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La izquierda de los años ’60: Los que fuimos, los que somos Opinión

La izquierda de los años ’60: Los que fuimos, los que somos

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No nos quebraron, a pesar de todo. Y somos capaces de caminar sonriendo, heridos muchos, revividos por un pasado y un presente que nos importa, porque nos importa el futuro de esta patria, aunque ya no pocos amamos también otras patrias, las que nos acogieron en el destierro.


¿Quiénes somos los de la izquierda de los años 60? Los que vivimos entre la Revolución en Libertad de Frei Montalva, y Allende, con el socialismo dentro de las instituciones de la República. Los que vivimos entre la Iglesia de los Pobres y Patria y Libertad, entre la Nacionalización del Cobre y la Reforma Agraria, para poner fin al latifundio; entre el alza de la agitación social y el compromiso político, entre el marxismo y el cristianismo.

Vivimos entre los valores del sueño socialista y la disciplina de cuadros políticos: leales, hambrientos de conocimientos, de poco dormir, de bajar el cielo a la tierra, de llevar la política a las aulas; callejeros incansables, agitadores, de amores de amanecida, de la acción celular, de las “tareas especiales” oliendo a pólvora, de despertar cada mañana con el norte claro para actuar.

Todo aquello nos marcó la vida. Forjó ideales. Alejó dudas. Construyó formas de vida. Regaló alegrías. Cautivó esperanzas. Entregados en cuerpo y alma. Más allá de cuáles fueron nuestras diferencias políticas, ideológicas, para construir una sociedad de oportunidades para quienes producían las riquezas. Más allá de cuál era el modelo de Estado a forjar, impregnado de justicia social. Más allá del grado de odio a la clase burguesa. Más allá de la vía para alcanzar ese Estado socialista. Porque en aquello estuvimos todos. Toda la izquierda. Toda esa izquierda vivimos, igual o parecido, aquellos ideales.

Crecimos en la política en medio de un mundo convulsionado: La Guerra Fría Oriente-Occidente, el muro de Berlín, cazas de espías, la invasión de Estados Unidos a Vietnam y sus crímenes, la revolución cubana, una Iglesia inserta en las luchas sociales y políticas que tomó partido. Mayo de 1968, auge de las brigadas armadas en Europa, asesinatos de John Kennedy y Martin Luther King, la doctrina del eurocomunismo y, luego, los golpes de Estado en América Latina.

¿Fuimos mejores, si miramos el Chile de hoy y los valores de las nuevas generaciones? No lo fuimos. No somos mejores, pero nos quedó atado a los huesos el valor de la lealtad, de la amistad eterna que no se destruye ni con los años ni con la distancia. El saber por qué quiero a tal o cual, o por qué me une con aquel una memoria indestructible.

Y esa memoria, esa lealtad, todo lo compartido en los años de nuestra generación, se aceraron con lo vivido durante el Terrorismo de Estado. Se templaron en la desgracia y el dolor, que es donde se lee el alma del ser humano. Crecieron en la vida clandestina y sus peligros, en la solidaridad en medio del horror. Incluso a veces, en la verdad compartida en la tortura: qué dije…qué no dije… sellada entre lágrimas con un abrazo.

Nuestros sueños de aquel tiempo hermoso se rompieron y aprendimos: qué se puede y qué no. Muchos de quienes estamos con vida seguimos hoy en la política y otros espacios entregando nuestros aportes, macerados, cargando un bolsón de un mercado que hoy vende otros productos, que a veces, sin querer, queremos igualarlos a los productos de aquel tiempo, pero que son y huelen distintos. Pero los compramos… los ponemos dentro del bolsón, porque seguimos comprometidos en la búsqueda de las causas lindas, de las causas justas. Y caminamos por la vereda del sol, porque no quisimos quedarnos en las sombras.

Porque no nos quebraron, a pesar de todo. Y somos capaces de caminar sonriendo, heridos muchos, revividos por un pasado y un presente que nos importa, porque nos importa el futuro de esta patria, aunque ya no pocos amamos también otras patrias, las que nos acogieron en el destierro, de las que aprendimos otras culturas que se quedaron en nosotros para siempre.

No, no somos mejores que otros. Porque además, con todo lo vivido, aprendimos también a ser humildes, pero dignos. Ahí están hoy algunos de los nuestros, entregando parte de lo aprendido para el actual gobierno de izquierda. La izquierda joven,  que nació quizás creyendo que antes de ella no hubo nada, pero que pronto vio que no era así, que nunca fue así. Una izquierda en desarrollo, que va lentamente cimentando su influencia, con errores. No importa. También nosotros los cometimos. En política nunca se deja de aprender.

No, no somos mejores. Somos una franja de este país, al que pensamos desde la memoria. Con mochila pesada, que cada cierto abrimos para hacer balances… inventarios. Clasificando todavía. Moviendo piezas. Reordenando. A pesar del tiempo transcurrido de lo que fuimos, para seguir andando en lo que somos. Cada cual sabe. Cada cual se acercó, más o menos, para querer alcanzar el horizonte y atreverse a cruzarlo. Navegamos. No nos asusta la tormenta. Las velas están desplegadas.

El mar es más antiguo que las montañas,

y está cargado con los recuerdos y los sueños del tiempo

(H.P. Lovecraft)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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