La salvada en la localidad de Galvarino – en La Araucanía- indica claramente que solo los cortafuegos protegen de los incendios en las zonas de interfase urbano rural. El día anterior en la tarde los comenzaron a construir, al día siguiente estaban salvados.
No por nada los habitantes originarios de la región de Valparaíso la llamaron Alimapu: tierra quemada. Era una constatación y advertencia de que si concurrían conjuntamente las condiciones de temperaturas superiores a 30 grados Celsius, vientos de 30 millas por hora y humedad menor al 30%, la vegetación seca ardía.
Eso ha pasado recurrentemente aquí desde siempre, pero en tiempos recientes ese conocimiento ancestral hizo advertencias recurrentes: en Valparaíso el año 2008 se incendiaron 20 hectáreas de bosques, decenas de viviendas y automóviles fueron quemados, así como hubo cuatro muertos, en 2013 el fuego arrasa con 300 viviendas y dejó 1.200 damnificados; en 2014 se produce la gran advertencia, casi 3.000 casas son arrasadas por el fuego que viene de los bosques de los altos del Puerto con 1.000 hectáreas quemadas, 17.000 damnificados y 16 muertos.
Finalmente, la última advertencia se da ahora en 2023 con el incendio en los altos de Viña del Mar, lo cual recuerda que ese territorio también es parte del Alimapu. No repetiré aquí la larga lista en hectáreas de bosques quemados, casas incendiadas y vidas perdidas que han acontecido en otras zonas del país desde el inicio del presente milenio.
Mientras tanto, nuestras autoridades políticas, administrativas y científicas, cual ranas satisfechas en el agua tibia de la olla que está a punto de hervir, dejaron pasar las cosas y el tiempo. Hasta el momento de escribir esta nota entre Viña del Mar, Quilpué, Villa Alemana y Limache sabemos de más de 130 muertos, 60 desaparecidos, otros informan doscientos, y 17.000 viviendas quemadas. El incendio se inició en los altos del Puerto, en los bosques del lago Peñuelas que, ¡oh paradoja!, abastece de agua a Valparaíso, y que el “surazo” presto llevó a Viña del Mar y de allí al interior por la cuenca del Marga-Marga el fuego siniestro ahora urbano, incendio estructural, se dice.
No obstante, la salvada de la noche del lunes pasado de Galvarino – en La Araucanía- indica claramente que solo los cortafuegos protegen de los incendios en las zonas de interfase urbano rural. El día anterior en la tarde los comenzaron a construir, al día siguiente estaban salvados. Esto contrasta fuertemente con el desastre humanitario y urbano acontecido en la región de Valparaíso.
¿Cuándo entenderán las autoridades? ¿Cómo hacerlas entender que para prevenir los incendios hay que construir y mantener cortafuegos en torno a todas las ciudades que tienen bosques en sus inmediaciones? Hace diez años, reflexionando con un grupo de vecinos y amigos de Valparaíso, luego del mega incendio que mató 16 personas y quemó más de 3.000 viviendas y 17.000 damnificados, escribimos un libro indicando esa recomendación, entre otras. El texto se tituló “Memorias de la Ceniza”.
Es de suponer que para alguien es mejor negocio contratar por millones de dólares aviones super tanques para humedecer los bosques, que construir y mantener perímetros urbanos de cortafuegos. También el pronto llamado a la cacería de incendiarios de derecha e izquierda, según sea la filiación política de los denunciantes, que serán señalados como pirómanos, enfermos mentales o bomberos pervertidos, como también agentes de la subversión o el narcotráfico. Sin embargo, sus acciones, investigadas y perseguidas por policías y fiscales, tienen los resultados procesales y sancionatorios que ya conocemos: no pasará nada que no sea el linchamiento de algún confundido inocente. Al final, se hace claro que solo se quiere encubrir mediáticamente la desidia e irresponsabilidades de las autoridades encargadas de protegernos del fuego.