Publicidad
Sebastián Piñera ha muerto en (el medio de) una tragedia Opinión

Sebastián Piñera ha muerto en (el medio de) una tragedia

Publicidad
Andrés Cabrera
Por : Andrés Cabrera Doctor (c) en Sociología, Goldsmiths, University of London. Director del Instituto de Filosofía Social y Crítica Política.
Ver Más

Gabriel Boric Font, sucesor en el cargo del difunto ex presidente de la República y uno de sus principales opositores políticos durante la última década, encaró de manera respetuosa y protocolar el trágico momento, al igual que la totalidad del espectro político.


Sebastián Piñera ha fallecido en el epílogo de una tragedia en la que Chile se dispone a recoger los escombros de las ruinas para levantarse, otra vez. ¿Pudo ser de otro modo? Nunca lo sabremos. Ni siquiera vale la pena preguntárselo.

Lo cierto es que su muerte no dejó indiferente a nadie. Atravesó como un rayo las conversaciones de la jornada vespertina del martes. Y es que resulta casi imposible no pensar en lo irónico que puede ser la historia con las figuras que aparecen en sus páginas y la imaginería que sus muertes desatan. Ricardo Lagos, confesamente alejado de la vida pública y política, seguramente morirá en su lecho, a la manera de los zares de antaño, con la serenidad de quien se sabe con la tarea cumplida. Patricio Aylwin falleció a su manera. Qué decir de Allende, Balmaceda o el mismísimo Portales. Piñera, al igual que ellos, murió abruptamente, pero con una espectacularidad que sólo ofrecen las películas.

No quieran estas últimas palabras replicar cierta animadversión que se multiplica en redes sociales, sino más bien analizar la fantasmagoría colectiva que la inesperada muerte de Piñera causó en la población. Y es que el martes no hubo llanto en las calles. Sí conmoción, sorpresa; también confrontación. No en el modo polarizante que ofrece cotidianamente “la fronda”, sino en una suerte de enfrentamiento con nosotros mismos. Lo queramos o no. Repudiemos o valoremos su figura, Piñera simboliza una confrontación con nuestra experiencia histórica reciente, de la que ningún chileno y chilena se salva.

Gabriel Boric Font, sucesor en el cargo del difunto ex presidente de la República y uno de sus principales opositores políticos durante la última década, encaró de manera respetuosa y protocolar el trágico momento, al igual que la totalidad del espectro político, incluyendo a los más acérrimos adversarios del ex mandatario. Y esto, por supuesto, no solo depende de las buenas maneras, tanto de “la fronda” como del pueblo chileno en general, sino de las particularidades asumidas por la coyuntura crítica que atraviesa nuestro país.

En cadena nacional, Boric expresó sus condolencias a la familia Piñera, a sus aliados y seguidores. Instruyó que sea despedido con los honores de funeral de Estado. Lo calificó como un “demócrata desde la primera hora” y reconoció sus esfuerzos en momentos clave como el terremoto de 2010 y el rescate de los 33 mineros ese mismo año. Solemnidad, acuerdos, reconstrucción, acción.

Quizás por todo ello, lo más interesante en el discurso de Boric es aquello que no dice. Sebastián Piñera probablemente quedará plasmado en las páginas de nuestra historia como aquel astuto empresario que hizo fortuna en los negocios y forjó una carrera política en el período transicional, llegando a su punto úlmine en sus dos períodos presidenciales, entre 2010-2014 y 2018-2022.

Y es en ambos contextos donde su biografía se entrecruza con los espasmos más representativos del neoliberalismo maduro, el mismo que el propio Piñera ayudó a forjar en su fase temprana, a fines de los setenta, como apostador-empresario en el prometedor negocio del dinero plástico, una época en la que su hermano mayor, José Piñera, implementaba el modelo de pensiones de capitalización individual y rediseñaba el sistema de relaciones laborales en el país, como ministro de Pinochet.

Cuando Boric destaca el liderazgo de Piñera en el rescate a los 33 mineros (2010), al mismo tiempo encubre la irrupción del movimiento estudiantil que impugnó el lucro, el endeudamiento y la educación de mercado (2011). Cuando Boric recuerda la eficiente respuesta de Piñera frente la pandemia del COVID-19 (2020), lo que eclipsa es la respuesta del ex mandatario al Estallido social (2019), ante el cual lanzó un grito de guerra que hoy se proyecta como el fin de la excepcionalidad del Estado de excepción.

A fin de cuentas, quizás la clave definitiva para analizar este trágico episodio se encuentre en la filosofía que animó la narrativa cinematográfica de Raúl Ruiz: “Chile es muy difícil de asir porque es metamórfico. Posee una cultura sin núcleo duro; es decir, una cultura totalmente disponible, que un día va en un sentido y mañana, en otro”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias