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Chile, una angosta y larga faja de tomas Opinión

Chile, una angosta y larga faja de tomas

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Pedro Serrano
Por : Pedro Serrano Director Unidad de Arquitectura Extrema, UTFSM; Presidente Fundación TERRAM, socio del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso
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La columna narra escuetamente cómo Chile nace de una gran toma original hace miles de años, ha seguido en tomas en su historia colonial y republicana, con tomas y expoliaciones ilegales de territorios y ha continuado así por poco más de 200 años de historia republicana.


Una curiosidad de Chile es que, por su morfología entre cordillera y mar, entre desiertos y fin del mundo, 6 mil kilómetros, el país estaba dibujado desde antes de la llegada del ser humano, los sapiens-sapiens que venían hace 17 mil años bajando desde Bering por toda América. Según lo que sabemos hoy por nuestra arqueología, las huellas más remotas en el tiempo encontradas en Osorno tienen entre 13 mil y 18.500 años (mma.gob.cl). Aquí hay una oculta guerra entre arqueólogos norteamericanos y chilenos, dado que en USA aún no encuentran huellas de asentamientos tan antiguos, que debiesen tener, porque por allí pasamos primero, al menos 25.000 años (2005, genographic, VER).

El asunto es que cuando las primeras bandas de nuestros parientes remotos entraron por el norte, esto es, a finales de la última glaciación, se encontraron por la costa con territorios aptos para vivir y reproducirse, con abundante comida marina, terrestre y selvas aún resilientes. Remoto aún, en Concón se acaba de estudiar un curanto de 8 mil años.

Lo interesante para las “oficinas inmobiliarias” de esas antiguas tribus es que el enorme territorio no tenía dueño humano, así que el plan fue simple: nos tomamos el territorio. Y comenzamos con la quinta extinción de la megafauna, desde camélidos enormes a gonfoterios y milodones, nahueles o tigre patagón dientes de sable, tortugas, avestruces, carpinchos hasta ballenas. Pocos se salvaron en esta toma en pocos miles de años (viejo estilo socioambiental de toma territorial, sin respeto ambiental, que aún se mantiene). Estas fueron las primeras tomas, pacíficas, “de los futuros bienes nacionales”. Así llegamos hace unos 12 mil o 10 mil años a poblar desde Atacama a Tierra del Fuego y el Cabo de Hornos. Chile se inicia con una gran y larga “toma”.

La historia del pueblo Tiahuanaco, al sur del Titicaca en Bolivia, norte de Chile, noreste argentino, es larga y fructífera, y parece que tocó a su fin con el Imperio inca. La arqueología y la historia nos cuentan que un buen grupo de Tiahuanaco encontró su retiro en los valles del Norte Chico, valles de Limarí, Copiapó, Huasco, Choapa, Elqui. Adquirieron localmente el título de diaguitas y así los conocemos hoy (“Diaguita, voz quechua, es el exónimo impuesto por los incas y divulgado luego por los conquistadores españoles para un conjunto de pueblos independientes que hablaban un idioma común, el cacán o Kan-Kan”).

Esto, muy reducidamente relatado, demuestra que somos multiculturales y que el ánimo de tomas lo tenemos hace miles de años. Miles de años antes que llegaran los españoles con su concepto de “propiedad” inscrita y legal. 

También es muy interesante, como ejemplo, la historia mapuche, que no dejaron pasar (dicen) a los incas ni a los españoles, estos últimos por casi 300 años. De su origen se tienen nociones 600 años antes de la era actual, también llamados como araucanos, reches, aucas, moluches, puelches, pehuenches, huilliches, picunches, promaucas. Parece que llegaron desde Argentina y se “tomaron” por las buenas y por las malas un territorio donde había otras etnias y allí estuvieron entre 1861 y 1883. 

Durante el Gobierno de José Joaquín Pérez, se dio la “pacificación de La Araucanía” con una matanza, exterminio, expoliación y erradicación brutales: las ancestrales tierras tomadas no tenían dueño conceptual, dado que, según la tradición ancestral, el pueblo mapuche era parte de la tierra, no su dueño. Allí entra por primera vez el Estado, ahora “dueño” de vastísimas extensiones, inscritas por los nuevos terratenientes o tenedores de tierra, mediante la extorsión, el alcohol, las armas, ejércitos privados, notarías corruptas y primitivas, donde un pueblo indígena, que no hablaba español, lógicamente analfabeto, puso sus huellas en papeles tránsfugos, que hasta el día de hoy rigen legalmente, con ocupaciones por la fuerza. Tenemos unas “tomas” bastante brutales de tierras de nuestro país, que pasaron a ser propiedades “inscritas legalmente” en los registros de los huincas (VER).

Mucho antes de esto, cuando Don Pedro de Valdivia llegó a lo que hoy es Santiago, “fue la empresa, poblamiento y colonización iniciada por Pedro de Valdivia al servicio del Imperio español en enero de 1540, fecha en que la expedición sale del Cuzco hacia el sur con 11 hombres, posteriormente se sumaron más efectivos a lo largo de la campaña. Al llegar a Copiapó en agosto de 1540, y a Santiago en 1541, la expedición estaba compuesta por más de 150 conquistadores españoles y mil yanaconas” (Wiki).

En abril de 1539, Pizarro le dio autorización para conquistar y poblar esas tierras (futuro Chile) en nombre del Rey de España, que obviamente no era dueño de nada, obteniendo Valdivia el título de teniente gobernador de Chile (es decir, jefe del país que se proponía conquistar, tomar por la fuerza). Hoy esa actitud sería incalificable. Autorización del rey de España para una gran toma de terrenos, ya ocupados por otros seres humanos. Que por supuesto no les pertenecían. 

Para qué repetir que fue una toma, de un territorio habitado, hace miles de años, por nómadas cazadores recolectores que llegaron desde el siglo X a. C.

La ciudad de Santiago y su damero histórico, partió entonces con una “toma modesta” de 8 cuadras en territorios habitados por picunches, Al cacique Michimalonko evidentemente no le pareció correcto esta toma y quemó 3 veces la incipiente capital huinca.

Valdivia fue asesinado 12 años después, para el día de Pascua el 25 de diciembre de 1553 en el Fuerte Tucapel, Gobernación de Chile, Imperio español. Entre mucha lucha y batallas, repartió entre sus capitanes las tierras de centro sur, que eran agrícolamente las mejores y, por supuesto, no eran suyas, las del Norte Chico y sus valles, que tampoco eran suyas, entre sus tropas, y así, a punta de tomas de territorios ancestrales de otras culturas, por supuesto, con la cruz, la armadura y la espada, se inicia Chile moderno. 

¿Y los chilenos? Bueno, eran muy pocos españoles, solo decenas y sin mujeres y cada vez quedaban menos vivos. Como no existía un pueblo nuevo, hubo capitanes que inscribieron hasta 800 hijos con mujeres mapuches, robadas, violadas y voluntarias. Así, 20 años después había un pueblo chileno, varios miles, mestizos y sin casa, así que siguieron las “tomas” hasta el día de hoy. Digamos que por allí se inicia el “registro de propiedades”, vale decir, la regularización legal de las tomas por parte de la nueva etnia, los españoles y los “chilenos”.

De esa forma, grandes estancias, fundos y territorios, tomados e “inscritos legalmente”, pasaron a ser propiedad de importantes familias en toda la zona norte y centro sur de Chile. Sobre esas tomas surgieron grandes ciudades y pueblos.

Luego crecimos y hoy en día buena parte de los 20 millones de chilenos vive en tomas de la segunda mitad del siglo pasado y todo lo que va del siglo XXI, tomas que han sido regularizadas y provistas de servicios y muchas actuales, pospandemia, en estado en extremo precario.

También han surgido con fuerza las tomas por corrupción, vacíos legales, ambiciones, inmobiliarias y corrupciones municipales, estafas y usos indebidos e inadecuados territorios relictos, santuarios y bienes nacionales de uso e interés público. Una nueva plaga que se llama codicia inmobiliaria, donde se destacan los sucesos ocurridos en las dunas de Reñaca o en Puchuncaví, usos inadecuados de bordes costeros, orillas de ríos, faldas de volcanes, bordes de parques nacionales, etc. El eslogan ya no es la tierra es para quien la trabaja, es para quien se la toma, la compra, la inscribe y comercia con ella, habiendo hoy casi un millón de habitantes sin casa ni recursos para entrar en el negocio.

Las tomas no se detendrán, están en nuestro ADN histórico, se intentará regular y controlar, incluso someter a leyes. En los territorios altamente poblados de Chile central el fenómeno será peligroso. A pesar de que la ley dice que un terreno agrícola se puede subdividir en 5 mil m2 cada uno, esta ley se vulnera en el Chile agrícola actual, lleno de parcelaciones ilegales de 500 y 1000 m2, e incluso menos. En la Patagonia hay subdivisiones de 5 mil y 10 mil m2 que nadie supervisa. Los trucos para ocupar el suelo, incluso donde no se debe, humedales, playas, dunas, bordes de volcanes y barrancos, van en aumento. Detrás de ello, legal o ilegalmente, está nuestro espíritu de toma, que ya debiéramos reconocerlo como parte de nuestra impronta nacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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