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La obligación de vivir en democracia Opinión

La obligación de vivir en democracia

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Jorge Costadoat
Por : Jorge Costadoat Sacerdote Jesuita, Centro Teológico Manuel Larraín.
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Estamos en esto: la ultraderecha es comprensible, pero sobre todo un enorme peligro. Bukele. La tentación de Nayib Bukele en el continente, meter a la cárcel a justos y pecadores simplemente por hallarse parados en una esquina, apremia.


Las migraciones forzadas.

Las tomas de terrenos.

Los pueblos originarios que resisten con violencia la violencia del despojo de sus tierras.

La tierra, la “venganza” del planeta.

Estos, y muchos otros apremios, son expresión de la obligación de vivir. Antes que un derecho a la vida, la vida es una obligación. El derecho ha de ser un mecanismo que organice esta obligación natural en el ser humano, y en las otras especies.

Es necesario luchar por la vida. Si, además de necesario, se lo considera legítimo, la vida es un derecho. La civilización es la obra principal de las legislaciones. Ella consiste en un pacto humano que hace posible la vida en esplendor y, también, auscultar su gemido. El derecho es un invento para controlar que la vida de unos no prevalezca sobre la de los demás mediante agresiones. Las leyes tendrían que crear un mundo que alcance para todos/as.

¿Hace esto la constitución? Esta es su máxima tarea. La democracia, además de un conjunto de reglas organizadoras de la política, exige una justa distribución de bienes que, o le han sido dados al ser humanos con anterioridad a su existencia, o que él mismo ha creado con un esfuerzo mancomunado.

¿En qué estamos en América Latina y el Caribe?

La ultraderecha conspira contra la democracia no simplemente porque sus simpatizantes sean más egoístas. Estos suelen ver amenazadas sus vidas. Se trata de personas -de toda persona, incluido usted lector, y yo mismo- que sienten miedo a gentes que consideran un peligro. Si la vida es una obligación, es imperioso defenderla. De aquí que la ultraderecha sea como un gusanito que aloja en nuestro estómago y puede crecer hasta devorarnos. Es así que, si hoy los ciudadanos de izquierda deploran la ultraderecha, mañana pueden darse vuelta la chaqueta. La ultraderecha no cree en la democracia. Llegado el momento, los demócratas pueden llegar a hacerse los lesos y terminar tolerando la violación de los derechos humanos. Sería lamentable.

Hoy nuestros países se ven amenazados por el narcotráfico, la concentración tremenda de la riqueza, la criminalidad, los hackers, la catástrofe medio ambiental que causa, y probablemente provocará todavía más, desplazamientos humanos mundiales.

Estamos en esto: la ultraderecha es comprensible, pero sobre todo un enorme peligro. Bukele. La tentación de Nayib Bukele en el continente, meter a la cárcel a justos y pecadores simplemente por hallarse parados en una esquina, apremia.

Aquí estamos: la democracia es un nobilísimo imperativo, y la más indefensa de las creaturas. Lo que se haga por cuidarla, practicarla y enseñarla será la mejor manera de cumplir con la obligación de las obligaciones, esta de vivir fraternalmente, en paz y libertad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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