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La condena del general Juan Emilio Cheyre Opinión Francisco Flores/AgenciaUno

La condena del general Juan Emilio Cheyre

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Richard Kouyoumdjian Inglis
Por : Richard Kouyoumdjian Inglis Experto en Defensa y Seguridad Nacional
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Lo irónico de todo esto reside en el hecho de que Cheyre no solo estaba en el lugar incorrecto en el momento incorrecto y que se le condena por entrar y salir de una sala de reuniones, sino que fue el general en Jefe que más hizo por reconocer el rol y responsabilidades del Ejército de Chile.


El fin de año no siempre trae buenas noticias para algunos, y más aún para el general (r) Juan Emilio Cheyre o también conocido como “Juan soldado”. La Corte Suprema lo condenó como cómplice a cinco años, con el beneficio de libertad vigilada, por el caso “Caravana de la muerte”, episodio La Serena.

Después de la Suprema, que yo sepa, no hay nada más que hacer y, así, el general (r) Cheyre pasa a ser el primer excomandante en Jefe del Ejército de Chile en ser condenado, lo que en sí ya constituye un hecho de la mayor relevancia en la historia republicana de nuestro país. No soy quién para objetar los fallos del máximo tribunal y solo espero hayan hecho su trabajo con la diligencia y cuidado que uno espera de la Justicia en Chile.

Lo irónico de todo esto reside en el hecho de que Cheyre no solo estaba en el lugar incorrecto en el momento incorrecto y que se le condena por entrar y salir de una sala de reuniones, sino que fue el general en Jefe que más hizo por reconocer el rol y responsabilidades del Ejército de Chile en el gobierno militar, pero, por sobre todo, decir con toda claridad “Nunca más”, en lo que se constituye como el mejor ejemplo de que la Justicia es ciega, no reconociendo ninguno de los méritos que el general (r) hizo cuando estuvo de servicio, como posteriormente en retiro, en materia de derechos humanos. Hace poco, cabe recordar, publicaron las conversaciones que Alejandro San Francisco sostuvo con el general en el libro llamado Para que nunca más.

Debo reconocer que le tengo “buena” al general (r) Cheyre y creo que él intuía que la Justicia lo iba a condenar. Se le notaba en su semblante apagado y no es para menos. No solo fue un general que modernizó la organización, gestión y equipamiento del Ejército de Chile, sino que también tomó la responsabilidad de establecer las bases para un Ejército profesional bajo los estándares OTAN, dedicado a lo suyo, fuera de la política, y más importante aún, reconociendo el pasado, a sabiendas de que a muchos eso no les gusta ni acomoda, ya que implica aceptar las responsabilidades de los mandos de la época sobre lo ocurrido en Chile en 1973.

Cheyre es uno más de los tenientes y capitanes del 73 a los que se les asignan responsabilidades por lo ocurrido en la época. Tuvo suerte de no terminar en Punta Peuco o alguno de los otros penales en donde pasan sus últimos años de vida los que eran subalternos en el Ejército de Chile de los 70, quedando, en su caso y en los otros mencionados, la sensación de que la Justicia condenó a los peones y no a reyes, reinas, alfiles, torres y caballos.

Capítulo aparte es el hecho de que su condena, como también de la mayoría de los militares en retiro condenados por casos de derechos humanos, se dictó bajo el sistema de justicia penal antiguo, algo que solo aplica a ellos y no el resto de los chilenos, lo que en sí constituye una complejidad con la que tienen que lidiar quienes son acusados por lo ocurrido hace 50 años.

Es una lástima que una carrera militar tan brillante termine de esta forma. No es lógico ni me parece justo, pero no soy quién para discutir los fallos de la Justicia chilena. Quedo con un sabor amargo y con la sensación de que debe haber varios que deben estar celebrando la caída en desgracia del primero de la clase, del que se atrevió a reconocer lo bueno y lo malo del gobierno militar, un gobierno bajo el cual desarrolló buena parte de su exitosa carrera profesional, pero que algunos sienten que traicionó y no respetó y que, por ende, está recibiendo el castigo que merece.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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