” hasta dónde puede, o espera ir, EE.UU. para “redireccionar” a Latinoamérica en su dirección y lejos de la creciente influencia de China en la región, que ciertamente es una preocupación de la Administración Biden. El Presidente viajó a Washington D. C. para reunirse con Joe Biden y con líderes de Barbados, Canadá, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay durante la Cumbre. Esta fue, sin embargo, una visita más modesta que la realizada a China en octubre (mi columna anterior, El Mostrador), pues el Mandatario viajó solo acompañado del canciller, el ministro de Economía y la directora de InvestChile.
Sorprendentemente, la información oficial emitida en Chile acerca de esta Cumbre es prácticamente nula. ¡Qué pena! Lamentablemente, es difícil no pensar y concluir que, o no ocurrió nada, o –peor aún– la Cumbre no fue de nuestro interés y que la “Alianza” no sería prioritaria en nuestras relaciones con la región. Lamentablemente, parece ser lo segundo (¿estaré buscando en el lugar equivocado?), pues la Casa Blanca y el Departamento de Estado han publicado diversa información acerca de lo ocurrido en la Cumbre y la propuesta estadounidense. Esto no pasa desapercibido en la diplomacia estadounidense, desafortunadamente.
En su “declaración” oficial, los mandatarios destacan la necesidad de “de acelerar las inversiones y el comercio inclusivos y sostenibles en la región, abordar la crisis climática y expandir oportunidades sociales y económicas que no dejen a ninguna persona rezagada [y reafirman el…] compromiso colectivo con nuestros valores comunes, como la democracia, el estado de derecho, la diversidad y la inclusión, el trabajo digno y bien remunerado, la protección social y ambiental, los derechos laborales, los derechos humanos universales y las libertades fundamentales en las Américas”. Y, en la declaración, se establecen las siguientes prioridades para la “Alianza”: (1) Fortalecer la competitividad e integración regionales; (2) Potenciar la prosperidad compartida y la buena gobernanza; (3) Construir una infraestructura sostenible; (4) Proteger el clima y el medio ambiente; y (5) Fomentar las comunidades saludables (Comunicado del Departamento de Estado, Washington D. C., 3 de noviembre). Nos sumamos a esta Declaración y ¿ahora qué?
Bajo el “paraguas” de esta Alianza tendremos la oportunidad de volver a “enfocarnos” en nuestra región. ¿Nos interesa? ¿Lo conversaremos? Está por verse. Si lo medimos en base a la información difundida en Chile, por ahora, parece que el interés es menor. En una próxima columna, espero tener la oportunidad de presentar y discutir en mayor detalle el contenido de la propuesta de Estados Unidos para robustecer los “vínculos” regionales.