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Empoderemos a las pymes rurales y agricultura familiar campesina para evitar la violencia rural Opinión

Empoderemos a las pymes rurales y agricultura familiar campesina para evitar la violencia rural

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Eduardo A. Santos Fuenzalida
Por : Eduardo A. Santos Fuenzalida Experto internacional en asuntos de comercio
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Se preguntarán por qué estoy interesado en estos temas. Simplemente, porque me preocupa lo que ocurre con los productores agrícolas, en particular con las pymes rurales y la agricultura familiar campesina.


Como es de conocimiento público, el sábado 27 de enero fueron vilmente asesinados dos agricultores (Francisco Mora y Raúl Cid) que iban de regreso a la Región de O’Higgins, después de haber vendido su carga de tomates en Santiago (El Mostrador, 28 de enero). Las muestras de repudio por estos violentos crímenes fueron numerosas, seguidas por las demandas para acelerar la “agenda de seguridad”, así como las recriminaciones y los “ultimátums”. Se han manifestado varios gremios a este respecto (FEDEFRUTA, SAGO y la SNA, por ejemplo) y la Asociación Gremial de Camioneros de la Región de O’Higgins pidió establecer el Estado de Excepción.

Más allá de las muestras de repudio por los asesinatos y el respaldo que se les debe brindar a las familias afectadas, creo que una vez más “estamos llegando tarde” a un tema que nos golpeaba en la cara. Durante esos días, varios panelistas de matinales, mostraban sorpresa de que la violencia haya llegado a las áreas rurales. ¡Vaya sorpresa! A mí, me sorprendió que “ellas” y “ellos” se sorprendieran. La violencia ya existe en nuestras áreas rurales y poblados desde hace mucho tiempo. Y ¿qué haremos al respecto? Más seguridad, por cierto. Y ¿qué más?

Se preguntarán por qué estoy interesado en estos temas. Simplemente, porque me preocupa lo que ocurre con los productores agrícolas, en particular con las pymes rurales y la agricultura familiar campesina. Y si la violencia y el crimen organizado –nacional o “importado”– se “infiltra” y luego apodera y consolida entre los productores agrícolas, será extremadamente difícil erradicarlos, como ocurrió en los peores años de la violencia rural en algunos países de Latinoamérica.

A raíz del asesinato de los agricultores en Malloa y la posterior captura del Clan del “Padrino de Curacaví”, dedicado al cultivo de “cannabis sativa” (Chvnoticias, 31 de enero), nuevamente los “matinales” (sí, efectivamente los veo, junto a la BBC, CNN, TVN y otros) con el respaldo de los dirigentes gremiales respectivos, salieron en defensa de los agricultores. En la ocasión, la temática fue acerca de cómo productores agrícolas a lo largo del país, estarían siendo “presionados” o “extorsionados” para colaborar/sumarse a la producción de, por ejemplo, marihuana, que es exactamente lo ocurrido en otros países, donde la producción y el tráfico de drogas floreció.

No he escuchado mayores detalles de lo que estaría ocurriendo acá, pero por mi trabajo profesional me correspondió conocer y ver los estragos causados en otros países de la región y a los extremos que se llegó. No es demasiado tarde para evitar que esta “figura” delictiva se repita en Chile. 

Cuando sugiero “empoderar” a las pymes rurales y a la agricultura familiar campesina para evitar la violencia en las áreas rurales, estoy llamando a integrarlos a los circuitos económicos y comerciales de manera efectiva, empoderarlos económicamente, integrarlos a la toma de decisiones, devolverles el poder y dignidad a las regiones y áreas rural apartadas. Llamarlos a ser parte de nuestro país. ¿No es eso lo que proponemos e intentamos con los barrios que han sucumbido a las bandas y al tráfico de drogas? “Retomemos el control de nuestros barrios” … “retomemos el control de los espacios públicos”.

Por si no se entendiera: lo que sugiero es que los pequeños agricultores y los campesinos –que son quienes viven y trabajan regularmente en las áreas rurales– estén empoderados económicamente para tomar el control del lugar donde viven y de sus vidas. Le doy un “Sí” a todo lo que se quiera agregar en materia de medidas de seguridad y emergencia, protección de infraestructura crítica y otras medidas similares, pero, si aquellos que viven en y trabajan del campo no están empoderados política, económica y socialmente para tomar y retener el control de sus vidas, se corre el riesgo de ver real violencia en las áreas rurales de nuestro país. Lo reitero, no es demasiado tarde para evitar que repitamos esa violencia en Chile, pero debemos asegurar que los pequeños productores agrícolas y campesinos estén empoderados para tomar el control de sus vidas y no sean vulnerables a la delincuencia.  

Las últimas administraciones han propuesto diversas medidas para “integrar” a los medianos y pequeños productores rurales/agrícolas a los “circuitos” económicos regionales. Las medidas de desarrollo rural han sido útiles también para mejorar el acceso a la conectividad, educación, salud, capacitación, créditos y a los seguros agrícolas, y comercialización de sus productos, entre otros aspectos. A su vez, mediante el fomento del cooperativismo se ha intentado mejorar la asociatividad y cooperación horizontal, pero hemos quedado muy cortos” en cuanto a la integración exitosa de los pequeños productores agrícolas y campesinos, a las “cadenas” de comercialización nacional y, en particular, en lo que se refiere a su participación en los mercados internacionales, que es donde están las “oportunidades”.

Es hora de “dar un salto cualitativo” en el apoyo que se les entrega a los pequeños productores agrícolas y a la agricultura familiar campesina, tomando medidas que permitan empoderarlos de manera efectiva, y puedan asegurar el “control productivo y económico” de las áreas rurales, donde trabajan a diario y donde viven y, así, de sus vidas. Sin empoderamiento no hay control.

A partir de estudios de la CEPAL y de SUBREI, parecería que las pymes tienen vocación para exportador y que esas oportunidades serían mayores en América Latina (Promoción de exportaciones y desempeño exportador: el caso de Chile, 2020; Radiografía de la Realidad de las PYME Exportadoras, 2022) y, agrego que en el sector agroalimentario –particularmente en productos con mayor valor agregado–, como en el caso de la agroindustria, las oportunidades son aún mayores (Estudio de Impacto de la Agroindustria Chilena, 2022).

Por ello, propongo centrarnos –al menos en un principio– en esta industria, donde las pymes rurales y la agricultura familiar campesina han mostrado que realmente pueden alcanzar los estándares exigidos internacionalmente. Y, como en el dicho popular, “para muestra, un botón”, y los invito a visitar las tiendas Mundo Rural de INDAP, por ejemplo, la que existe en el “Centro Cultural La Moneda”. No obstante, en esta iniciativa para empoderar a las pymes rurales –sugiero– NO hay margen de error, por lo tanto, debemos examinar descarnadamente los desafíos que enfrentan, a fin de crear las condiciones que les permitirán crecer, fortalecerse, desarrollarse internacionalmente y, finalmente, al “empoderarse”, estar en condiciones de proteger económica y socialmente las áreas rurales donde viven y, así, impedir su infiltración por pandillas criminales. 

En síntesis, sugiero que tenemos que seguir avanzando en dos frentes simultáneos: en el “interno” debemos mejorar la calidad y el acceso a información que requieren las pymes; y hacer más efectiva la “permisología” (¡tan de moda estos días!) y la gestión de los instrumentos públicos que les permiten a las pymes acceder y establecerse en el mercado internacional; en el frente externo, a la vez, debemos identificar, abrir y facilitar acceso a nuevos mercados y cadenas de distribución, seguir avanzando en la armonización de estándares y regulaciones que eliminen barreras artificiales a las exportaciones pyme, así como “acercando” posiciones entre los gobiernos de Latinoamérica (y, por qué no, otros del hemisferio occidental) para facilitar el comercio de “nichos” a pequeños productores agroindustriales. 

Y para ir cerrando esta conversación, agregaría información y comentarios adicionales para mayor claridad –espero– a los temas ya planteados. Ahora, más que nunca, necesitamos modernizar y readecuar la institucionalidad pública comercial agroalimentaria: en pocas palabras, es necesario que el Minagri tome el control real de aquellas actividades que permitan priorizar las exportaciones de las pymes y de la agricultura familiar campesina, en particular, exportaciones con mayor valor agregado, haciendo posible su mayor acceso al financiamiento público de promoción de exportaciones.

Pero este es solo el comienzo. También sabemos que los productos alimentarios –a diferencia de otras exportaciones– deben pasar otros controles de orden sanitario, de higiene e inocuidad, de rotulado y, en ocasiones, también deben cumplir con normas técnicas de calidad y/o de identidad, para acceder a los mercados importadores y su posterior comercialización, y por ello debemos seguir avanzando en la armonización de estándares y regulaciones a través Latinoamérica, y así evitar barreras artificiales al comercio de las pymes.  

Pero, además, la institucionalidad pública que debería apoyar a las pymes exportadoras en estas materias se encuentra diluida en numerosos servicios y no es de fácil acceso. No obstante, los exportadores pyme requieren un “trato especializado” y así nace la idea de una Ventana Única Exportadora Agroalimentaria, dependiente del Ministerio de Agricultura, Ventana que esté “equipada” para dar respuesta y entregar los antecedentes necesarios para exportar exitosamente. Esta Ventana Única debería atender –desde un solo sitio físico y/o virtual– de manera expedita y efectiva a las pymes para que obtengan todo el apoyo e información requeridos para ingresar, establecerse y hacer negocios exitosos en el mercado internacional. A través de esta “Ventana” los exportadores pyme podrán acceder a servicios tales como capacitación para la exportación; identificación de mercados y productos de interés autorizados; “gestión integral” de exportación, incluyendo ingreso, distribución y comercialización de los productos exportados; acceso a logística y servicios de exportación; contactos con clientes internacionales potenciales; y participación en misiones comerciales y/o técnicas. 

Por último, y para concluir, reitero la oferta que hice meses atrás de organizar y financiar una muestra de los productos de las Tiendas Mundo Rural de INDAP en el Consulado de Washington D. C. que, por cierto, necesita la aprobación de MINREL y el apoyo de INDAP, así como de la embajada. Lo reitero, para mí es inconcebible que no se usen los “espacios” de consulados a través del mundo –que reciben a miles de visitantes cada año– para exhibir los productos de la agricultura familiar campesina y de los pequeños productores rurales. Después de todo, son chilenos. Este es solo el comienzo, pero así podremos mostrarle al mundo lo que producen y pueden exportar nuestros pequeños productores rurales. Y, al mismo tiempo, apoyarlos para que tomen el control efectivo de su territorio y de su futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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