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El retorno de la Bienal Internacional de Valparaíso II Opinión Archivo

El retorno de la Bienal Internacional de Valparaíso II

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Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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La tendencia de algunos grupos académicos a operar de manera endogámica, sin buscar una verdadera conexión con el territorio y su gente, limita el potencial de la bienal para generar relaciones significativas y duraderas.


Continuando con las descripciones y reflexiones en torno a la Bienal Internacional de Arte de Valparaíso, se pueden enumerar y tensionar variadas cuestiones, formales y de contenido, a menos de dos meses de inaugurarse esta importante recuperación institucional de las artes visuales para la Región de Valparaíso, el país y que puede –si las condiciones organizativas y profesionales lo permiten– extenderse con un real internacionalismo en las próximas versiones.

El proceso de la construcción de esta breve columna lo realizaré como insumo de parte de un preborrador que elaboro, donde apunto todo el acontecer bienal para, de forma crítica/comparativa, desarrollar un informe sobre las situaciones, condiciones y propuestas para el futuro de este evento. Este breve fragmento de ese insumo lo elaboraré integrando las enumeraciones de los sucesos juntándolos con las tensiones reflexivas al mismo tiempo (en el informe se estructurarán de manera más desglosada).

La selección de curadores, tanto locales como internacionales, emerge como uno de los primeros desafíos a abordar una vez concluida la edición 2024. La anticipación en la elección de estos profesionales, con un margen de casi dos años, permitiría la preparación de proyectos curatoriales profundos y complejos, alejados de las dinámicas apresuradas que a menudo relegan a estos expertos a roles de jurado o museógrafos.

Esta anticipación no solo favorecería una curaduría profesional y contextualizada, sino que también establecería un marco propicio para la colaboración internacional. Este aspecto, de haber estado integrado antes, habría impedido, o minimizado, la pérdida de la curadora local (ya reemplazada por la segunda candidata con mejor puntaje en la rúbrica) que había quedado seleccionada en primera instancia.

Otro aspecto crítico es la gestión y difusión del conocimiento, particularmente en lo que respecta a la investigación y el trabajo de archivo. La experiencia nos muestra que la demora en la tramitación y liberación de estos insumos críticos puede frenar significativamente los conocimientos para una investigación contrastada, y el entendimiento del contexto cultural y artístico en que una bienal debiese insertarse. La representante de la mesa de artes de la visualidad de Valparaíso, Paola Avaria, ha destacado la importancia de este proceso hace casi un año, aunque los avances reales parecen estancarse en la burocracia municipal o voluntades individuales. Es imperativo que la difusión del conocimiento trascienda las declaraciones de intenciones y se materialice en acciones concretas desde el inicio de los procesos.

La relación de la bienal con el entorno académico y el público en general también requiere una revisión crítica. La tendencia de algunos grupos académicos a operar de manera endogámica, sin buscar una verdadera conexión con el territorio y su gente, limita el potencial de la bienal para generar relaciones significativas y duraderas. Ejemplo de esto es el centro de investigaciones de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), cuya adopción, cuasipasiva, entre las normativas científicas y la producción artística, evidencia una desconexión con lo que se propone en esta versión 2024 como “Ciudadanías Críticas”.

Esta situación contrasta con la potencial colaboración del centro de investigaciones de la Universidad de Valparaíso (UV), que podría aportar una perspectiva más inclusiva y conectada con las preocupaciones comunes, aun cuando este último centro lo realice con los mismos intereses del anterior, y no con una real vinculación, o conexión no dualista (en el sentido negativo moderno de la palabra). Estas cuestiones nos alejarían del concepto de ciudadanías críticas, corriendo el riesgo de ser solo un mero título.

Recordemos que este tipo de ciudadanías ha ido creciendo desde mediados del siglo XX en la enseñanza, la historia y los estudios sociales. La idea de “ciudadanía crítica” está influenciada tanto por el pensamiento de la Escuela de Frankfurt, que enfatiza el análisis crítico de las formas de dominación en la sociedad para fomentar la acción política transformadora, como por una aproximación más contemporánea que promueve el pensamiento crítico como una habilidad cognitiva para analizar y evaluar in-formaciones de manera (valga la redundancia) informada y razonada. Esta última perspectiva es relevante en la actualidad, especialmente en la formación ciudadana enfocada en las sociedades del conocimiento.

La comunicación y proyección internacional de la bienal representan otro desafío crucial. Hasta ahora, la bienal parece haberse concentrado en una dimensión más localista, pero es esencial expandir su alcance y establecer vínculos sólidos con una amplia red de instituciones y comunidades internacionales, incluyendo ministerios, centros de investigación interdisciplinarios, y representaciones diplomáticas, etc. La experiencia de otras bienales, como la Documenta de Kassel, que ha logrado una integración de perspectivas globales y locales, o la Bienal de Venecia, con su colaboración entre curadores internacionales y artistas de diversas procedencias, pueden servir de modelo para la Bienal de Valparaíso. Estas bienales han demostrado que es posible crear eventos de arte que no solo resuenen a nivel local, sino que también dialoguen con preocupaciones y audiencias globales.

Un interesante ejemplo referencial contemporáneo podría ser incorporar la perspectiva de Bennett sobre la “materia vibrante” en el contexto de la Bienal Internacional de Arte de Valparaíso, lo cual “ayudaría” a enriquecer significativamente las discusiones y prácticas artísticas, así como las políticas culturales y curatoriales. La bienal, como evento que busca revitalizarse y establecer un diálogo internacional más amplio, podría beneficiarse de este enfoque para repensar cómo se relaciona con los objetos, las obras de arte y el entorno.

La aplicación de una “Ecología Política de las Cosas” en la bienal podría manifestarse de varias maneras, como, por ejemplo, en la curaduría y elección de obras, donde la proyección de los proyectos se basarían no solo en reflexiones sobre temas humanos o sociales, sino que también sobre consideraciones acerca de la agencia de los objetos y su interacción con el entorno. Esto podría incidir, de manera activa, en la “invitación” a las ciudadanías a reconsiderar su relación con la materia no humana. Esta aplicación también fomentaría la colaboración entre artistas, científicos y teóricos de diversas disciplinas para explorar juntos(as) la vitalidad de la materia, siempre con un enfoque en la interacción vibrante entre humanos y no humanos.

En lo pedagógico –a propósito de la inclusión este año del concepto de “Bienal de la Niñez”–, es posible desarrollar programas educativos y de mediación, no pasivos, que aportarían a las nuevas generaciones a entender y apreciar la complejidad de las relaciones entre humanos, objetos y el entorno, para discusiones y acciones sobre la importancia de una ética del cuidado hacia el mundo no humano. Estos desafíos contemporáneos tienen muchas posibilidades de alcances colaborativos nacionales e internacionales. Seguir enumerando ejemplos acá sería muy extenso.

En cuanto a ejemplos de otras bienales que han logrado integrar parte de estos aspectos, la Bienal de São Paulo, así como la de Venecia, han presentado, en ocasiones, proyectos que exploran la agencia de los objetos y su relación con temas ecológicos y políticos. Estos eventos han servido como plataformas para que artistas y teóricos presenten trabajos que desafían nuestras nociones convencionales sobre la materialidad, la naturaleza y la cultura, lo que podría otorgar importantes insumos de referencia para la Bienal de Valparaíso en su esfuerzo por redefinirse y conectarse con preocupaciones “globales” contemporáneas.

La Bienal Internacional de Arte de Valparaíso se encuentra en un momento crucial de su desarrollo. La tarea que tenemos por delante es ardua, pero también llena de posibilidades. Para que la bienal no solo sobreviva sino que prospere, será necesario abordar estos desafíos (y otros) con una visión crítica y, de esta manera, asegurar que ella se convierta en un evento verdaderamente internacional, capaz de enfrentar y reflejar las “urgencias y esperanzas” de nuestro tiempo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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