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Haití en crisis, nuevamente Opinión BBC

Haití en crisis, nuevamente

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Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile y exsubsecretario de Defensa, FFAA y Guerra.
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Ojo: en Chile viven decenas de miles de ciudadanos haitianos y ya ha nacido una generación de chilenos, hijos de haitianos. Algunos de ellos han sido llevados por sus padres a los EE.UU., donde han sido interceptados y deportados, no a Chile, sino a Haití.


Una nueva crisis sacude a Haití. Bandas poderosamente armadas controlan amplios sectores de la capital, en especial las salidas de ella y el acceso al puerto, y cobran peaje a los camioneros que trasladan el poco combustible que llega. Muchos de los insumos provienen del exterior, por lo cual el desabastecimiento se aproxima. Lo que ya llegó es la inflación y el encarecimiento de precios, que castiga al país más pobre de la región.

¿Y el Estado? Mucho no hay. Lo poco que existe se sostiene por la policía, que tiene una nómina de alrededor de 13 mil efectivos, pero en la práctica solo se puede contar con la mitad. El aeropuerto resiste el asedio de las bandas gracias a los cerca de 900 efectivos del novel ejército haitiano (disuelto hace varios años), que han sido formados en México. Al primer ministro, Ariel Henry, la crisis lo sorprendió en África, donde negociaba convenios para el envío de mil policías. En la actualidad se encuentra en Puerto Rico, por lo cual el despacho está momentáneamente a cargo del ministro de Finanzas, Michel Patrick, que vendría a ser el “subrogante del subrogante”, atendiendo a que Henry está en el cargo por el asesinato del presidente Jovenel Moïse.

Si en Haití el Estado es muy débil, en cambio, la sociedad es potente, una sociedad orgullosamente identificada como herederos de esclavos libertos, la primera colonia que se independizó en nuestro hemisferio. Los mariscales haitianos fueron generosos en apoyar la independencia americana y lo hicieron en especial con armas, refugio y hombres, a Simón Bolívar, en sus campañas.

Mas, las potencias coloniales le impusieron exorbitantes indemnizaciones que arruinaron a la joven república. Luego, mediante el control de sus recursos naturales, devastaron con voracidad al país y a su población, pero los neocolonialistas y sus aliados internos (como los Duvalier), no pudieron reimponer la esclavitud ni volverlos colonia nuevamente. La sociedad resistió. En suma, en Haití hay muy poco Estado, pero existe una fuerte sociedad, con robusta identidad cultural.

La pérdida de control territorial y la necesidad de construcción de Estado

La actual crisis se expresa en la pérdida del control territorial por parte de las autoridades y la emergencia del caos y la anarquía. Las bandas paramilitares encabezadas por el expolicía Jimmy “Barbecue” han copado buena parte de la capital. La población vive atemorizada, muchos escapan a zonas más tranquilas. Según la Oficina Internacional de Migraciones, la mitad de la población requiere ayuda humanitaria.

Situaciones similares se han vivido en el pasado reciente, especialmente después de la caída del régimen de los Duvalier y sus paramilitares, los temidos tonton macoutes. La cooperación internacional se ha hecho presente en varias oportunidades, pero el enfoque se ha demostrado insuficiente e ineficaz. Se supone que se coopera con el Estado haitiano, especialmente en materia de seguridad, y por ello han concurrido diversas misiones multinacionales, que logran estabilizar el país, mientras se mantienen allí. Cuando se retiran, la ingobernabilidad vuelve a asomar.

La principal debilidad de esas ayudas ha sido la inexistencia de una estructura burocrático-política que sea capaz de recepcionar la cooperación y verterla en políticas públicas a través de las diversas agencias del Estado. Ya sea por la fragmentación de los partidos, por la debilidad de su preparación profesional en diversos niveles o por la corrupción, entre otros diversos factores, en Haití el Estado es muy, pero muy débil. Por tanto, una tarea vital es desplegar esfuerzos para la construcción de Estado, no solo para su seguridad.

Un caso similar lo podemos encontrar en la misión que ONU desarrolló en Timor. Durante un tiempo, una multifacética misión de apoyo civil se abocó a la construcción del aparato estatal timorense. Expertos en salud, educación, registro civil, etc., se dedicaron a la construcción de la estructura del naciente Estado de Timor-Leste, junto a una fuerza de paz multinacional. En cada nivel de esa naciente administración, al lado del experto internacional, se formó durante años una camada de funcionarios timorenses que se hizo cargo de la transición años después.

Otra experiencia, más cercana, fue la ONUSAL, la misión de paz que acompañó a El Salvador en la construcción de la Paz, luego del fin de la guerra en 1992, cuando se creó la nueva Policía Nacional Civil, junto a diversas estructuras judiciales y políticas que buscaban democratizar el Estado.

¿Es posible una fórmula similar en Haití?

No lo sé, pero asumo que, a todos, haitianos y no haitianos, nos interesa que esa noble nación construya una convivencia estable y consensos políticos básicos, sobre bases sólidas.

Insistir solo en fórmulas policiales o de mantenimiento de la paz ayuda, pero es incompleto y puede correr la suerte de las anteriores misiones: reimplantar el orden, pero sin resolver las causas que generaron el desorden. Por lo mismo, el caos se reanuda una vez que se marchan las fuerzas multinacionales.

Hacer oídos sordos a la crisis llevara a más caos, probablemente a un recrudecimiento de la migración irregular que lance a miles de refugiados desesperados rumbo a las costas de Florida, a la frontera de Republica Dominicana e, incluso, al litoral del Oriente cubano o a la Guyana.

Ojo: en Chile viven decenas de miles de ciudadanos haitianos y ya ha nacido una generación de chilenos, hijos de haitianos. Algunos de ellos han sido llevados por sus padres a los EE.UU., donde han sido interceptados y deportados, no a Chile, sino a Haití. Cooperar con la estabilización de Haití, además de poderosas razones humanitarias, también tiene concretos argumentos respecto de nuestra realidad, pues un Haití normalizado dejaría de expulsar población. Que los vecinos tengan una casa que los acoja ayudaría a todo el barrio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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