Este atentado –como lo fueron los de la escuela de Beslán y el teatro Dubrovka– será utilizado para blanquear el régimen de Putin a ojos de muchos que aún desean ver en la Rusia de hoy a un heredero de la URSS y, así, seguir añorando tiempos dorados que no volverán porque nunca existieron.
Ver las terribles imágenes del ataque terrorista perpetrado en el Crocus City Hall, ubicado en el barrio Krasnogorsk, norte de Moscú, me recordó el libro The 2002 Dubrovka and 2004 Beslan Hostage Crises. A Critique of Russian Counter-Terrorism, de John B. Dunlop, publicado en el año 2006 y que es una de las obras más lúcidas e informadas sobre estos dos eventos.
Mientras algunos colegas se apresuraron a especular en medios de comunicación y redes sociales sobre el atentado, y los periodistas y académicos afines al régimen de Putin que colaboran en portales como RT inmediatamente se dedicaron a replicar las acusaciones del líder ruso que, hasta el momento, han apuntado a Ucrania y Estados Unidos principalmente, decidí tomarme un tiempo y volver a las páginas del libro de Dunlop para intentar comprender las continuidades y lógicas subyacentes en el discurso y acciones de Rusia ante eventos similares.
Dunlop, profesor emérito de la Hoover Institution dedicado al estudio de la política soviética/rusa, las guerras ruso-chechenas, el nacionalismo étnico ruso y la política religiosa en la Rusia contemporánea, se encontraba desarrollando una investigación sobre los orígenes del régimen de Putin en 1998-99 cuando la muerte lo sorprendió en octubre de 2023. Sus obras son de consulta obligada para todos aquellos que intentamos comprender de mejor manera y más allá de la propaganda a la Rusia contemporánea y sus graves derivas autoritarias, colonialistas e imperialistas.
Para tener un precedente de la profundidad del conocimiento de Dunlop, basta recordar que, en julio de 1991, testificó ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, donde predijo, con lujo de detalles, el colapso de la Unión Soviética, mismo que se produciría cinco meses después. Esta predicción y visualización de Dunlop de lo que sería la Rusia postsoviética puede leerse en su libro The Rise of Russia and the Fall of the Soviet Union, publicado por la Princeton University Press.
En The 2002 Dubrovka and 2004 Beslan Hostage Crises, Dunlop centra su atención y reflexión en los dos ataques terroristas más brutales que han sacudido a Rusia: la toma, en octubre de 2002, del teatro Dubrovka de Moscú y la toma, en septiembre de 2004, de una escuela en Beslán, Osetia del Norte. Para Dunlop, los antecedentes de los líderes extremistas musulmanes que llevaron a cabo estos actos, el checheno Ruslan Elmurzaev y el ingush Ruslan Khuchbarov, así como el fracaso de las fuerzas del orden e inteligencia rusas en prevenir y evitar los atentados, son los dos pivotes desde los cuales desarrolla sus argumentos.
Desde ese eje, Dunlop demuestra cómo la enorme corrupción e inoperancia de los servicios de inteligencia y seguridad de Rusia, sumada a la total ausencia de un Estado de derecho, dieron pie no solo a los atentados terroristas sino también a burdos procedimientos de rescate de los rehenes que llevaron a un mayor número de víctimas mortales, al utilizar la policía rusa (sin avisarle a ningún hospital o paramédicos) un gas especial en el teatro Dubrovka, y tanques y artillería pesada (incluidos lanzallamas) en la operación de rescate en Beslán. Lo anterior conlleva una mayor represión interna, que se ensañó especialmente en las naciones no rusas parte de la federación.
A esa inoperancia táctica antiterrorista se sumó un esfuerzo, por parte de todas las instituciones del Estado ruso, por vincular ambos ataques terroristas al terrorismo islámico internacional de Al Qaeda, que iba a de la mano de la utilización política de los atentados para marginar y debilitar a las voces separatistas chechenas moderadas, como lo era el ya fallecido Aslan Masjádov. Esto llevó a la satanización de la nación chechena y validó, a ojos de muchos ciudadanos rusos, las masacres y abusos cometidos por Rusia en Chechenia, que serían denunciados a nivel internacional por la valiente periodista Anna Politkóvskaya, quien sería asesinada un 7 de octubre de 2006 en Moscú, curiosamente el día de cumpleaños de Putin.
En Beslán resultaron asesinados 317 rehenes, la gran mayoría niños que acudían a la escuela, mientras que en el teatro Dubrovka alrededor de 130 personas resultaron muertas. En ambos casos aún hoy hay muchas interrogantes sin una respuesta satisfactoria sobre las razones que llevaron a las autoridades a descartar alertas previas, los procesos de rescate de rehenes, las técnicas empleadas en los mismos, el rol de los servicios de seguridad de la federación (FSB) y la calidad e independencia de las investigaciones posteriores. En ambos atentados terroristas hubo una utilización política por parte del régimen ruso y en ambos casos la imagen y popularidad de Putin se incrementó entre una población asustada, confundida y que entregaba gradualmente su libertad al régimen a cambio de una supuesta seguridad ante el terrorismo internacional.
Dunlop señala un gran problema sobre las fuentes oficiales (mismas que consultó en archivos) y su grado de confiabilidad. Concluye que ni los informes de prensa ni los informes oficiales generados son fiables y que su utilización por parte del Gobierno y los medios de comunicación oficiales siempre dependía del objetivo político que querían probar y justificar públicamente. También Dunlop señala que la mayoría de las declaraciones en las que se basaron esas fuentes oficiales, y sobre las cuales se construyó el discurso sobre los atentados, eran comentarios extraoficiales de los mismos agentes de inteligencia y seguridad rusos, así como de testigos de dudosa procedencia.
Las consecuencias del atentado terrorista perpetrado en el Crocus City Hall, que ya ha dejado más de 130 muertos, serán múltiples y totalmente negativas. Internamente habrá un aumento en la xenofobia y maltrato a los inmigrantes y trabajadores procedentes de Asia Central, mayor represión gubernamental en aras de una lucha antiterrorista, limitación de la disidencia y crítica política al régimen.
Activistas ya alertan por redes sociales del incremento en las actitudes xenófobas contra los tayikos, una de las comunidades inmigrantes más discriminadas en Rusia, y que después de los atentados comienzan a ser acosados en el espacio público e incluso hay voces en los medios rusos que proponen deportarlos a todos o mandarlos a pelear la guerra rusa contra Ucrania.
Hay que recordar que el sector servicios de Rusia funciona a base de mano de obra barata importada de Asia Central. Los inmigrantes se enfrentan a humillaciones cotidianas, mientras los medios de comunicación los llaman “ilegales” y el Gobierno ruso los demoniza y convierte en chivos expiatorios de todos los males internos del país
Regionalmente el atentado se utilizará para culpar de alguna manera a los ucranianos y así continuar con la campaña colonialista e imperialista que Rusia ha desatado contra la nación ucraniana por más de diez años y que, si Europa no decide intervenir en ella directamente, a futuro se expandirá a otros países de la región.
Internacionalmente este atentado –como lo fueron los de la escuela de Beslán y el teatro Dubrovka– será utilizado para blanquear la dictadura rusa a ojos de muchos que aún desean ver en la Rusia fascista de hoy a un heredero de la URSS y, así, seguir añorando tiempos dorados que no volverán porque nunca existieron en la realidad soviética.
Siguiendo el legado de Dunlop, la labor de los académicos y analistas internacionales debería ser invitar a la reflexión y proveer de bases intelectuales y analíticas serias, alejadas de la opinología irresponsable y enmarcar el fenómeno en un continuum histórico, el camino de la Rusia contemporánea hacia el abismo.