Es de esperar que Milei tenga el quilate moral para reconocer el profundo error de la teoría política a la que adhiere desde el 2013 y no permita que Argentina devenga en una tiranía libertaria.
Javier Milei se declara enemigo del Estado. Para él, el Estado no es más que una organización criminal dedicada a extraerle sus recursos propios al sector privado. Su método es el robo solapado de nuestra propiedad privada por medio de los impuestos. A este Estado expoliador Milei contrapone el mercado, ámbito comunitario donde florece la fraternidad, la colaboración y la justicia. Define su filosofía política como anarcocapitalista y monta su defensa de una economía capitalista que funciona espontáneamente, sin necesidad de que intervenga el Estado.
Entrevistado recientemente por el periodista italiano Nicola Porro, para el programa “Quarta Repubblica”, del canal Retequattro, el pasado 12 febrero, Milei declara: “Filosóficamente soy anarcocapitalista y por tanto siento un profundo desprecio por el Estado. Creo que el Estado es el enemigo… El Estado es una asociación criminal donde un conjunto de políticos se pone de acuerdo en utilizar el monopolio de la violencia para robar recursos del sector privado. Como decía Oppenheimer, el método usado en el mercado es el comercio y el método del Estado es el robo. El Estado es un desastre, te roba todos los días a través de los impuestos”.
Y en una columna para El Cronista en 2019, Milei escribió: “El gran sociólogo alemán Franz Oppenheimer señaló que hay sólo dos formas mutuamente excluyentes de obtener riqueza. En primer lugar, el método de la producción e intercambio, al cual llamó los ‘medios económicos’… La otra forma es la captura de los bienes o servicios de otros por medio de la fuerza y la violencia… Este es el método que Oppenheimer denominó ‘medios políticos’”. La organización de estos ‘medios políticos’ es precisamente el Estado.
Oppenheimer fue un destacado teórico político y sociólogo alemán que, a partir de 1919, enseñó sociología en la Universidad de Frankfurt. Se le reconoce como pionero de la Escuela de Frankfurt. Nacido en 1864, en el seno de una familia judía, fue perseguido por los nazis. Se refugió en Estados Unidos, donde falleció en 1943. En 1908 publicó su libro El Estado, donde proclamó la necesidad de erradicar el Estado. Oppenheimer separó radicalmente política y economía, Estado y sociedad. Su contraposición es de naturaleza moral. Definió la economía como el ámbito de la colaboración, de la reciprocidad contractual y, en último término de la fraternidad. Lo político, concretamente el Estado, es la violencia invasora, la conquista y el crimen.
Oppenheimer jugó un papel importante en la historia del neoliberalismo. Fue profesor de Alexander Rüstow, figura principal del neoliberalismo alemán, y dirigió la disertación de Ludwig Erhard, el arquitecto del llamado “milagro” alemán de posguerra. En 1933, Oppenheimer se manifestó a favor de la idea de una “tercera vía” entre socialismo y capitalismo, que denominó “socialismo liberal”. Rüstow adoptó esta idea, pero la denominó “liberalismo social”. Más tarde, Erhard reconoció que el linaje de la “economía social de mercado”, que implementó en Alemania en la posguerra se remonta a Oppenheimer.
El neoliberalismo alemán, más conocido como ordoliberalismo, le atribuya un papel importante al Estado, no necesariamente al Estado administrativo que asume la democracia, sino uno ejecutivamente fuerte. Los ordoliberales, al igual que Oppenheimer, se oponen al laissez faire, que culpan de la cartelización de la economía alemana durante la República de Weimar. Van más allá de Oppenheimer y piensan que solo un Estado fuerte puede garantizar la competencia. No creen que el orden espontáneo que genera el mercado sea autosuficiente.
No me parece que el Oppenheimer de Rüstow y Erhard sea el que tenga en mente Milei. Oppenheimer tiene también seguidores entre los anarcocapitalistas en Estados Unidos, como Murray Rothbard. Milei profesaba una visión convencional de la economía, hasta que en 2013 leyó Monopolio y Competencia, de Rothbard. En este preciso momento comienza su metamorfosis libertaria (tanto así que a uno de sus perros lo llama “Murray”). Fue a través de Rothbard que Milei accede a Oppenheimer y también a Ayn Rand, a quien menciona constantemente en sus entrevistas.
La crítica más certera a Oppenheimer es la de Carl Schmitt. Para su distinción entre lo político y lo económico, Oppenheimer emplea categorías cargadas de valor y emoción. Lo económico corresponde al intercambio, es decir, al servicio mutuo, a la reciprocidad, al espíritu comunitario y la fraternidad. Lo político es la violencia expoliadora y el ánimo de la conquista invasora. Pero así como Hegel “construye el Estado como algo que está muy por encima del ‘reino animal’ de una sociedad egoísta, como el reino de la eticidad (Sittlichkeit) y de la razón objetiva, ahora los valores están invertidos”. La sociedad, ámbito de economía solidaria, justa y pacifica queda muy por encima de un Estado inmoral y violento. Schmitt fulmina: “Cambian los papeles, pero la apoteosis permanece”.
Schmitt tiene razón. El método de inversión valorativa puede reiterarse y entonces la política aparece como “lucha noble” y la economía como “el mundo de la astucia y el engaño”. Como anota Schmitt: “El concepto de intercambio no excluye, en modo alguno, que una de las partes quede en desventaja, ni que un sistema de contratos recíprocos acabe por convertirse en un sistema de la más salvaje explotación y represión”. No excluye así la posibilidad de un mercado tiránico.
Schmitt escribió esto en 1932 cuando, junto con Rüstow, colaboraba estrechamente con el general Schleicher, quien asumió la Cancillería del Reich el 3 de diciembre. Casi dos meses más tarde Hindenburg nombró a Hitler como canciller. Rüstow se exilió de inmediato en Suiza y luego en Turquía. Schmitt, en cambio, entró a colaborar con el régimen nazi al más alto nivel. Una profunda deficiencia moral empaña la valiosa labor teórica de Schmitt. Es de esperar que Milei tenga el quilate moral para reconocer el profundo error de la teoría política a la que adhiere desde el 2013 y no permita que Argentina devenga en una tiranía libertaria.