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Desigualdad en la academia: la foto que no muestran los análisis de los resultados del Fondecyt Opinión

Desigualdad en la academia: la foto que no muestran los análisis de los resultados del Fondecyt

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Para quienes estudiamos cómo se construye y perpetúa la diferencia y desigualdad de género y clase en la academia, los resultados del Fondecyt cada año nos dejan una fotografía de concentración de recursos y desigualdad, no tan distinta a lo que nos muestra la literatura en otros países del globo.


En el último mes, la Agencia Nacional de Investigación (ANID) difundió los resultados de las tres líneas de financiamiento Fondecyt: postdoctoral, de inicio, regular. El Fondecyt –Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico– es uno de los instrumentos más antiguos de que dispone el Estado de Chile para financiar investigación, y uno de los que concentra la mayor cantidad de recursos. Según la Ley de Presupuesto del año 2023, 38% de los recursos destinados a la Agencia Nacional de Investigación –alrededor de 157 mil millones– fueron destinados a financiar proyectos Fondecyt. 

Para quienes estudiamos cómo se construye y perpetúa la diferencia y desigualdad de género y clase en la academia, los resultados del Fondecyt cada año nos dejan una fotografía de concentración de recursos y desigualdad, no tan distinta a lo que nos muestra la literatura en otros países del globo.

Por una parte, los resultados de la distribución del Fondecyt muestran la concentración de recursos acumulados en unas pocas universidades localizadas en las grandes urbes, principalmente Santiago, las cuales suelen gozar del mayor prestigio institucional en sus respectivas regiones. Carlos Riling, sociólogo de la Universidad de La Frontera, lo exponía claramente en su posteo en X (antes Twitter) durante el fin de semana. Solo dos universidades localizadas en Santiago obtuvieron casi el 30% de los 1.369 proyectos Fondecyt adjudicados en las tres líneas de financiamiento (ver aquí). 

Por otra parte, una serie de análisis, incluyendo algunos que hemos desarrollado en nuestras investigaciones, reflejan cómo la estructura jerárquica del género en términos binarios (hombre-mujer) permea la producción y organización de recursos en distintas disciplinas, especialmente en aquellas áreas de conocimiento masculinizadas y feminizadas. 

En el caso de los proyectos Fondecyt regulares (N=693), la foto es conocida. Hay un grupo de disciplinas con una fuerte base en matemáticas donde las mujeres representan entre el 3% y 20% entre quienes se adjudicaron un Fondecyt regular (e.g., matemáticas, física, economía). Mientras que hay otro grupo de disciplinas como filosofía y ciencias jurídicas y políticas, cuyo cuerpo epistémico entra en la familia de las humanidades y ciencias sociales, donde las mujeres representan entre un 20% y 30% de quienes obtienen proyectos en esta área. En el otro extremo, los mismos resultados del Fondecyt regular reflejan que las áreas de la lingüística, literatura y filología, y sociología concentran una mayor cantidad de mujeres, pero esta distribución cambia entre las distintas líneas de financiamiento (ver gráficos aquí).

Una tercera dimensión de la foto muestra lo que algunas autoras llaman “la cañería rota” (the leaky pipeline en inglés) de la carrera académica. A medida que las líneas de Fondecyt incluyen a una mayor cantidad de académicos en etapas avanzadas de su carrera, el porcentaje de investigadoras principales que dirigen Fondecyt disminuye. 

Si bien los análisis mencionados sobre la distribución del Fondecyt son útiles e importantes para visibilizar algunos de los nudos donde se construye y perpetúa la desigualdad en la academia, es crucial estar alerta sobre aquellas dimensiones que están menos visibles en los análisis y que nos permiten instalar preguntas incómodas pero necesarias. 

Lo que no vemos en los análisis de la desigualdad  

Cualquier análisis que busca revelar la desigualdad en la academia está condicionado por las categorías que utilizamos. Desde esta perspectiva, exacerbar el análisis utilizando exclusivamente la categoría de género binaria puede ser insuficiente y hasta podría resultar inadecuada por al menos tres razones.

Primero, invisibiliza las trayectorias de las personas trans y género no binario. La discusión de género tiende a reducirse a un asunto de representación de quienes son identificados como mujeres, entendiendo a las mujeres como una categoría universal y homogénea. Históricamente, discusiones feministas han tensionado la idea de mujer como una categoría homogénea, y la investigación sobre género a nivel nacional e internacional enfatiza la necesidad de desplazarnos de categorías binarias y esencializadas sobre género.

Segundo, el análisis de género desde la categoría binaria y homogénea omite la intersección de las estructuras de clase, género, raza, etnia, edad y jerarquías lingüísticas. Particularmente, la intersección de clase y género es evidente en el ecosistema de investigación chileno, pero ha pasado casi inadvertida. En un estudio, identificamos que dos de cada tres académicas con doctorado en Chile provienen de clases sociales altas y medias altas (Chiappa y Perez Mejias, 2019). Como señala la académica Mara Viveros Vigoya (2016), algunas veces el género determina la clase –las mujeres ganan significativamente menos que sus pares hombres– y, otras veces, la clase permite transgredir roles de género asociados a lo femenino, particularmente delegando las tareas de cuidado.  Ambas categorías de diferenciación están intrínsecamente entrelazadas, y generan condiciones de ventajas y desventajas que se suelen omitir en la academia.

De allí, que no basta con analizar la distribución de recursos de investigación entre varones y mujeres, sino que debemos también examinar las condiciones de trabajo y relaciones de poder donde se construyen y producen conocimientos. En ese sentido, necesitamos avanzar hacia un ecosistema de investigación libre de violencia para todas las personas de todos los géneros y condiciones sociales. Es en este punto donde encontramos el tercer nudo crítico de lo que no muestran los largos listados de quienes se adjudican fondos de investigación. 

Hasta hoy, los instrumentos de investigación continúan financiando a personas que han sido sancionadas por acoso sexual. En enero de 2018, más de 100 investigadoras solicitamos a CONICYT (hoy ANID), incorporar en las bases de los instrumentos como causa invalidante para acceder a los fondos de investigación académica de cualquier tipo a quienes hayan sido sancionados por temas de violencia de género. Desafortunadamente, tal solicitud sigue estando en carpeta, y hacer investigación de avanzada requiere un compromiso claro respecto a la urgencia de construir espacios libres de violencia.

En definitiva, si el objetivo es generar las condiciones propicias de desarrollo de conocimientos en la academia, se hace necesario reconfigurar las estructuras arraigadas que perpetúan las  desigualdades y violencias en la academia. 

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Roxana Chiappa es profesora asistente de la Facultad de Educación y Humanidades de la Universidad de Tarapacá, investigadora adjunta al COES, e investigadora asociada de la Universidad de Rhodes en Sudáfrica. Actualmente, Roxana dirige un proyecto Fondecyt postdoctoral sobre la producción y reproducción de las élites académicas y es coinvestigadora de un proyecto Minicoes sobre la influencia del conocimiento experto en el proceso constitucional, entre otros proyectos. Adicionalmente, Roxana es una de las coordinadoras de la Red Feminista en Ciencias Sociales.

Ana Luisa Muñoz García es profesora asociada de la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Dirige la subdirección de género de la Facultad de Educación. Su líneas de investigación incluyen la construcción de conocimiento en la academia en el marco de las políticas de internacionalización  y género en educación superior. Actualmente, dirige un Fondecyt regular sobre políticas de género y conocimientos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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