Hasta ahora, solo 12 astronautas estadounidenses han caminado en la Luna, todos ellos entre 1969 y 1972. Por eso han sido tan relevantes las conversaciones que podrían convertir a Japón en el segundo país en poner un astronauta en la Luna. Y que, lejos de parecer un sueño, es un proyecto muy real.
Hace pocos días, Japón se convirtió en el quinto país del mundo en lograr que una sonda espacial descendiera exitosamente en la superficie de la Luna y, de esta manera, se sumó al grupo integrado –hasta el momento– por Estados Unidos, Rusia, China e India.
El viaje se había iniciado el 6 de septiembre del año pasado, cuando el Módulo de Aterrizaje Inteligente para Investigación Lunar (SLIM, por sus siglas en inglés) despegó rumbo a nuestro satélite natural a bordo del cohete H-2A. Era el tercer intento, tras dos misiones fallidas.
El descenso del SLIM se realizó a una velocidad de 1.700 metros por segundo. Sin embargo, la misión estaba diseñada para alunizar con una gran precisión: a menos de cien metros del cráter Shioli, cercano al ecuador lunar. Una proeza no menor en la carrera internacional por llegar hasta la superficie de la Luna.
El SLIM transportaba, además, dos pequeños vehículos de exploración lunar (cada uno del tamaño de una pelota de tenis) que son los LEV-1 y LEV-2, capaces de cambiar de forma para explorar la superficie de la Luna.
Ambos se desacoplaron antes del alunizaje y eso permitió contar con fotos del lugar del descenso e iniciar la exploración de las inmediaciones del área.
Y aunque se registraron algunos problemas en el funcionamiento de las células solares del SLIM, aún es mucho lo que esta nave puede aportar a la investigación de la Luna.
Japón tiene una larga trayectoria en el campo de la investigación espacial, gracias a su impresionante desarrollo tecnológico y el trabajo colaborativo a través de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA). Algo que ha quedado demostrado, por ejemplo, con “Kibo”, el módulo de experimentación de la Estación Espacial Internacional (EEI), que es el más grande de la estación y tuvo que ser ensamblado en órbita, en tres etapas. O el desarrollo del robot “Kirobo”, que en 2013 viajó a la EEI y cumplió un exitoso desempeño al demostrar que podía realizar diferentes tareas a bordo a través de órdenes verbales.
Sin embargo, los planes de Japón respecto de la Luna van mucho más allá de la misión SLIM. Una prueba de eso es que Washington y Tokio –en los últimos años– han sostenido diferentes reuniones en torno a la participación japonesa en el programa Artemis, con el que Estados Unidos busca regresar a la Luna en 2026, tras lo cual, a partir de 2028, tiene planeado enviar una misión al año.
En mayo de 2022, durante una visita a Japón, el presidente Joe Biden y el primer ministro japonés, Fumio Kishida, abordaron precisamente los planes para enviar un astronauta japonés a la próxima estación espacial lunar Gateway (aún no construida), además de la posibilidad de que otro astronauta japonés camine en la Luna durante futuras misiones Artemis, para fines de esta década.
Japón anunció su participación en el programa Artemis desde 2019, a partir del desarrollo del vehículo no tripulado de carga HTV-X –para la futura estación orbital Gateway– y la construcción de un “rover” presurizado que permita a los astronautas del programa Artemis manejarlo sin llevar puestos sus trajes espaciales.
De hecho, la JAXA le solicitó hace unos años a Toyota el estudio conceptual para desarrollar este vehículo capaz de recorrer el accidentado suelo lunar.
Hasta ahora, solo 12 astronautas estadounidenses han caminado en la Luna, todos ellos entre 1969 y 1972. Por eso han sido tan relevantes las conversaciones que podrían convertir a Japón en el segundo país en poner un astronauta en la Luna. Y que, lejos de parecer un sueño, es un proyecto muy real que ya está en desarrollo.